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Este país –cosido de nostalgias y fracasos– se ha alimentado de hazañas pretéritas y derrotas heroicas. Pero tampoco es el único lugar del mundo donde ... se muere más de envidia que de cáncer. El éxito –sobre todo el ajeno– no se tiene en estima. Ya lo escribió Unamuno: «La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual».
España –entre quijotesca y acomplejada– subsistió durante décadas del gol de Zarra a Inglaterra y el 'la, la, la' de Massiel. Granada –tan complaciente– también ha anidado en la complacencia. Alguna gesta en blanco y negro ha servido para sobrellevar tantos agravios, tanto inmovilismo, tanto engañabobos. En algún momento fuimos importantes. Nuestra referencia aspiracional más reciente es el Mundial de Esquí del 95 –el que se celebró en el 96–, como evento que logró transformar parte de la provincia y permitió sacudirnos los complejos. Nuestro gol de Zarra en Maracaná.
Después vinieron otras citas anunciadas con fanfarrias que terminaron en petardazo. La Expo nonata que prometió Torres Hurtado –rehabilitado esta semana en forma de retrato en la galería de exalcaldes [faltan dos]–. La Universiada que ni dejó villa olímpica ni recuperó para esquí de fondo el puerto de la Ragua. El Milenio del Reino de Granada que terminó como pretexto para desgravar patrocinios y financiar partidos de la selección o carreras de bicicletas. «¿Qué va a ser lo próximo? ¿Un concurso de cucañas? ¿Una carrera de sacos en Argelia? ¿O un campeonato de flanes en Antequera?», ironizó el entonces presidente del PP granadino, Sebastián Pérez.
La capitalidad cultural tiene que ser el punto de inflexión donde Granada se sacuda los complejos y refuerce su autoestima. Hace falta un proyecto. La ciudad ya se postuló por primera vez para este título hace treinta años. Recupero las notas en la libreta de una conversación con Antonio Jara. En los años ochenta se reunió en la finca de Íllora con el marqués de Douro, Charles Wellesley, uno de los líderes del grupo conservador en el Parlamento Europeo. Allí le arrancó el compromiso de apoyar a Granada como Capital Europea de la Cultura. Pero el entonces ministro de Exteriores, Fernando Morán, no apostó por esta ciudad.
Hay más candidatas en este proceso que Granada arrancó en septiembre de 2015 y para el que apenas restan 210 días para pasar a la siguiente fase. Hay una decena de aspirantes. En Andalucía está Jerez, lo que provoca que la Junta no apueste públicamente por ninguna candidata. Aunque en esta década existe –por escrito– el respaldo a Granada de las otras siete capitales andaluzas y una proposición no de ley aprobada en el Parlamento.
Una de las rivales –a priori– más fuertes es Las Palmas de Gran Canarias, por el factor insular y el componente de la inmigración como parte del relato en el contexto europeo. Pero la candidatura se descompone tras la reciente renuncia de Tony Ramos Murphy, su director general, por desavenencias con la alcaldesa, la exministra socialista Carolina Darias. En Burgos –otra de las aspirantes potentes– se rompió el gobierno municipal a finales de 2024 tras impedir Vox la aprobación de los presupuestos y no hay consenso político en torno a la candidatura.
La unión tiene que ser precisamente uno de los puntos de apoyo de la propuesta granadina. Es una cuestión de compromiso. Todos debemos valorar qué podemos aportar desde nuestra posición para pelear por este objetivo. No digo conseguir. Porque el valor estará en el camino; en las transformaciones y aportaciones al patrimonio provincial que se consigan con el pretexto de 2031.
Por eso IDEAL ha firmado esta semana el manifiesto de adhesión con la alcaldesa Marifrán Carazo. Un texto que «deja patente la perfecta colaboración entre el periódico y la ciudad como muestra de la importancia que tienen los medios de comunicación para transmitir noticias de interés general en la difusión de Granada como Capital Europea de la Cultura».
Cuando se estrene en el calendario el año 2031, IDEAL se acercará también a su primer siglo de vida y palabras. Cien años de compromiso con la sociedad granadina. Hemos sido voz y hemos puesto voz a sus vecinos. Y también desde las páginas de IDEAL se ha peleado por el desarrollo de esta provincia. Repito a menudo que el periodismo no es –y nunca debe serlo– una causa propia. Es la causa de los otros. Nuestra misión es contar vuestros problemas y, al ser posible, compartir vuestros éxitos. En este caso, los de Granada. Por eso, nuestra misión es también potenciar la candidatura para la Capitalidad Cultural.
2031 debe ser un movimiento aspiracional que implique a toda la sociedad –sin afiliaciones ni militancias– y contribuya a reafirmar la autoestima de una tierra que, en otras ocasiones, ha somatizado frustraciones y agravios.
Es el momento de abrir una nueva etapa sin complejos. Porque Granada tiene argumentos de sobra para ejercer un papel protagonista. Atesora historia, pero también tiene futuro. La historia, cuando no se rentabiliza, no es más que una carga de nostalgia.
IDEAL quiere ayudar a recorrer este camino; con implicación. Por eso hemos elaborado un plan estratégico para reforzar la comunicación de la candidatura de 2031. Un documento con más de ochenta medidas que ponemos en marcha a partir de hoy, con un especial de #GranadaPuede. Y que tendrá continuidad semanal desde nuestros soportes editoriales y con acciones en la calle. La primera cuenta atrás en el marcador: 28 de diciembre; fecha tope para entregar el dossier de la candidatura.
No faltarán los derrotistas. Aquellos que vaticinen el fracaso antes de empezar. Es la posición más cómoda en una ciudad donde, tantas veces, progresan más los que se quedan quietos que quienes se exponen. Aquellos que dirán que este rollo de 2031 no será más que otro Milenio. Los que restarán valor a la efeméride porque ni ellos –ni yo tampoco– se acuerdan de quién ha sido la última capital europea de la cultura.
No lo habrán entendido. Se trata de algo distinto. De que seamos capaces de entusiasmar y entusiasmarnos por un proyecto en común. Solo así avanzan las ciudades.
De sacudirnos los complejos.
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