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Trump observa a Clinton durante el debate.
Trump recupera el paso en el segundo debate

Trump recupera el paso en el segundo debate

El candidato republicano logra salvar los muebles en un cara a cara marcado por el escándalo de los comentarios machistas del magnate en un vídeo de 2005. «Fue una charla de vestuario», ha dicho

Mercedes Gallego

Domingo, 9 de octubre 2016, 19:33

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Empantanado en la crisis interna de un partido que le repudia, y con su propio vicepresidente pendiente del debate para decidir si continúa a su lado, Donald Trump llegó ayer al escenario de la Universidad de Washington en St. Louis dispuesto a luchar por su supervivencia. Y Hillary Clinton le perdonó la vida.

A Trump no le fue fácil contener los vanidosos exabruptos con los que se echó la soga al cuello en el primer debate, pero se jugaba mucho. Bastó con ese poco de contención y disciplina para que quienes esperaban una implosión total le declararan ganador. A Clinton, por su parte, la perdió una estrategia con la que quería demostrar que está por encima de su vulgaridad. Cuando ellos caen bajo, nosotros nos elevamos nosotros, le tomó prestado a Michelle Obama. Tanto se elevó que volvió a convertirse en una de esas políticas aburridas a la que Trump lanzaba las cosas que hubieran querido echarle en cara sus seguidores.

No fueron sólo las acusaciones infantiles contra la conducta sexual de Bill Clinton con la que pretende justificar la suya propia, sino esas bien estudiadas que hacen eco entre la masa de la gente furiosa de este país que acude a sus mítines. Palabras, sólo palabras, llevo oyéndola decir lo mismo muchos años, le atacaba. Creo que la que tendría que disculparse eres tú, por borrar 33.000 email y luego echarles ácido encima y llevarte cajas de la oficina que ahora están desaparecidas. Nunca se ha visto nada así y cuando yo sea presidente vamos a tener un fiscal especial que lo investigue. Clinton, pasiva, dio gracias a que Trump no está a cargo de las leyes del país, a lo que él rápidamente añadió porque si no estarías en la cárcel.

Era una amenaza que sonaba más a ejecución extrajudicial de un pequeño gran dictador que a alguien que promete restaurar la ley y el orden. Trump, calculadamente, desde su realidad paralela, se ha convertido en portavoz de la intolerante conspirativa que diera origen al Tea Party y a otros movimientos fanáticos surgidos en los años de Obama. El ¡enciérrala! que se oye en sus mítines se ha traducido ya oficialmente en su agenda de campaña. Clinton no se defendió. Su estrategia era resultar presidenciable para aquellos conservadores de toda la vida que han abandonado estos días al nominado del Partido Republicano, porque ya no tienen estómago para aguantar tanta vulgaridad. Eso puede darle el resultado que busca en las encuestas (57%-34% en la primera de CNN), pero fue frustrante para los que buscaban en ella una adalid de las causas femeninas y un combate cuerpo a cuerpo. Clinton parecía pensar que ya está todo dicho con respecto al machismo de su rival y se olvidó de mostrar la indignación que sienten las mujeres a las que representa.

Una de esas mujeres ofendidas por la conducta obscena que Trump confiesa en la cinta desenterrada era la senadora demócrata de Missouri Claire McCaskill. ¡Siempre se beneficia de las bajas expectativas, protestó ante quienes opinaban que había tenido una buena actuación. La senadora del estado anfitrión no cree que el millonario haya logrado detener la caída libre, pero lo cierto es que sale del debate con un balón de oxígeno.

¡Con todo lo que le ha caído estos días y ahora mira que ha actuación ha tenido!, decía entusiasmado el senador de Alabama Jeff Sessions, que tenía un mensaje para sus compañeros del Senado. Fue un error abandonarle, la gente necesita calmarse, tomar una pausa y darle una oportunidad.

El hombre que se barajó para ser su vicepresidente y aspira a tener un cargo en su gobierno reconoció estar decepcionado por la postura de sus correligionarios, pero también recordó que en estas elecciones cuentan menos que nunca, porque lo que el votante busca no es un político al uso. Lejos de hundir al partido, Sessions cree que Trump tiene la fórmula para salvarlo. Tenemos la oportunidad de crear una nueva mayoría en EE UU y para eso hay que traer a más gente de la clase trabajadora, nos están matando en ese sector. Tenemos que dar la cara por ellos en la creación de empleo, los tratados comerciales y la inmigración. Trump se mueve en esa dirección.

Sus votantes le ven como a un triunfador, un hombre de negocios que arregla las cosas de un plumazo, como decía con admiración Andy, un taxista de color que merodeaba alrededor de la Universidad sin haber decidido aún su voto. Si bien el éxito de sus empresas es cuestionable, como el del debate de anoche, nadie duda ya de que es el anti político que buscan los que quieren vengarse del sistema.

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