El edificio rosa 'escondido' en la Acera del Casino
El estrecho bloque pasa desapercibido hasta que alguien lo señala. Entonces, uno no puede dejar de preguntarse ¿desde cuándo lleva esto aquí? Y por cierto: no es rosa
El edificio parece la edición de bolsillo de 'El Aleph' rodeada por varios tomos de una vieja enciclopedia Espasa. Y es rosa. Muy rosa. El ... edificio más rosa de Granada. «Pues no es rosa», ríe Esperanza Muñoz, mientras le seca el pelo a una clienta de su peluquería. «Cuando lo pintaron, hace más o menos 10 años, nos dijeron que era color melocotón... A saber de qué zona son los melocotones», explica con los ojos vueltos y una carcajada contagiosa. «Monté mi peluquería aquí en 1994. Y todavía hay quien entra preguntando si acabamos de llegar». Esperanza levanta los hombros y mira arriba y abajo, como si buscara cierta complicidad con las paredes del edificio. «Tal vez sea el sitio, que pasa desapercibido... Hasta que te fijas y ya no puedes ver otra cosa».
En el cruce de la Acera del Darro hacia la Acera del Casino, con el semáforo en rojo, uno puede ver pasar la historia de Granada delante de sus narices. Cuesta poco imaginar a Federico García Lorca caminando al Centro Artístico para echar una partida de ajedrez con Manuel de Falla. O hacia el otro lado, al Rinconcillo, bajo la sombra del enorme árbol que hoy protege al Chikito. El edificio rosa está entre medias y lleva ahí toda la vida, como un verso suelto en mitad del poema. «Bueno, toda la vida es un decir –corrige Esperanza, cuyo local está en los bajos de la construcción–. Hay fotos de 1900 en los que ya estaba... Pero yo pregunté si era un edificio catalogado y no, no tiene ninguna consideración especial».
El caso es que en ese mismo cruce, justo enfrente, el pequeño bloque rosa pasa desapercibido. O, al menos, hasta que lo descubres y entonces no puedes dejar de preguntarte ¿desde cuándo está esto aquí? Recuerda a un corte de helado en un plato blanco o a una pincelada en mitad de un lienzo de José Guerrero. Cuando lo ves de verdad, cuando eres consciente de su existencia, es inevitable observar su azotea por si hubiera una ristra de globos de colores como los que tenía el señor Fredricksen en 'Up'. Sería espectacular, ¿verdad? El edificio rosa sobrevolando la ciudad más bonita del mundo, con miles de turistas haciendo vídeos con sus móviles desde los balcones de sus pisos turísticos. Bella huida.
En el edificio rosa hay tres pisos, uno por planta, y ninguno es turístico. En el primero están las oficinas de Escorial Fine Arts, una empresa granadina que se dedica a la compra-venta de antigüedades, con tiendas en Madrid y Marbella. En los otros habitan dos familias muy felices, de alquiler. «Nos encanta vivir aquí, en pleno centro de Granada. Cuando vienen amigos y piden la dirección les digo: es el edificio rosa, no os podéis perder». El bloque está emparedado entre dos grandes edificios y, según cuentan, antes había una entrada por la parte trasera, en una calle que ya no existe. De aquella calle solo queda un pequeño patio que usan los del Pizza Kebap Nemrut.
La memoria
Busco en la hemeroteca imágenes antiguas de la Acera del Casino y me encuentro con un artículo de Amanda Martínez, la memoria más viva de IDEAL. Lo publicó en 2017, para celebrar el 25 aniversario de las obras que cambiaron para siempre el centro de la ciudad. Las fotografías son en blanco y negro aunque, según contaba Esperanza, por aquel entonces el edificio no sería 'color melocotón'.
Lo encuentro rápido, frente a la rotonda por la que circulaba el tranvía en 1950. Pienso que la memoria es un poco así, como la estrecha y pequeña casa rosa que se camufla en las estanterías de la normalidad hasta que revela su auténtico valor. Lo dijo Borges: «La memoria del hombre no es una suma; es un desorden de posibilidades indefinidas».
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