

Exfutbolista del Granada
Dani Benítez: «Los fantasmas del pasado siempre vuelven, pero tú decides si te afectan o no»«Cometí un error, pero creo que tenía que pasar así», relata el mallorquín sobre su positivo por cocaína, instalado en la provincia desde hace años y feliz con su nueva vida
La imagen de Dani González Benítez, siempre conocido por el apellido materno, ha cambiado mucho desde aquellos tiempos en los que cabalgaba por la banda ... izquierda de Los Cármenes. La cabeza afeitada y una barba abundante le dan un toque de madurez a su estilo, aunque conserve la mirada curiosa y hasta la delgadez, que le ha permitido seguir jugando a los 38 años, aunque haya sido en 3ª RFEF, con el Huétor Tájar. Ahora piensa en colgar las botas, aunque no para de trabajar en otras cosas. Volvió a Granada para quedarse y se siente feliz. Repasa una vida llena de avatares, trastocada cuando la cocaína se cruzó ocasionalmente y varió su carrera para siempre. La entrevista se hace al lado del estadio donde fue héroe y al que solo ha vuelto una vez.
–Se ha propuesto exprimir este deporte.
–Físicamente me encuentro bien y he jugado en casi todas las posiciones con el Huétor Tájar, salvo de lateral derecho.
-¿Qué es el fútbol para usted?
–Pues... (se lo piensa mucho). La segunda pregunta es muy directa. El fútbol lo es todo. Al final no ha sido solo mi trabajo, sino lo que me ha formado como persona, lo que me ha llevado a lo que soy hoy en día.
–¿Es, de alguna manera, su terapia?
–Evidentemente. El fútbol me ha dado momentos buenos y malos. He madurado dentro de este deporte y he aprendido mucho.
–Cuando recibe un balón, aunque juegue ahora en campos modestos, imagino que se siente realizado. Libre.
–Sí, claro, aunque antes corría más (bromea). Mis condiciones han cambiado un poco. Lo relaciono con mi propia forma de ser. Antes era un poco loco y me basaba en la velocidad. Ahora, mi juego ha cambiado y cuido más el balón. Juego más despacio y miro más a lo que tengo a mi alrededor. Esto se traslada a mi vida.
–Cuéntenos a qué se dedica ahora, aparte de jugar.
–Participo en una empresa dedicada al bienestar animal como director comercial. Tenemos complementos nutricionales para los caballos. Aparte, participo en escuelas de tecnificación para niños.
–Hace tiempo que quiso orientarse a la formación. Entiendo que para que conozcan, de su propia voz, lo bueno y lo malo.
–Lo conté en mi libro. Es otra oportunidad de transmitir las experiencias, no solo en el campo, sino en la vida diaria.
–¿El libro le sirvió de desahogo?
–Sí. Estuve un año y medio con la redacción y tuve momentos de dudas. Sobre todo, en un parón de dos meses en el que dije «hasta aquí, no quiero escribir más». No es fácil plasmar toda tu vida, hay que resumir mucho. Partí de cero, desde el momento en el que tuve uso de razón, y tenía que profundizar en muchas cosas, unas buenas y otras malas. Hubo un momento en el que me pesaron tanto las malas que no quise continuar, pero di mi palabra y lo acabé. No fue fácil.
–¿Le sigue pesando lo malo en la mente?
–Si dijera que no, engañaría. Los fantasmas del pasado siempre vuelven, pero tú decides si te afectan o no. En este caso, me siento bien conmigo mismo ahora, me he perdonado muchas cosas que hice mal en mi pasado. Me dedico a ser libre, a vivir y disfrutar con lo que hago.
–Me gustaría que mirara hacia el estadio. Diga lo primero que se le pase por la cabeza al verlo.
–Intento no pasar mucho por aquí, la verdad. Es imposible describirlo en pocas palabras y poco tiempo. Al final, usted lo ha vivido también desde fuera y yo experimenté muchas cosas en ese campo. Lo tengo guardado.
–Complete esto: Roberto bloca, levanta la cabeza, patea en largo y...
–(Sonríe). Eso estaba muy ensayado y preparado. Roberto golpeaba de tres dedos. Desde el momento en el que él blocaba, yo ya empezaba a correr. Le cogía ventaja al lateral. Hacía mi control orientado hacia delante y luego metía el centro buscando al delantero, ya fuera Geijo o Ighalo.
–Le concreto una fecha: 20 de enero de 2011. Un Granada - Betis (3-0). Quizás, uno de sus mejores actuaciones.
–Sí, la recuerdo perfectamente. Aquella jugada salió perfecta ese día. Nació de Fabri, por cierto. Además, ese día metí un gol. Fue un partidazo. Encima, con un Betis que era un gran equipo.
–Para los más jóvenes, ¿con quién podemos comparar a aquel Benítez?
–Ahora ha cambiado mucho esto. Ya decían en mi época que era de los extremos antiguos porque jugaba a banda natural como zurdo; en la derecha me perdía. Hoy habría que irse a otras ligas para encontrar jugadores así. En España, casi todos están cambiados de lado. Quizás Bryan Gil; un estilo eléctrico de encarar y centrar.
–Llegó a Primera.
–Fue una liberación porque al final es el sueño de cada niño y llegamos muy pocos, un porcentaje mínimo. Muchos se pierden por el camino. Tuve la suerte de llegar y disfrutarlo, un privilegio.
–¿Era feliz en aquel momento?
–Era feliz jugando. Fuera, era feliz, pero no del todo. A veces, cuando nos falta cierta madurez actuamos así.
–Hay una puerta en Los Cármenes dedicada a los héroes de aquel ascenso a Primera. Está Roberto, al que hemos mencionado, y también Nyom, Mainz e Ighalo, que encadenaron dos como usted, que no está allí. ¿Le duele?
–Me apena un poco. Ya hubo polémica en su momento cuando la inauguraron. No estaba en Granada, pero recibí un montón de mensajes. Me llegó que incluso se planteó una quedada para protestar. Me apena, pero no lo tengo en cuenta porque al final no soy rencoroso. Había salido de Granada de una forma fea y la gente que estaba en el club consideró, en ese momento, que no tenía que estar; lo respeto. Lo que sí tengo, me lo guardo, que es lo que me hace sentir la afición. Hay gente que todavía me para después de tantos años. A lo mejor hay uno de la plantilla actual que ni le piden una foto. Es lo que me llena. Lo que me llevé de ese momento, el cariño de la gente.
–Le gustaba pasear por el cementerio...
–Todavía sigo yendo, es raro cuando no voy. Cada uno tiene sus momentos y para mí eso es especial.
–La relación con su madre era una de las claves de su vida... Ella era 'Benítez'...
–Ya han pasado muchos años y siempre la recuerdo. Cogí la costumbre de ir al cementerio porque me daba paz y conectaba con ella, por así decirlo. Hay gente que lo entiende y otros que no, pero hay cosas en la vida que tienes que sentirlas para saber su significado. Mi madre está siempre conmigo.
–¿Se considera creyente?
–No, yo no soy creyente. Me considero espiritual.
–Todo cambió unos meses después, un 16 de febrero de 2014.
–Me acababa de recuperar de una lesión y entrené dos días con el grupo. El partido era un domingo y el viernes hicimos una fiesta en casa. Me metí una raya de cocaína porque al día siguiente tenía entrenamiento, pero por favor, no ponga esto como titular. Fue así, no tengo reparo en decirlo. El domingo jugué en los últimos minutos, me expulsaron por doble amarilla, pero me tocó pasar el control antidopaje. Unas semanas después, se destapó el positivo.
–Insiste en que no era un consumidor habitual.
–Qué va. Nosotros pasamos controles frecuentes a esos niveles, tanto en partidos como de manera interna en el club. Son rutinarios. Yo no he tenido problemas con las drogas y quien se ha criado conmigo lo sabe. Cometí un error, pero creo que tenía que pasar así.
–Le llegó a confirmar al médico ese día que iba a dar positivo.
–Claro. Cuando estaba en la sala. No me escondí. Luego jugué dos partidos más. En un entrenamiento me salí por unas molestias y estaba Javi Ávila, uno de los fisioterapeutas, junto a varios compañeros y me comentaron que salió en prensa.
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–Reapareció dos años después de su positivo en el Alcorcón.
–Hablé con el Huesca a través de Mikel Rico. Me mandaron un contrato, entrené y al día siguiente, al ir a firmar, vi una cláusula que no había visto. Decía que si me lesionaba de gravedad, se rescindía el vínculo. Venía de dos años sin entrenar, no quise saber sobre el fútbol, pero, aun así, lo veía injusto; cualquiera se puede lesionar de gravedad. No firmé y me fichó el Alcorcón.
–¿Qué pasó allí?
–Tuve mala suerte porque me preparé bien. Justo cuando iba a volver tras la sanción, me partí el tobillo. A unos días del primer partido, me dijo el entrenador, Muñiz, que iba a jugar. No se creía que hubiera estado dos años sin entrenar. Yo ya estaba al mismo nivel que en el Granada. El viernes, en un partidillo reducido, salté para un remate y al caer me resbalé y me enganché con un raíl de una pista de atletismo. El tobillo se quedó girado. Seis meses de recuperación.
–Tremendo.
–Acabó la temporada y Muñiz me dijo que si seguía, me renovaba, pero no continuó. Después de dos años de sanción y seis meses de lesión, me vi con las puertas cerradas. Me volví a Mallorca y estuve a punto de dejar el fútbol. Entonces, me llamaron del Racing de Ferrol. Ganaba para pagar el alquiler y poco más. Allí hice una buena temporada. Me llamaron de un club extranjero, pero me quedé. Luego me fui a Chipre, al Limassol.
–¿Cómo le fue allí?
–Bien. Recuperé nivel y ganamos la Copa. Después, volví a Mallorca, al Poblense, y ascendimos a Segunda B. Luego, el Andorra. Me quedé un tiempo, pero hubo problemas económicos y en diciembre retorné a casa con la idea de retirarme. Al final volví a Granada.
–¿Por qué?
–Tengo tres hijos, pero mantengo una relación muy especial con mi hija, Candela, y ella vive aquí. Lo hice provisionalmente, también porque tengo muchos amigos. Pensaba en montar algún negocio y al final me quedé. Entonces, me llamó Fermín Criado, el presidente del Arenas, y firmé por este equipo. Jugué dos años.
–¿Esos amigos de los que habla son los de verdad?
–He tenido de todo tipo, pero con el paso del tiempo reduces ese círculo. Mantengo amistades de todas las épocas.
–¿Se ha perdonado?
–Sí, completamente. Me siento feliz. La clave es sentirse bien con uno mismo. Todos hacemos cosas buenas y malas. Hice algo y estoy arrepentido, pero aparte de con lo malo, yo me quedo con todo lo bueno. He intentado tener presente lo que ha ocurrido, que son muchas más. Me he enfocado en que esto me sirva para saber lo que tengo que hacer bien y cómo ayudar.
–¿Qué le dice a los niños?
–La verdad es que me encanta hablarles en las formaciones, a veces más después del entrenamiento que en el mismo. Es complicado; trabajamos con niños de 6 a 14 años y cada edad tiene su proceso. Los hay muy diferentes y a cada uno hay que hablarle de una manera, darle más o menos cariño... Intento adaptarme a ellos para que ellos absorban lo mejor posible.
–¿Volverá a Los Cármenes?
–Puede ser. Solo he ido una vez porque mi hija Candela quería ir, pero al final ahí me conoce todo el mundo, me piden fotos... Me recuerda muchos momentos. No tengo relación con el Granada, sí con algunos jugadores. Me habría gustado tener una relación más cercana porque no soy de aquí, pero me he quedado. Me considero un granadino más. Tengo ese pequeño dolor de que Granada no haya contado en muchas cosas conmigo porque podía haber sido útil. ¿Que a lo mejor no ha llegado ese momento? Puede ser. No me cierro a nada ni guardo rencor.
–¿Qué le gustaría para el Granada?
–Que lo hubiera cogido gente de aquí porque es un punto clave. La directiva es de fuera y resulta diferente. Cada uno tiene su punto de vista. Los que realmente empujan son los aficionados. Ojalá algún día sea capaz de sacar un abono y venir a todos los partidos.
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