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Miguel Ávila, a sus 71 años, parece no haberlo visto todo. Después de recuperarse de su estancia en la UCI, cuando el covid, acompaña a sus hijos en el famoso bar Ávila, ellos son los protagonistas y él está en la trastienda. «Ayer no dejó de ser un mazazo porque había aquí unas doce personas trabajando y te haces responsable». Los grifos de cerveza, de los modernos, dejaron de funcionar. Se gastaron los dos jamones asados y el asador modo chawarman no se podía usar sin luz.
Pusieron tercios muy fríos y aprovecharon el hielo que acababa de llegar. 75 bolsas milagrosas que habían comprado horas antes. «Se fue el datáfono y mi hijo tenía aquí unos vasos con cambio porque todo se cobró en efectivo», dice Miguel que espera no enfrentarse a más sobresaltos.
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