Ver fotos
Ocho de la tarde, hora punta de reuniones en el Albaicín
Los miradores han congregado cada tarde a decenas de deportistas y vecinos. La Policía Local 'toma' San Nicolás para evitar más aglomeraciones y reforzará la presencia en San Miguel
La curva del coronavirus duró 'plana' una semana. Hubo tres jornadas en las que los nuevos contagios en Granada no llegaban a la veintena, pero el jueves el número de positivos, 65, volvió al nivel del 27 de abril. ... Paso atrás en el camino hacia el control del virus. Por las fechas se puede deducir que el patógeno se empezó a propagar otra vez con más intensidad tras el permiso para los paseos de los niños. En este contexto, Granada y su área metropolitana no reúnen, según la Junta de Andalucía, los requisitos para pasar sin condiciones a la 'fase uno' del plan de desescalada.
Habrá que esperar hasta dentro de una semana, aproximadamente, para comprobar si las salidas de los adultos se traducirán en un incremento aún mayor del número diario de positivos. Por ahora, las imágenes de vecinos charlando en las calles, sentados en bancos, corrillos de jóvenes, deportistas en pareja o en grupo, no invitan al optimismo. La estampa del bordillo en el mirador de San Nicolás repleto de personas obligó a actuar a la Policía Local. En el de San Miguel Alto, más de lo mismo. El Albaicín, denuncian los vecinos, se ha convertido en los últimos días en un puerto de montaña con vistas a la Alhambra.
Lo pudo comprobar IDEAL y lo denuncian los albaicineros desde que comenzó el estado de alarma. Porque el problema en San Miguel no comienza en la última semana: aseguran que en determinadas cuevas del cerro no se ha llegado a cumplir el confinamiento, «con fiestas, tamboradas, música y lumbres» que han congregado a varios grupos de personas en el entorno. A esta situación, habitual en el cerro, se ha sumado en los últimos días la presencia de deportistas y caminantes que suben al mirador al atardecer.
Al filo de las ocho de la tarde, por el mirador de San Nicolás tan sólo han pasado un par de ancianos que no han permanecido más de dos minutos observando la Alhambra. Se acercan una mujer y su hija, que graban un vídeo sentadas en un banco. Otra chica pasea con su perro y tira una foto, pero no llega a sentarse ni a parar. Luego irrumpe un joven. Se acerca al bordillo y se toma un selfie. Camina en paralelo mientras contempla el monumento y se sube a un banco a la búsqueda de una vista más alta. Viene andando desde la zona del Palacio de Congresos, reconoce que antes de las ocho de la tarde no puede hacerlo, pero no se ha encontrado con ningún policía. Este es el prólogo del punto álgido de la tarde: a partir de las 2o horas.
La patrulla irrumpe en San Nicolás a esa hora con cuatro policías, luego llegarán otros dos. Aparcan dos motos en mitad del mirador y uno de los agentes se va directo a un hombre sentado en el banco: le explican, en inglés, que no puede utilizarlo y tiene que seguir con su camino. No: no está permitido sentarse en los bancos o los bordillos. En apenas cinco minutos pasan por el mirador tres chicas: dos compañeras de piso y otra que pide acercarse hacer una foto, permiso que niega la policía recordando que la salida sólo está permitida para correr o caminar. Jadea otro joven que tiene que detenerse a tomar aire tras 'escalar' corriendo al Albaicín: «Es que me he pegado un 'sprint'», dice a los municipales. Uno de los agentes se acerca a los peatones con la libreta blanca en la mano.
Y de pronto, en un momento, empiezan a agolparse en las calles de acceso, ciclistas y viandantes que llegan en grupo, se separan al ver a la policía y se encuentran con una plaza inaccesible, así que se dan la vuelta. La Policía, que acabará esa tarde habiendo impuesto sanciones en la placeta de Carvajales, el Paseo de los Tristes y la Calle Elvira, evita así la aglomeración y el consecuente peligro de transmisión del virus. Al lado, en Plaza Larga, hay seis personas sentadas en los bancos: tres de ellas comparten un litro de cerveza. Al girar la cabeza, la cuesta de Alhacaba se hace aún más angosta en el tramo final para los deportistas que apuran los últimos metros de subida, quizá camino a un mirador por el que no se podrán asomar.
Entretanto, San Miguel Alto se llena poco a poco de personas. Nada más acceder al espacio, a las 20:48, hay dos ciclistas en traje fluorescente sentados en el bordillo, uno de ellos bebiendo una lata de cerveza. Al principio son 17 los granadinos congregados bajo la ermita, en la que alguien empezó a trazar un grafiti que se quedó a medias: «Salgamos de cas». Es de suponer que le falta una 'a'. Media hora más tarde ya son 21 los que están asomados al bordillo y otros 11 los que recorren el entorno, desde el que se ve el chorreo de personas que suben por la colina.
En un momento llegan a coincidir ocho bicicletas, entre ellas las de un grupo de jóvenes que bromean con que están juntos pero manteniendo la distancia de seguridad. Lo cierto es que se hace difícil guardar el metro mínimo, aunque la mayoría de la gente que pasa por allí es escrupulosa: ciclistas que circulan pero no se llegan a detener a hacer la foto, corredores que van solos o vecinos del Albaicín que suben en solitario.
Por otro lado, un vecino que pide permanecer en el anonimato -asegura haber sufrido amenazas por parte de los moradores- asegura que el estado de alarma no ha acabado con la fiesta en las cuevas. En abril hubo tres detenidos y la Policía Nacional incautó 400 gramos de marihuana tras una reyerta en la zona. Este vecino, que aporta fotografías, ha encontrado estos días papeleras llenas de latas de cerveza e incluso preservativos. Afirma que hay jóvenes que hacen «botellón» en el mirador de la Rauda y por todo el cerro de San Miguel.
«Por parte de la asociación de vecinos no hemos dejado de denunciar el tema», explica Antonio Jiménez, presidente del colectivo de residentes en el barrio. «Ha habido tamboradas, música, gente subiendo y bajando, lumbres y de todo en el estado de alarma. Las cuevas son el mayor problema social del Albaicín. No queremos que los echen, sino que los reubiquen», explica. Para controlar la afluencia al barrio durante la desescalada reclama mayor presencia policial, que funcionen las patrullas de barrio.
La Policía Local firmó el jueves 35 boletines de denuncia. En los próximos días reforzará la vigilancia en San Miguel Alto con presencia fija, como sucede en el mirador de San Nicolás.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión