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La alegría que llega en avión y por carretera al Valle de Lecrín
Empresas y consistorios despiertan un destino, en boga en centroeuropa, que los españoles han descubierto gracias a la pandemia
Pilar García-Trevijano
Granada
Domingo, 7 de agosto 2022
Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido. Quizás sea por el murmullo del agua, las vistas a la vega, los campos de ... naranjos o por la fama que Ian Gibson o Chris Stewart le han dado al Valle. Pero lo cierto es que hay algo que invita a quedarse. El silencio y un ritmo pausado guían a decenas de turistas a los 17 núcleos de población que componen el Valle de Lecrín. La naturaleza, los torrentes del deshielo de Sierra Nevada, sus rutas entre ríos y barrancos, las aguas mansas del embalse de Béznar y el infinito verde de sus montes atraen, sobre todo después de la pandemia, a centenares de personas a pasar unas vacaciones retiradas en la comarca. Y muchos de los que lo visitan se quedan.
El valle de la alegría huye (sin poder) de ser un destino en boga, aunque nada tiene que ver su turismo con el aluvión de visitantes que reciben otros territorios granadinos. Isaías Padial, empresario y presidente de la Asociación de Empresarios de Turismo Rural de El Valle de Lecrín, asegura que el éxito del destino se debe a la 'confabulación' y unidad de ayuntamientos, vecinos y empresarios que han metido cabeza para que la comarca tenga su sitio, ya que no es poco el que ocupa, en el mapa.
En Béznar las casas rurales, residentes y la empresa que gestiona el 'chiringuito' y el centro de actividades náuticas del embalse han alcanzado una perfecta simbiosis. José Antonio Barea, gerente de Aventura Alpujarra, se instaló en el pantano hace 7 años. Las raíces le tiraron al pueblo que vio crecer a su abuelo. La empresa, regentada por José, su mujer y sus hijos, recibe hasta 6.000 visitas de mayo a octubre, periodo en el que permanece abierto. Ofrecen paddel surf, vela, windsurf, kayak, hidropedales... a grupos y campamentos por las mañanas y a particulares por las tardes. Además, el embalse se utiliza a modo de playa, una playa sin medusas y donde las rachas de viento no son fuertes.
«Sin casas rurales sería poco posible que pudiéramos mantener abierto el centro, igual que sin un abanico de actividades no vendría aquí tanta gente», explica. La pandemia a la empresa le vino de perlas porque el turismo de cercanía y el cierre de fronteras hizo que muchos se animaran a descubrir el entorno. «Disponemos de una naturaleza privilegiada que ofrece incluso la posibilidad de esquiar en la rinconada de Nigüelas», destaca.
La llegada del centro náutico también ha traído más ocio al pueblo, que acude a la orilla del embalse a tomarse algo en el puesto junto al pantano, sobre todo cuando se celebra la Virgen del Carmen y procesiona en catamarán por las aguas.
«Todo lo que hacemos las empresas en esta zona y el beneficio de las actividades cae, circula y genera la riqueza en la comarca y eso es extraordinario», dice.
En Nigüelas, además de turistas, también hay muchos extranjeros que pasan un fin de semana en el hotel La Alquería de los Lentos para comprar una casa. Rosana y Cristóbal, los propietarios, que conocieron el Valle cuando trabajaba en 2002 en la capital, la pandemia pasaron por momentos difíciles aunque la mayoría de la clientela sigue siendo española. «Vamos a estar a nivel de agosto igual que el año pasado, pero notamos más extranjeros». En verano dan trabajo a hasta 18 personas locales, que se encargan de atender las 14 habitaciones y a los comensales que llegan a la terraza, todos los productos que se emplean en la cocina del restaurante son de su propia cosecha o comprados en mercados y productores de la comarca. «Creemos que otra forma de vida y un turismo amable es posible. Los humanos necesitamos un cambio de mentalidad.
No todo está en el ritmo frenético de las ciudades», señalan los empresarios, que ofrecen a sus visitantes ocio con empresas de la zona, piscina, masajes, música en directo algunas noches y hasta un mercadillo.
En el centro de Nigüelas hay ambiente. Algunos aterrizan en la plaza de la iglesia repletos de sudor después de hacer una ruta. Aprovechando el tirón del turismo de naturaleza algunos vecinos y enamorados del valle han puesto en marcha negocios de turismo activo. Entre ellos Fernando Domínguez, junto a dos guías, Maya y Eva, que ofrecen rutas por parajes como el Barranco Luna, además de otras con senderos entre olivos y catas de aceite. «Acabamos de comenzar, soy guía turístico de la Junta, trabajo en el caminito del rey y era un proyecto que llevaba años en mi cabeza y me decidí después de la pandemia. El valle tiene un gran potencial que no estaba lo suficientemente desarrollado. Quiero ir aumentando la oferta turística con observaciones astronómicas y show cooking para casas rurales», cuenta.
Al igual que Fernando, José Manuel Aguacil García, gerente de Alquimia y natural del Valle, también es guía. Hace un año puso en marcha la empresa y casi todos los días tiene algún grupo, muchos de ellos extranjeros. «Nos va muy bien la empresa, alguna gente viene desde la Alhambra y enseñamos el valle morisco. Ofrecemos visitas guiadas por Nigüelas, la ruta del agua y los llevamos a la almazara. En mi finca enseño los olivos y ofrezco una cata oficial con productos de la zona», explica. Manuel, que cuenta con la colaboración de otro guía de la Alhambra, Borja Capellan, se afana en ampliar su negocio e incluir otras actividades como paseos en burro.
Padial, presidente de los empresarios, mantiene que el camino para la supervivencia de estos pueblos, además de la agricultura, será un turismo respetuoso que genere más movimiento. Ya son muchos extranjeros los que se instalan en el Valle y teletrabajan. Además, con fondos Next Generation, quieren poner en marcha una ruta histórica con 38 pueblos, desde Otura y el suspiro del moro hasta Almería para contar, entre otras historias, la salida de Boabdil de Granada.
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