«Conocí aquí a dos chicos, uno me arregló la espalda y el otro, el corazón»
Cecilia es de Logroño, tiene 49 años y está enamorada. Y como el amor es como es, su actual estado le mantiene completamente feliz a pesar de las circunstancias
Sergio González Hueso
Granada
Lunes, 25 de mayo 2020, 01:08
Cecilia es de Logroño, tiene 49 años y está enamorada. Y como el amor es como es, su actual estado le mantiene completamente feliz a ... pesar de las circunstancias. A su chico lo conoció en el Palacio de Deportes de Granada, donde ambos fueron a parar después de haberse quedado sin techo tras una serie de avatares desgraciados.
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Cecilia llegó a la capital granadina el mismo 14 de marzo. Su conclusión fue la siguiente. Vio que las cosas con la Covid-19 se estaban complicando mucho y entonces tomó una determinación:«Vi que la cosa se ponía mal y me dije: 'Cecilia, si se va a acabar el mundo por lo menos que te pille en Andalucía'. Y me cogí el primer autobús rumbo al Sur», cuenta. Quiso la casualidad que el coche tuviera dirección Granada, y aquí se plantó. No conocía a nadie y no tenía dinero. «Mi familia sabía que quería venirme y me pagaron el billete. Estuve unos días en un albergue y al poco tiempo llegué al otro pabellón», cuenta esta mujer, que fue de las primeras personas que durmieron en el Paquillo Fernández.
De ahí fue a parar al Palacio, donde comparte cama, mesa y vida con Adrián, un chico uruguayo al que conoció matando el tiempo. «Yo tengo la espalda mal, entonces me hice amigo de dos chicos y uno de ellos era quiropráctico. Entonces uno me arregló la espalda y el otro el corazón», bromea esta riojana, que aunque ha tenido que pasar varios tragos desagradables en las últimas semanas, cree que las cosas buenas «siempre pueden más» que las malas. El problema es la incertidumbre. Sus planes son los de quedarse en Granada a seguir siendo feliz, el problema es que desconoce qué será de ella cuando el Palacio vuelva a su función de siempre. De momento prefiere no pensar más que en el día a día y en su Adrián, que lleva algo peor lo de no poder controlar su futuro. Directamente tiene miedo de acabar otra vez en la calle. «Es que nunca me vi así antes. Ha sido un golpe duro», explica este hombre, de 36 años, que perdió su trabajo de guarda en una finca motrileña por culpa del cese de la actividad que se decretó tras el estado de alarma. Como no cobraba más que el alojamiento y la manutención, ahora se ha visto en la calle sin un duro.
Desde Uruguay
Hace un año y medio que llegó a la provincia. Lo hizo desde su Uruguay natal, de donde salió pitando por la inseguridad que hay. Allí trabajó de casi todo: ayudante de cocina, cambiando placas de pladur o de encargado de mantenimiento. Como siempre ha estado ocupado, ahora está estresado en el albergue y deseando encontrar un sitio en el que poder trabajar. Piensa que el cierre del Palacio le va a complicar todo muchísimo, pues no tiene ni a dónde ir ni conoce a nadie más que a Cecilia, que tampoco tiene apoyos en Granada. «El problema que tengo es que siempre he trabajado en negro, y ahora no me reconocen nada», cuenta en el centro que hoy se ha convertido en su provisional casa, ese lugar donde un buen día se cruzó con ella.
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