Jorge Molina | Nuevo entrenador del Arenas
«Es imposible que vuelva al Granada con estos dirigentes»
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Jorge Molina | Nuevo entrenador del Arenas
«Es imposible que vuelva al Granada con estos dirigentes»Jorge Molina, goleador de longevidad impresionante, que parecía indemne a los problemas físicos, colgó las botas forzosamente en 2023 mientras se recuperaba de una grave ... lesión en la rodilla, cuando ya superaba los 40. El Granada, su último equipo, con el que acababa contrato, no consideró viable la fórmula de que siguiera como futbolista aun sin ficha, pero le propuso, a instancias del entrenador Paco López, que se reciclara como ayudante del valenciano. Así lo hizo, pero un año después, tras «marear la perdiz», se quedó fuera del cuerpo técnico de Guille Abascal y salió de la entidad. Tras un periodo sabático, instalado con su familia en la provincia como un granadino más, inicia ahora una etapa como primer entrenador en el Arenas de Armilla, de 3ª RFEF, en la misma categoría que el filial del Granada. En unos meses es posible que se reencuentre con algunos de los dirigentes rojiblancos, a los que critica especialmente por sus formas.
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–¿Por qué se hace entrenador?
–Si me lo hubieran dicho hace unos cuantos años, habría dicho que no quería serlo, pero al haber alargado tanto mi carrera, seguía pensando como jugador, pero cada vez analizaba más el juego, los aspectos tácticos... Tenía el gusanillo. La experiencia de hace dos temporadas en el cuerpo técnico del Granada me ayudó a tomar la decisión. Después de desconectar un poco del fútbol, quería probar.
–¿Y por qué el Arenas?
–Me han demostrado muchísima confianza. Ya me quisieron esta campaña, en otras funciones, pero necesitaba estar al margen y pasar tiempo con la familia los fines de semana. Lo he agradecido. Recientemente, se volvieron a poner en contacto y ahora sí me planteo crear un proyecto serio desde el principio, unas bases con las que crecer juntos. No miro más allá, a la élite. Pude ejercer en algún filial, pero he decidido asentarme en Granada.
–¿Cómo quiere ser el Jorge Molina técnico?
–Intentaré ser claro con los jugadores, que es lo que siempre quise yo en su lugar. Que no se me engañara porque, si no, todo sale al final. Lo más difícil es convencer a los futbolistas de que la idea que tengamos será la mejor, tanto para mejorar individualmente como colectivamente.
–¿Tiene algún estilo concreto?
–No, quiero ser competitivo; jugar bien al fútbol. El otro día vi un vídeo de (Julián) Calero (entrenador del Levante) que hablaba de la diferencia entre jugar bien y bonito. Yo pretendo jugar bien. Si, aparte, puedo jugar bonito, mejor. Estamos en una categoría complicada, con campos más pequeños, césped artificial... Lo bonito es más difícil en un primer momento.
–Da la impresión de que le han influido más Pepe Bordalás o Diego Martínez que Pepe Mel.
–He intentado quedarme con lo mejor de cada uno. También me ha influido mucho Paco López, formando parte de su cuerpo técnico, y su filosofía es ofensiva. En la mezcla está lo ideal.
–Le marcó el valenciano.
–Cuando llegó al vestuario, nos dio aire fresco, aunque Aitor (Karanka) también me parece un entrenador espectacular. Paco, desde lo deportivo, ya me parecía un entrenador bueno y claro. Es buena gente, pero también tiene carácter, no es nada blando. Cuando te tiene que decir algo, lo hace a la cara. En ese sentido, genial. Viendo cómo trabaja desde dentro, aún le aprecio más. Su metodología es excepcional y me basaré mucho en ella.
–¿A qué se dedicaba con él?
–Era uno más. Él trabajaba mucho la mejora individual de los jugadores y yo tenía mi propio grupo. Después, analizamos rivales y lo poníamos en común.
–Usted no quería colgar las botas inicialmente.
–Ni inicialmente ni después. Creo que me gané el derecho a retirarme en un campo. No era un tema económico; no quería cobrar ni ficha. Simplemente, recuperarme en dinámica de grupo. En octubre o noviembre iba a estar bien. En el plazo hasta enero, el club ya podía decidir si quería contar conmigo en la segunda vuelta. Si no, me buscaría la vida. Sin embargo, ellos no lo consideraron así.
–Con aquel cuerpo técnico, celebró un ascenso. Todo parecía perfecto en el club. Sin embargo, se pierde el rumbo. ¿Qué pasó ese verano?
–No se crearon unas bases sólidas para Primera división. Dentro del equipo, el espíritu de pertenencia poco a poco se fue apartando, quitando a gente que sentía el club un poco más. A nivel de fichajes, no se hicieron las cosas bien.
–¿Era consciente de la rumorología en torno al club?
–Sí. De hecho, la posible venta tras el ascenso nos mantuvo parados. Lo sé por mi caso; yo estaba esperando a saber si seguía de jugador o no, por ejemplo. De hecho, no lo supe hasta que el equipo empezó y no estaba. Llamé y pregunté que a qué estaban esperando. El parón no ayudó a que las cosas fueran por un cauce normal.
–¿Cómo fue su cambio de rol?
–Hablé con el club y me dijeron que no iba a seguir. Me propusieron continuar en el cargo que estuviera más a gusto, pero dije que no. Estaba caliente y me sentía engañado porque me habían insinuado otras cosas. No Alfredo (García Amado), pero sí (Javier) Aranguren. Como no estaban las cosas claras, decidí hablar con la propiedad, o con la imagen de la propiedad. Con Sophia (Yang) no pude por el idioma, pero sí con Javier. Me dijo que dependería de lo deportivo; que si se ascendía, que económicamente el club estaría mejor y que, al continuar el cuerpo técnico, sería decisión suya. Hubo un ascenso, pero después, silencio. Le escribí diciendo que se habían cumplido los requisitos y que quería saber mi futuro, pero no respondió.
–Pero al final se reubica con Paco López...
–Surge más de él. En aquel momento yo había dicho que no quería continuar en el Granada, pero él, que no se podía creer lo que me estaban haciendo, creía que le podía ayudar. Ser persona de club. Me cambió un poco la opinión porque consideré que me podía sentir útil.
–Un año después, se encontró otra situación incierta.
–Se repitió lo mismo; el silencio. Vine un día, hablé y me dijeron que iba a continuar, que incluso ya habían hablado con el míster, que ya estaba elegido y era Guille Abascal. Que si estaba encantado, que si le iba a ayudar al llevar tanto tiempo fuera... En el club parecían estar contentos porque me había sabido ubicar desde mi posición. La idea era seguir.
–¿Entonces qué pasó?
–El equipo empezaba la pretemporada un lunes. El viernes me llamó Matteo (Tognozzi) y me dijo que, aunque estaban encantados, tenía que ser Guille quien tomara la decisión. Me reuní con él el domingo. Creía que era para ver en qué aspectos iba a trabajar. Duró una hora y al final me dijo que no fuera de momento al día siguiente, que la pretemporada era larga pero que no me preocupara, que el martes me decía su decisión. Viendo los precedentes, me hizo temer lo peor, pero siempre tuve esperanza de que no se repitiera. No me llamaron ni el martes ni el miércoles ni el jueves. Escribí entonces a Guille, pero el que me contestó fue Matteo quince minutos después. «Jorge, mañana hablamos», me comentó. Yo le respondí que sí, que fuera mañana ya. Guille me contestó de noche y decía que había estado con fiebre, de ahí su tardanza. También lo dejó para mañana. Pero al día siguiente, nada. El sábado me fui de Granada y a las once de la noche me llamó Matteo. Decía que desde el club se había decidido que no iba a continuar. Se la comió él, pero le solté todo lo que tenía dentro. «¿No decidía el entrenador?», le respondí. Yo puedo entender las decisiones, pero se trataba de ser claros, no de marear la perdiz. Para mí, en la reunión que tuve con Guille se estaban riendo de mí. Tenían claro que no iba a seguir. No se hacen las cosas así.
–¿Ha retomado relación con algún dirigente del Granada?
–No. Matteo está fuera. Aranguren no me contestó ese mensaje. Con Alfredo tampoco he hablado.
–¿Ha vuelto a ir al estadio?
–Fui contra el Castellón porque lo comenté para Canal Sur, pero no he vuelto más. Creo que les molesta que aparezca por ahí.
–Con todo esto que me dice, la posibilidad de volver al Granada parece complicada.
–Con la actual dirección es imposible que vuelva al Granada. Creo que por ambas partes.
–Esta temporada, tiene que ir con el Arenas a la Ciudad Deportiva a jugar contra el filial.
–Sí, pero en ese sentido estoy encantado de volver. Veré a muchos trabajadores de allí que son gente maravillosa. Después, si me quieren ver otros, ellos verán.
–Otros exfutbolistas han tenido desencuentros también.
–Al final, hay personas que salen del club que hablan en el mismo sentido y hacia el mismo sitio. Si le pasa a uno o dos, cada uno puede tener sus motivos, pero cuando son todos quizás hay que pensar en que algo más hay.
–¿Pero por qué pasa esto? Algunas cosas no tienen sentido.
–Al final, bastaría con ser claro. Las decisiones en fútbol son normales y entendibles, y las respeto. Lo que no acepto son las formas con las que se hacen ciertas cosas y en lo que se basan para tomarlas.
–Usted formó parte del mejor Granada de todos los tiempos.
–Tuve la suerte de llegar el año europeo y fue muy bonito. La pega, que no pudimos disfrutarlo con la gente en el campo. Estoy seguro de que, desde sus casas, disfrutaron de eliminatorias como la del Nápoles.
–No es el único que ha echado raíces. También permanecen Víctor Díaz y Montoro.
–Nos seguimos juntando. Esto significa que se vive bien en Granada. Y jugamos al fútbol; tenemos una peña y echamos el rato. Sobre todo esto último (ríe).
–¿Por qué funcionó tan bien aquel equipo?
–Porque era un equipo, básicamente. Íbamos todos a una, con Diego (Martínez) a la cabeza. Es verdad que él le daba mucha importancia a estar unidos. El ambiente era buenísimo y esto hizo que las cosas funcionaran.
–Usted se quedó cuando Diego Martínez decidió marcharse y todo se alteró.
–Al final, varió la estabilidad en general del club, no solo por su salida. También la de Fran (Sánchez), Monterrubio... Hubo muchos cambios y se pasó a una filosofía diferente a la que había, que no nos vino bien. A los resultados nos remitimos.
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