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Ciudadanos que portan armas blancas
Inquietud por el aumento de la violencia en la noche granadinaSalir de fiesta ha sido siempre una combinación de disfrute, evasión y amistad. Olvidar los problemas durante unas horas mientras bailamos en la pista de ... baile -en muchos casos, con copas incluidas- es una opción elegida por cientos de granadinos, especialmente en fechas festivas como las que ahora dejamos atrás. La mayoría salen a pasarlo bien, sin más, con la excepción de una pequeña parte de la población. Son aquellos que salen de casa con algún objeto potencialmente peligroso, generalmente un arma blanca, que pueden usar en algún momento para atacar o defenderse. Los datos hablan por sí solos. En los últimos tres meses del año pasado se produjeron al menos ocho apuñalamientos, de los cuales cinco se registraron en la puerta o el entorno de pubs y discotecas. Uno de los más sonados ocurrió cerca de Pedro Antonio, donde una reyerta con una veintena de personas acabó con un portero herido. Trabajadores del ocio nocturno han comprobado que hay más ciudadanos que portan armas blancas cuando salen de fiesta, aunque gracias a los controles de seguridad se impide su acceso. Además, policías locales intervienen ocasionalmente navajas, a veces, incluso, a menores de edad.
Los que más conocen esta realidad son aquellos que controlan la entrada de los locales de ocio, los porteros. Ellos lidian con ambos grupos, los que buscan pasarlo bien sin meterse con nadie y los que llevan encima algún objeto sospechoso, aunque, recordemos, son los menos. «Si entran son un peligro para el resto, así que es importante impedir su acceso», cuenta el vigilante David (nombre ficticio, prefiere mantenerse en el anonimato). Percibe que la clientela que los porta ha aumentado «desde hace un año». Generalmente son navajas, pero se ha dado el caso de que han encontrado «alguna pistola», real y de fogueo. «Las adquieren en el mercado negro, por 500 euros tienen una 9 mm. El que sale con ella encima no busca nada bueno», agrega.
De hecho, tal y como publicó IDEAL hace un año, discotecas y pubs han reforzado la seguridad ante el aumento de incidentes violentos. Han contratado más porteros, extremado la precaución con el registro de bolsos e incluso incorporado detectores de metales para detectar navajas. Asimismo, los porteros de los distintos locales granadinos se coordinan y comentan si alguien ha causado un altercado o saben que es conflictivo, para que el resto estén atentos.
Pedro, que también quiere ocultar su identidad, vigila la puerta de otra discoteca del Centro. Lleva más de 25 años en el oficio y nunca había detectado tantas armas blancas como ahora. «Cada viernes y sábado, al registrar a los que van a entrar, encontramos mínimo cuatro o cinco por día. Antes no pasaba y ahora es exagerado. Supone un riesgo para los clientes, pero también para nosotros», comenta.
Cuenta que hace años, los que portaban un objeto amenazante «lo dejaban en el coche», pero últimamente ya lo llevan encima «e intentan meterlo». Por suerte, los estrictos controles de seguridad evitan en buena parte de las ocasiones que los introduzcan. También ahí, durante los registros, hay «tensión». «Se enfadan porque les cacheamos, e incluso no entienden si les denegamos la entrada por encontrarles un cuchillo. También vemos espráis pimienta en algunos bolsos de mujeres. Y armas de fuego, que suelen llevarlas hombres», detalla.
Los propietarios de discotecas y pubs de Granada coinciden en que la «agresividad» ha ido en aumento, pero creen que no solo en el ocio nocturno, sino en la sociedad en general. Además, insisten en que las disputas se quedan fuera gracias a las medidas exhaustivas de control de acceso. De hecho, esta Navidad notan en general menos incidentes en sus locales, también en referencia a los tradicionales robos de abrigos. Félix Cobos, gerente de Backstage, señala que hay «menos problemas» que el año anterior y cree que es porque los protocolos instaurados «dan resultado». «Gastamos mucho en seguridad, tenemos incluso porteros dentro de la sala vestidos de paisano», resalta. A su juicio, la violencia no tiene que ver con el ocio nocturno, sino con el «concepto de sociedad que tenemos». «Ocurre en negocios públicos de cualquier otro tipo», añade.
En Granada 10, donde el público es mayoritariamente universitario, también detienen en la puerta cualquier intento de meter objetos peligrosos. Inspeccionan los bolsos y riñoneras «de todos los clientes» y de vez en cuando hallan «navajillas» a algunos chicos y espráis pimienta a chicas. «Cada vez se ve más, pero dentro no solemos tener peleas, ya que a esta gente no se la deja entrar. No tenemos clientes problemáticos», expone Miguel Martín, encargado de Granada 10. Otros locales consultados por este periódico coinciden en que si hay episodios graves, como apuñalamientos, ocurren en la puerta de los locales, no dentro.
Si ampliamos más la zona de análisis, encontramos que el resultado es el mismo. Policías locales requisan anualmente varias navajas a ciudadanos y coinciden en que cuando acuden a avisos por peleas estas son «más violentas». En Santa Fe, por ejemplo, los agentes retiraron el pasado año seis cuchillos o navajas, tres de ellos «con intención de usarse». «Son de fácil acceso y no necesitan instrucciones para su uso. Además, las redes sociales nos dan acceso a muchísimos vídeos donde se muestran imágenes impactantes de personas con armas blancas enfrentándose a policías o provocando altercados públicos, lo que lleva a la emulación de esas conductas», explica la Policía Local del pueblo.
En este sentido, perciben «más violencia en las peleas», donde a las partes no les importa «llegar un poco más lejos para dejar claro quién es el que manda». Por último, están detectando «más avisos» de personas que les llaman para informarles sobre individuos portando armas de fuego, reales o simuladas.
En una línea similar se pronuncia la Policía Local de Maracena, que el año pasado requisó un número de armas blancas superior. En 2022 incautaron cinco; en 2023, una; y en 2024 fueron siete. «La mitad de ellos eran menores de edad, tenían entre 14 y 17 años. Algunas eran navajas prohibidas, mientras que otras medían cuatro o cinco centímetros, suficiente para herir a alguien en una zona sensible y poder matarlo», explica Manuel Quirosa, jefe del cuerpo.
Perciben desde la pandemia un «incremento de la agresividad», y aunque no hay que hablar de inseguridad, sí que hay que mostrarse rotundos contra estos comportamientos. «Hay niños que en vez de un lápiz llevan una navaja, entendemos que para defenderse, no para amenazar, pero es un peligro», indica. En consecuencia, han reforzado los controles para localizar este tipo de objetos. A un mismo grupo, por ejemplo, les han quitado en distintas ocasiones armas similares.
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