«Tuve que ser el hombre de la casa y he hecho lo que se esperaba»
Driss, originario de Kenitra, en Tánger, llegó a España hace ocho años y concatena una temporada con otra con la esperanza de conseguir los papeles
Driss, originario de Kenitra, en Tánger, se deja la salud en la calle. Hace ocho años que llegó a España y concatena una temporada con ... otra con la esperanza de conseguir los papeles: le falta el empadronamiento. Nunca consigue una solución habitacional digna. Y a los patronos que ha tenido se les podría llamar de todo menos indulgentes.
El hombre, muy castigado pese a su edad, cobra 500 euros por campañas que duran cerca de tres meses. Aún así le da para ahorrar y enviar el dinero a casa, donde sus padres cuentan con él.
Se acuesta cada noche en un invernadero abandonado que comparte con 20 personas. El sudor del ayer se le junta con el del hoy. Se maneja bien en español y contesta a las preguntas que le hace IDEAL por medio de un traductor.
«Soy el hombre de mi casa y esto es lo que se esperaba de mí. Nuestra situación es la que ves», dice mientras señala unas instalaciones con una montaña de restos y basura en la puerta.
En el asentamiento ha hecho un amigo de la edad de su padre y al que cuida como si fuera de su propia sangre. Cuando acabe la temporada en Zafarraya se ira a Huelva o Almería.
La presencia de este periódico incomoda al resto de ocupantes de la infravivienda. También hay más en un barracón y una casa de aperos. Vociferan cuando los periodistas sacan la cámara, pero Driss responde primero en árabe y después en español. «Esta es mi historia y quiero contarla».
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