Expertos introducirán en Los Guájares nuevas especies que resistan el fuego y el cambio climático
Los primeros brotes verdes son visibles en las 5.000 hectáreas de monte quemado, pero habrá que esperar al menos dos años a que el suelo se recupere para reforestar
En Los Guájares quedan las sombras del ayer. El pulmón verde de cinco pueblos, de una comarca y de parte de la provincia, parece un ... cementerio de 5.000 hectáreas. El verde y el marrón desvaídos del monte solo dejan ver el negro carbón incluso siete meses después de la tragedia. La sierra parece un campo de batalla. El fuego ha desaparecido, pero siguen sus cadáveres. Los esqueletos de los pinos que han aguantado erguidos frente a la muerte y las ramas de los árboles que se estremecen como en una mueca de terror aguantan, en paciente espera, los dientes de la segueta. Desde Restábal a Guájar alto, la imagen levanta suspiros de los alcaldes.
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Pero hasta en el fuego más devastador la vida encuentra su paso. Las flores salvajes han crecido en la adversidad. Hay pequeños campos de amapolas entre troncos de madera talados. También margaritas que buscan la primavera, retoños en algunos árboles y, sobre todo, brotes verdes de pequeños pinos que dan lugar a la esperanza.
Los expertos creen que se deberá esperar dos años para ver signos, señales, de recuperación y regeneración en el monte. Un plazo razonable que también se han dado para valorar en qué zonas permitirán que la madre naturaleza se lama ella sola sus heridas y en qué hectáreas tendrán que intervenir en la reforestación de vegetación que sea capaz de aguantar el cambio climático y el clima mediterráneo.
En la A-44 de camino a la Costa la belleza de las vistas al valle se interrumpe por la cumbre en carne viva de Los Guájares. Desde el asfalto solo se ve la punta del iceberg de tanto daño que han causado las llamas. Basta acercarse a la parte baja del incendio, a Ízbor, para darse cuenta. Se tardan más de cuatro horas en recorrer en todoterreno lo que el fuego tras de sí dejó. Una colina, luego otra y otra más hasta perder la cuenta. De vez en cuando hay claros verdes que sorprenden que se hayan librado del incendio del pasado mes de septiembre. El fuego saltó mucho y deprisa.
Los operarios y agentes de Medio Ambiente se parten la espalda para despejar todos los caminos del monte. Las tronchadoras convierten en serrín, en sustrato para el suelo, la madera que no es reutilizable, mientras que en las cunetas se apilan los troncos para venderlos. Mañana serán pellet, leña o carbón. Hay que saber rentabilizar también la desgracia.
Al llegar a los términos municipales de El Valle, se obtiene una panorámica que da una visión más real de lo que aquel incendio, caído en el olvido para muchos granadinos, de verdad supuso. Un mal que no se había visto en tres décadas y que sus estragos, en masa forestal dañada, equivalen a 3.310 campos de fútbol de 8.000 metros cuadrados.
Afortunadamente, mentes brillantes de la provincia trabajan para devolver vida a Los Guájares. Una comisión de expertos hace seguimiento continuo de la situación para planificar a futuro la intervención y la regeneración de la tierra calcinada.
Belén Romacho, jefa del servicio de Gestión del Medio Natural de la delegación territorial de la Junta de Andalucía, y Javier Cano, técnico del departamento, forman parte de esa comisión junto al plan INFOCA, representantes de dominio público hidráulico, agentes de medio ambiente y expertos en botánica, hidrología y restauración ecológica de la Universidad de Granada y de Córdoba. Los técnicos de la administración andaluza destacan que su misión principal es conservar el suelo que ya hay.
«Para la regeneración habrá que esperar un año o dos. El pino va a salir, ya está saliendo, y el matorral también, pero no ha llovido y se va retrasando», adelanta Cano. «El suelo queda desnudo y es susceptible a la erosión. Puedes explotar todo el monte si quieres, plantar árboles para hacer un bosque, pero el suelo es el capital. Si no está bien da igual que se intervenga porque no servirá de nada. Lo que intentamos es recuperarlo para esa regeneración», explican. «Está todo calcinado y puede ceder. Tenemos que garantizar que todo se asienta», añaden.
Debajo de la cubierta quemada se conserva humedad. En zonas más sombreadas y protegidas de la insolación se recuperará el monte primero. Los técnicos estarán atentos a estas señales y la respuesta del ecosistema para actuar. Aunque ya saben más o menos por donde deben ir los tiros.
Evaluación minuciosa
La comisión trabaja en la planificación de todos los caminos y accesos, guiados por el Infoca, para que esto no se repita y tener zonas donde actuar si hay otro incendio. La Junta de Andalucía invierte actualmente 3,5 millones en la limpieza y acondicionamiento del monte. Actúa sobre las 1.500 hectáreas más afectadas y las que pueden caer y dañar los pueblos. Tardarán meses. Cuando terminen la obra de emergencia se valorará cómo es la regeneración natural. «Tenemos que darle tiempo al campo para ver la respuesta natural. Apoyaremos esa regeneración natural más que dedicarnos a hacer repoblaciones a gran escala. Probablemente se reforestarán zonas y valoramos apostar por paisajes diversos más adaptados al cambio climático, un sistema más resiliente que todo arbolado», señalan.
Los operarios llenan el monte de albarradas y fajinas, hechas de troncos de árboles quemados a modo de retén, para frenar la tierra que ceda y servir como diques donde se acumule la materia orgánica para que germinen las semillas.
La naturaleza se recupera rápido, aunque aún así pasarán décadas para que el monte sea lo que fue. El fuego del verano, que estuvo activo una semana, afecto en un 42,7% a bosques de coníferas (como el ciprés o el pino) y un 34,6% del terreno calcinado era de vegetación esclerófila, con árboles típicos del clima mediterráneo. «Seguiremos trabajando todas las delegaciones para devolver su potencial al bosque», anuncia Antonio Granados, delegado de Gobierno de la Junta en Granada. «La naturaleza es la que decide. Analizamos qué vegetación implantar para garantizar su durabilidad en caso de incendio», subraya Francisco Manuel García, delegado de Medio Ambiente.
Atraídos por el fuego
El daño «moral» que ha causado el incendio en los pueblos es incalculable. Y reponerse al susto llevará más tiempo que recuperar la tierra. Antonio Mancilla, alcalde de Los Guájares, dice que los agricultores de 50 hectáreas han tenido que hacer de tripas corazón. No se sabe nada de la declaración de zona catastrófica por parte del Gobierno. El incendio también ha dañado ríos y barrancos en la localidad. Eso sí, bien por morbo o interés, Mancilla cuenta que hay más visitantes que nunca en el pueblo. Todos se acercan a ver la devastación de las llamas.
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