«Miles de parados y no hay quien coja la aceituna»
Los agricultores planifican la campaña a la espera de que lleguen los jornaleros para no perder la primera cosecha buena en varios años
Un ciclo sin fin. Faltan manos para el campo y el problema se traslada de una plantación a otra. De los cultivos de hortalizas de ... Játar o Zafarraya, a los invernaderos de la Costa en verano. Ahora la carestía sacude a los olivares del Poniente, mientras que en primavera le tocará a los cultivos de la vega.
Mientras tanto, en la aceituna los agricultores se devanan los sesos en busca de soluciones que no dañen su maltrecha economía. «Mano de obra nacional no hay», resume Rafael Almirón, representante sectorial del aceite en Cooperativas Agroalimentarias de Granada y presidente de Aceites Algarinejo, que tiene 20 hectáreas de olivo de las 3.000 que integra la cooperativa.
Almirón se inicio como agricultor en el año 2001 y el pasado año se las deseó para conseguir jornaleros que le echaran una mano en la recogida. «Fue una campaña ridícula en producción, por eso encontramos temporeros que acabaron de trabajar rápido en Jaén y se vinieron. La obtención de jornaleros de fuera es complicada gestionarla», señala. El agricultor y representante de los olivareros de Algarinejo cuenta que han hablado con Subdelegación del Gobierno para organizar la llegada de temporeros extranjeros, que suelen ser de origen magrebí y marroquí.
Rafa Sánchez, olivarero, acondiciona el suelo de la finca en la que trabaja en Láchar de cara al inicio de la recogida. A sus 58 años, lleva toda una vida con las manos en la tierra, al igual que su padre y su abuelo antes que él. «Dos millones y medio de parados en España y no hay quien coja la aceituna», comenta. No habrá más relevo familiar. Sus hijos han decidido desempeñarse en otra cosa. «La agricultura es una ruina. Siempre pasa algo que te estropea la campaña y vas a pérdidas. Para un año bueno que nos llega, el fruto puede quedarse en el árbol», lamenta.
La cara b de la falta de mano de obra es la contratación irregular de inmigrantes, la fórmula a la que recurren muchas fincas aún a riesgo de pagar una buena sanción. Un agricultor, que prefiere permanecer en el anonimato, cuenta lo que a nadie le gusta admitir. «Tengo contactos fijos en el pueblo de extranjeros que me ayudan a coger la aceituna cuando no consigo peones», concluye.
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