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Ronda Rousey, durante una pelea.
El vacío olímpico de Ronda Rousey
HISTORIAS OLÍMPICAS

El vacío olímpico de Ronda Rousey

La primera estadounidense que se colgó un metal en judo vagó entre drogas y alcohol después de su éxito en Pekín 2008

Javier Bragado

Miércoles, 17 de agosto 2016, 18:41

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La luz de los Juegos Olímpicos embelesa a numerosos niños. Entre ovaciones y hazañas descubren ídolos a los que admirar que serán el espejo en el que se mirarán durante días, semanas o incluso años. Al crecer, unos pocos lograrán acercarse a las vivencias de los deportistas o puede que les superen. Pero en algunos casos ese haz que les atrae hacia la obcecación como al mosquito veraniego puede precipitar a una caída rápida tras tocar la gloria.

Ronda Rousey siempre fue terca. Peleona en general. Testaruda por carácter. Villana para el público. Incapaz de dar un paso atrás por su orden de su crianza. No concedía un espacio a la misericordia. Cuando era una niña su madre no le dejaba regodearse con sus victorias o lamentarse por sus derrotas. AnnMaria De Mars, que había sido campeona del mundo con 26 años, inculcó a su hija una ambición y perseverancia que condujeron a Ronda a ser la judoka más joven del equipo olímpico estadounidense en Atenas 2004. En plena adolescencia la joven compitió y perdió en la primera ronda en Grecia. La derrota alimentó sus ansias de mejora hasta que un bronce en Pekín 2008 aceleró su ascenso a la gloria. Y su caída.

«Había soportado tanto para llegar a las Olimpiadas... Durante el trayecto me dije que el resultado sería asombroso, que todo valdría la pena. Pero la verdad es que si bien había sido asombroso, no valió la pena. Darme cuenta de eso me destrozó. Había soñado con las Olimpiadas desde niña. Gané una medalla olímpica, pero sentía que me habían defraudado», confiesa Rousey en su biografía Mi Pelea/Tu pelea (DNX Libros). La primera estadounidense en colgarse un metal desde que el judo se incorporó al programa olímpico regresó a California sin más proyectos, sin novio, sin hogar y con los 6.000 dólares de premio de su federación empleados en la mitad de la compra de un automóvil de segunda mano.

La luchadora que asustaba a las rivales decidió tomarse un año sabático para encontrar el camino. Entonces emergió su lado sentimental, el que alimentaba su pasión dentro y fuera del tatami. Comenzó a beber, aceptó dos trabajos de camarera para llegar a fin de mes, alquiló un apartamento en el que los problemas en las tuberías llenaban literalmente de aguas residuales el suelo y se dejó arrastrar por las malas compañías. «Los domingos había dos productores hip-hoperos (..). Me daban una propina de treinta dólares en efectivo y suficiente marihuana para estar varios días colocada. Durante la semana uno de los clientes habituales del bar les vendía Vicodina a las camareras y me regalaba una o dos pastillas para pasar el efectivo y las pastillas entre él y el personal de servicio sin que se enterara nuestro jefe», desvela.

Otra vez el ídolo olímpico descarriado sin objetivos. Como Michael Phelps. Como tantos con nombres más anónimos. Rousey podía mirar a la medalla deseada por la niña pero no al espejo.

La peleona se había rendido. No había por qué luchar. Tuvo que recibir varios estímulos para regresar. En 2011 le impactó el suicidio de la austriaca Claudia Heil. La judoka que fue plata en Atenas 2004 y quinta en Pekín 2008 se lanzó desde un sexto piso tres años después de retirarse. Rousey abrió un poco los ojos con la muerte de su antigua rival. También con un accidente de tráfico que le provocó el desvío del tabique nasal y una conmoción cerebral.

Las artes marciales mixtas

Finalmente, Rousey halló su objetivo, el proyecto que recuperaría su espíritu más allá de sus malas elecciones. Decidió competir en las artes marciales mixtas y gracias a su empeño, trabajo y talento recorrió una largo trayecto hasta conseguir que el popular Campeonato de Lucha Máxima (UFC) abriera la puerta a las mujeres. Desde entonces y gracias a sus victorias -basadas fundamentalmente en sus fundamentos judokas- se convirtió una superestrella de la televisión, en una actriz ocasional y en un reclamo publicitario. Proyecta una de esas luces que embelesan a los niños.

Sin embargo, este espejo está roto y no esconde los parches. «Pienso en lo que vendrá después y me preocupa mucho. Me da miedo terminar tan confundida como cuando regresé de las Olimpiadas de 2008. Estoy tratando de identificar todos los errores que cometí entonces para no volver a repetirlos. En ese momento ni siquiera tenía un plan B. Por eso me preocupa tener planteadas otras opciones como la actuación. Ahora estoy pensando en un plan B, C y D». Promesa de quien probó el vacío de la gloria. La vida no se acaba con un bronce olímpico. Juramento de Rousey resucitada.

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