«Me sacó a la calle de un tirón, era un armario empotrado de gimnasio, pero nadie oía mis gritos»
El profesional que el pasado domingo resultó herido tras intentar contener a un paciente agresivo comparte con IDEAL cómo vivió aquella noche
Luis (nombre ficticio) estaba de guardia en el servicio de urgencias de atención primaria de Gran Capitán cuando, a las dos de la madrugada, un ... hombre tocó al timbre. «Siempre me fijo en si hay agresividad antes de abrir. Era un señor alto, fuerte, extranjero, pero hablaba español. Pedía que le hicieran una radiografía mientras se sujetaba un hombro con la mano. Le dije que aquí no se hacía esa prueba, pero parecía que no me entendía así que abrí», comparte con IDEAL.
En su puesto, hay una mampara y una puerta con pestillo que deja abierta durante el día; por la noche la cierra porque no hay seguridad. «Estamos solos». El pasado domingo, salió de su garita hacia la entrada principal. El sistema de apertura es manual. Fue coger el pestillo y la noche se volvió un infierno. «Me sacó a la calle de un tirón, era un armario empotrado de gimnasio. Su cara quedó pegada a la mía. Yo peso 96 kilos, soy grande, pero una persona más delgada vuela por encima de la barandilla», asegura Luis.
El paciente estaba completamente fuera de sí. «¡Que te mato! ¡Me muero! ¡Te mueres!», le amenazaba. Pasó gente, «pero se fueron corriendo». «Me salvó que cuando intentó cogerme del pecho reccioné y retrocedí, porque no me soltaba. Entonces pude entrar, pero la puerta no se cerró porque puso el pie. El tío iba bebido, drogado, ni sé cómo iba. Yo no paraba de pedir ayudar, había dos compañeras al fondo en las habitaciones, pero nadie oía mis gritos», relata.
Una vez dentro, Luis se protegió y llamó a la Policía, que se personó «superrápido». Aunque los sanitarios tienen un botón antipánico, «contacta primero con la empresa y luego con la Policía, tarda más». El agresor seguía dentro insultando y dando voces a una compañera hasta que los agentes «tomaron sus datos, pero no se lo llevaron». Mientras tanto, a él se le iba hinchando la mano derecha y sentía pinchazos en el hombro, no podía moverlo.
Si hubiera un vigilante...
La compañera, médico, activó la ambulancia y mandó al celador a Traumatología para que le hicieran una radiografía. Cuando llegó allí, Luis se encontró con su agresor. Desde aquella noche, tiene una contusión en hombro y muñeca, los ligamentos afectados, y está de baja por ansiedad. «Si hubiera un vigilante se podría evitar esto, esto no habría pasado», insiste. También ayudaría que la apertura de la puerta fuera automática, como en Chana o Zaidín, donde el paciente accede directamente a consultas.
«Yo en mi sitio estoy seguro. Tengo mi teléfono, mi pestillo, mi botón antipánico… Pero tengo que salir, cruzar la sala de espera y abrir la puerta manualmente. En ese momento me quedo infedenso», lamenta. Ha estado «titubeando» porque el agresor no era habitual, pero al final ha decidido denunciar. «Esto no puede seguir así, aunque lo que más miedo me da es que podía haber sido mucho peor».
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