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ángela morán
Granada
Miércoles, 13 de febrero 2019, 13:42
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Hace unos días se registraron tres episodios de abuso y agresión sexual a chicas menores de edad en la provincia. Estos episodios son una muestra más de la inseguridad que muchas mujeres viven al volver solas a sus casas. Solo hay que darse una vuelta por las facultades de la ciudad y escuchar los cientos de historias, que muchas de las chicas -por no decir todas-, en algún momento de sus vidas han experimentado. Altercados en los que han visto peligrar su integridad física y en los que han recurrido a «coger el móvil en una mano y las llaves en la otra», un gesto que, saben, se impone como una falsa sensación de seguridad. Al salir de una discoteca, al volver de la universidad o al dar un paseo sin compañía, «así porque sí, porque a nosotras también nos gusta la soledad». En cualquier momento del día, incluso a plena luz del sol, las mujeres han sentido -y sienten- desconfianza al cruzarse con ciertas miradas.
«No conozco a ninguna chica que no tenga alguna historia que contar», explicaban varias chicas en la facultad de Filosofía y Letras. Una idea común que, dicen, «se ha normalizado». «¿Por qué tenemos que pensar en cómo vamos a volver a casa a salvo mientras nos ponemos los zapatos para salir? Eso los chicos no tienen que hacerlo». Cuentan que el problema reside en la idea de que «tocar el culo sin consentimiento se ha vuelto algo usual en las discotecas». Los testimonios, además, coinciden al explicar cuál es la razón para no recurrir a los métodos legales. «La policía no me va a hacer caso, se va a reír de mí», piensan muchas jóvenes. Conclusión a la que llegaban las chicas después de contar sus experiencias al regresar a casa. Un acto habitual que, en ocasiones, se convierte en una pesadilla. Aquí van algunos de esos testimonios.
Celia
«Volviendo a casa un coche empezó a seguirme, tenía miedo y me sentí acosada.Aceleré el paso y me escondí detrás de la rueda de un coche. Por suerte, me encontré con un grupo de chavales que no dudaron en prestarme ayuda y acompañarme a casa. Estoy harta de tener que ir acompañada a mi casa 'por lo que pueda pasar'. No tenemos medios para defendernos y tampoco nos los facilitan. He acudido a denunciar ante la policía en una sola ocasión, una amiga y yo sufrimos un abuso sexual en mi pueblo y cuando llegamos a la comisaria, yo no llevaba la documentación encima. El policía me dijo que me podría denunciar a mi por no tener el DNI encima».
Danie
«Al salir de clase, una hora temprana en la que no esperas que te pase nada malo, noté como un hombre me perseguía. Al mirar hacia atrás me di cuenta de que tenía todo al aire y no supe qué hacer. Sentí miedo y seguí andando cada vez más rápido. Después de seguirme tres calles, en el centro de la ciudad, conseguí despistarlo. Creo que es una historia que se repite demasiado. En las discotecas, cuando me siento acosada, recurro a un amigo para que finja ser mi novio porque parece que la figura del chico si la respetan, pero la nuestra no.»
Sofí
«En la Cabalgata de Reyes, una fiesta familiar en la que hay mucha gente en la calle, me rodearon entre 10 chicos de unos 20 años. Ellos estaban esnifando pegamento, ahora en calle Elvira está como de moda, y empezaron a cerrar el circulo dejándome atrapada. Eché a correr y me refugié en una de las atracciones para pedir ayuda a una monitora. La respuesta de ella fue: 'No eres a la primera que le pasa'.»
Eva C
«En una ocasión, de viaje con mis amigas, nos cruzamos con un grupo de chicos, ellos me dijeron que tenia que hacerle una mamada a todos a la vez, obviamente me negué y ellos me tiraron 50 céntimos a la cara y me dijeron: 'eso es lo que vales'. Al día siguiente volvía sola al apartamento y me volvía cruzar con ellos, eché a correr y les di esquinazo. Me escondí en un contenedor de basura para que no me encontrasen». El problema es que se ha normalizado el que yo tenga que mandar un mensaje a mis amigas o a mis padres en el que se lea: 'Estoy bien'.»
Marta
«Iba acompañada de una amiga. Paseábamos por una avenida y una furgoneta nos empezó a pitar. Pensamos que era algo normal, muchas veces los coches pasan y tocan el claxon para intimidarte. Seguimos caminando y la furgoneta se colocó a nuestra altura y comenzó a acompañarnos en nuestro camino. Nosotras intentamos obviarlo pero evidentemente sentimos miedo. Por suerte, apareció un chico en moto que venía de llevar a su novia a casa y se percató de la extraña furgoneta. El joven nos ofreció ayuda y nos invitó a subir a la moto para llevarnos a las dos a un lugar seguro. El chico se prestó a llevarnos a las dos a la vez porque a su novia ya le había pasado una situación similar y no quería dejarnos solas.»
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