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El Granada se queda con la miel en los labios
Los rojiblancos acaban sin final de Copa pese a llegar a tener ventaja por un gol de Yuri que chafa su ilusión
Rafael Lamelas
GRANADA
Viernes, 6 de marzo 2020, 02:08
El Granada se quedó a nueve minutos de la final de la Copa del Rey. Hizo lo complicado, igualar la eliminatoria, y empezó a avivar ... el sueño con el segundo gol. Pero Yuri, tras una arrancada frenética, similar a la que emprendió ante los nazaríes en Liga en San Mamés, soltó un latigazo al llegar al área de Rui Silva que lo chafó todo. El encuentro estaba en una fase dulce para los locales, empujando al Athletic hacia la cueva, combatiendo con la agresividad de un dragón a los temidos leones, pero el cruel 2-1 echó tierra sobre la ilusión de una grada volcada. No hubo reproche alguno tras ese epílogo traumático, con Diego Martínez invocando la heroica con Vico y el debutante Antoñín, desembarcando como en Normandia. Faltó algo de serenidad, en una velada muy lejos de lo zen, pero que sirvió para cuajar el amor verdadero con la hinchada. Un público orgulloso por la forma de andar el camino y de haber estado tan cerca de pelear por un título 51 años después. Otra vez el conjunto vasco impidió la hazaña.
Granada CF
Rui Silva; Foulquier (Fede Vico, m.84) Victor Díaz, Germán, Duarte, Neva (Antoñín, m.84); Gonalons, Yangel Herrera (Eteki, m.60), Machís, Puertas; y Carlos Fernández.
2
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1
Athletic Club
Unai Simón, Nuñez, Iñigo Martínez, Yerai, San José (Aduriz, m.79), Williams, Muniain (Sancet, m.92), Vesga, Yuri, Capa (Córdoba, m.59) y Raúl García.
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GOLES 1-0, m.47: Carlos Fernández; 2-0,m.75: Germán; 2-1, m.81: Yuri.
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ARBITRO Del Cerro Grande (colegio madrileño). Amonestó al local Germán así como a los visitantes Yerai, Vesga y Unai Simón.
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INCIDENCIAS Partido de vuelta de las semifinales de Copa del Rey disputado en el estadio Nuevo Los Cármenes ante 20.799 espectadores (cifra oficial).
El duelo es inexplicable sin la parafernalia que lo rodeó. El ambiente en la ciudad hacía intuir una auténtica fiesta en Los Cármenes. Recibimiento masivo y camisetas de rayas horizontales por doquier, lucidas por niños que jamás tendrán ya otro equipo que este, aunque aprendieran pronto el lado amargo de ser del Granada, un bocado repentino de historia y drama, los huesos saliendo de ese cementerio indio que parece este estadio. al que las reformas no le arrancan el mal fario. Pocas conclusiones felices ha celebrado pese a esta esplendorosa época que disfruta en la última década. Casi todo lo bueno se celebró fuera. Más que un ingeniero, necesita un exorcista.
Tanta emotividad sobrecargó a los futbolistas. También a los del Athletic, a los que les costó dar pie con bola. El ardor guerrero de los locales se percibió en el primer segundo, cuando tres jugadores fueron a presionar el saque de centro. Herrera se llevó por delante a Muniain, en un anticipo de la intensidad con la que se iba a librar cada lance. La situación pedía tranquilidad, control matemático, adaptarse a un entorno inestable, pues la resolución no parecía sencilla. Por momentos, daba la impresión de que cada oponente miraba un espejo. Mismo sistema de tres centrales, fútbol directo y querencia por las disputas y soluciones rápidas. El Granada, con Carlos Fernández canalizando zanjas y Machís y Puertas recogiendo nueces. El Athletic, encomendado a Williams, con Muniain dando auxilio a la zona de tránsito y Raúl García en todas las trifulcas.
Hubo tramos sin secuencias de pases, jugadas salidas del exprimidor, demasiado pendientes unos de otros, sin inspiración ni brillo, aunque con bravura. La temperatura bajó y afectó en el verde. Aflojó la percusión en medio del nudo de emociones. Los disparos se iban a los fondos, con los porteros inéditos, a la espera de una aparición rutilante que alterara el deambular del balón. Abrumaba la exigencia, con los visitantes manejando su renta de 1-0 de la ida, con afán los de Diego Martínez, sabedores de que la ruleta seguía girando.
La exaltación prosiguió y los centros morían en la orilla. Continuaban los gestos del boxeador con su sombra hasta que Williams comenzó a escribir sus renglones. Se escabulló con algo de aliento y colocó un envío que Víctor Díaz quiso alejar hacia el córner, pero le salió al contrario, como el remate de un artillero. Rui reaccionó al fuego amigo.
Tras la parada de balonmano, Foulquier agitó desde la derecha, aunque con precaución. Yuri no consentía despistes, como lamentaría en ese último tercio de amargura de la noche. Pero antes ocurrieron otras cosas. Previo al descanso, una oportunidad de San José, al que se le cayó la persiana en plena área, y otra escapada traviesa de Williams, con toque hacia un Raúl García que chutó como en rugby.
Levantó los párpados el Granada en el cuarto de hora de despedida de ese acto. Soliviantó Carlos Fernández a Unai Simón, que le intentó regatear y le entregó el esférico, pero no encontró el hueco definitivo. El sufrimiento nazarí se fue desprendiendo en dos saques de esquina. En una intentona, Machís sacó, Gonalons rozó lo justo y Herrera, como un buitre acechando, despegó e hincó el pico, pero Williams, no Simón, sacó una pierna de jirafa.
Rozar la diana motivó a los locales, que prosiguieron el guion tras el receso. A Machís le dejaron pensar en exceso desde el costado y puso un centro instintivo que Carlos Fernández roció de cloroformo. El sevillano arrastra un trolley repleto de goles desde hace semanas. Se le está quitando el gesto juvenil para mutar a delantero de tronío para el Sánchez Pizjuán.
La ola de esperanza se desató y acarrearía un tsunami, con el Granada agarrado a sus argumentos de laboratorio. Desde la bandera avisó Germán, que es como el cartero, que llama dos veces. A la segunda, avivó la fiebre.
Capa se lastimó antes y los bilbaínos pasaron a una zaga de cuatro, con Yeray de lateral derecho, ingresando Córdoba en la izquierda. Garitano aglomeraba efectivos en el centro del campo, del que se perdió de inmediato Yangel Herrera, pagando el sobreesfuerzo de jugar frente al Celta.
El golpe pareció peor para los locales, pues Yan Eteki salió atolondrado, aceitosos sus controles. Pero el Granada quería más y había elementos con ganas. Neva lo buscó con astucia desde lejos, a Machís ya le tuvo que vigilar Williams y Puertas forzó otro saque desde el rincón. Lo intentó Domingos y el esférico rozó a un contrario, por lo que Machís se fue al otro lado para probar de nuevo. Germán gritó en medio de la jungla que quería ver la Torre del Oro y la Giralda.
Tocaba congelar los acontecimientos, que nada malo les ocurriera a los locales, pero Yuri se subió en una locomotora y Vesga le franqueó una bola magnífica, descarrilado Foulquier, que se hizo de cañón cuando el lateral amenazó a Rui.
Se oyó el sonido de cristales rotos. Cayeron los decibelios y ni los intentos de diabluras de Antoñín torcieron la inercia. El sueño se frustró pero atrás queda una senda orgullosa. Este Granada se mereció la ovación final y enmarcar esta campaña. Ahora, sin demora, le resta abrazar la salvación en Primera. Ojalá que no tenga que esperar otro medio siglo para algo similar a lo de ayer.
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