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Fiesta a medio gas en el primer 'juernes' del cierre universitario
No hubo aglomeraciones en la calle ni establecimientos abiertos más allá de la hora permitida, pero sí reuniones en los pisos tras el cierre de los locales
Javier Morales
Granada
Viernes, 16 de octubre 2020, 08:56
Primer 'juernes' de aulas cerradas y pubs abiertos. En la calle Pedro Antonio de Alarcón, eje de la marcha universitaria en Granada, el ambiente ... se puede comparar con el de un sábado de verano prepandemia. Los pubs no están llenos, salvo un par de excepciones, y sus relaciones públicas inventan circunloquios para enganchar clientela ofreciendo jarras de cerveza a dos euros y copas a cuatro. Los que hay en Plaza Einstein se encuentran las dos mismas respuestas en más de una ocasión: «Vamos a casa» o «Es que buscamos un sitio con terraza». «Bueno, pasaos mañana», responden.
Son las once y media del día en el que ha entrado en vigor la orden de la Junta de Andalucía que obliga a cerrar la Universidad durante diez días y no permitir la entrada a residencias y colegios mayores a partir de las diez de la noche. Por otra orden previa, los pubs no pueden servir a nuevos clientes desde las doce y a la una deben cerrar sus puertas. La administración autonómica clausuró el ocio nocturno -esta es la teoría- en agosto. Los bares sólo de copas tenían que bajar la persiana sin excepciones, pero el resto podía mantener su actividad con horario y aforo reducidos. En el entorno de Pedro Antonio -aquí viene la práctica- todos los pubs que solían abrir los jueves, salvo tres, están operativos, algunos de ellos sirviéndose de cambios de licencia para esquivar la prohibición.
La Policía Local pasa por la calle dos veces en cuestión de media hora. Desde el coche echan un vistazo a los establecimientos, por si alguno sobrepasa el aforo máximo. A simple vista, en ninguno de ellos hay bullicio por encima de lo permitido. La gente se concentra en las puertas de los locales, donde fuman con poco disimulo, o va de un sitio a otro, en muchos casos sin mascarilla. Tampoco hay botellones por la zona; el tiempo ya no invita a permanecer de madrugada en la calle. En la antigua glorieta de Arabial, uno de los puntos vigilados por los agentes, sólo hay un par de grupos de jóvenes.
¿No hay fiesta, entonces? La estampa a pie de calle -sucede lo mismo en Ganivet- no tiene nada que ver con la de las aglomeraciones que los vecinos documentaron con fotos y vídeos durante los últimos fines de semana. Pero las bolsas en las que tintinean los litros de cerveza delatan que aunque los pubs estén a medio gas y al filo del cierre, la noche no acaba con el toque de queda.
Es fácil comprar alcohol fuera del horario permitido en los establecimientos de 24 horas. Junto a uno de ellos hay un grupo de estudiantes. «El cierre de la Universidad nos parece muy mal. Ya ves cómo está todo esto (señala a una terraza llena de gente). Las clases están ventiladas, hay gel, distancia. No se propaga lo mismo en un aula que en un pub. Hay gente de nuestra edad inconsciente, pero no tenemos que perder clase porque haya gente que se junte haciendo botellón. Nosotros botellones no hacemos, nos parece una locura, y que pase la policía y no haga nada…»
Habla Zindia, a la búsqueda, junto a sus amigos, de un plan seguro. Plantean la opción de ir a un piso, pero sólo ellos. Cuenta Manuel que ya ha tenido «malas experiencias»: estuvo a punto de ir a un botellón en el que hubo 13 positivos. «Hay gente que ha cogido el coronavirus por hacer botellón dentro de un piso con 25 personas», añade Zindia. Coinciden en que la culpa del incremento de contagios no es sólo de los estudiantes: «Salimos un rato en la tele porque somos cabezas de turco y nos castigan porque hay un vídeo en Ganivet». Aclara, además, que quienes aparecen en aquel vídeo difundido el pasado fin de semana no son universitarios.
Antes de la una de la madrugada son mayoría los pubs que ya han anticipado el cierre. Otros apuran los últimos minutos, con las luces encendidas para dispersar a la clientela. Es un momento crítico, puede haber barullo en la calle. En efecto, las aceras empiezan a llenarse, pero los grupos se dispersan hacia los portales y las tiendas. De una de Emperatriz Eugenia sale otra pandilla de varias universitarias y una opositora. «El plan es irnos a mi casa. Estamos en el mismo piso. Venimos con todas las medidas de seguridad entre nosotras», explica una de ellas, que pide no ser grabada. ¿No les preocupa molestar a los vecinos? «No vamos de fiesta, realmente nos vamos al piso a charlar».
La población universitaria de fuera de la provincia ronda -según datos del pasado curso- los 26.000 matriculados, sólo en estudios de grado. De estos, alrededor de 2.000 viven en residencias y colegios mayores, un 4% del total de la comunidad estudiantil que a las diez de la noche debe estar ya en el alojamiento. El resto busca acomodo en pisos de alquiler, en zonas como Pedro Antonio. Tres minutos después de la una de la madrugada, momento en el que pasa la Policía Nacional haciendo indicaciones a peatones que no llevan la mascarilla y deteniendo cada pocos metros el vehículo para comprobar que los pubs ya han cerrado, es sencillo encontrar en cada edificio al menos una o dos ventanas abiertas en las que sigue la fiesta. Incluso jóvenes que se comunican a voces entre balcón y balcón. Al otro lado de la ciudad, en Ganivet, apenas se ve gente en las puertas de un par de pubs. Ni punto de comparación con las imágenes de algarabía del pasado fin de semana.
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