La trastienda de una mañana en la que todo saltó por los aires
crisis municipal ·
Los cambios de convocatoria anticiparon una jornada inusual en la plaza del Carmen; hubo auriculares, ojeadores y deseos de «buena suerte» a los renunciantesLa sala de prensa del Ayuntamiento está situada en un lugar estratégico; más para los periodistas que para los políticos. La inauguró hace un mes ... el alcalde, arropado todavía por los concejales del PP a excepción de Sebastián Pérez, y por el que fuera portavoz de su grupo, Manuel Olivares. Está en la segunda planta, pero fuera de lo que se considera 'zona noble', en un pasillo angosto y sin salida en el que esta mañana pareció caber todo el Ayuntamiento.
El que todavía era portavoz de Ciudadanos, Manuel Olivares, iba a comparecer allí a las nueve y media de la mañana para hablar sobre comercio en el Zaidín. La política de las cosas, y no las cosas de la política, que diría Salvador. Luego, a las 12.00, inauguraría una placa en honor a la autora Mari Luz Escribano. Esto era lo previsto hasta que a las 8.52 quedaron desconvocadas todas las ruedas de prensa de la mañana, menos una intervención del alcalde.
Luis Salvador entró al antiguo convento del Carmen junto a parte de su equipo justo en el momento en el que, en la sede del PP, sus todavía socios de gobierno iniciaban un encuentro con la prensa para anunciar la ruptura definitiva. Quince minutos más tarde ya eran 'ex'. Pero el alcalde no detuvo su agenda pública y compareció, no ante la prensa, sino frente a un grupo de escolares del colegio Gómez Moreno del Albaicín.
«Seguro que seréis buenos periodistas y este será buen entrenamiento», dijo el regidor. No les hizo falta practicar: preguntaron por la inseguridad en el barrio, la contaminación, la tala de árboles o la suciedad. Y el de Ciudadanos contestó paciente... Hasta que a las 10.30 le echó un primer vistazo al reloj, justo antes de que un chico le pidiera baños públicos para los turistas. A esa hora los del PP estaban ya en el Ayuntamiento para oficializar la ruptura y Luis Salvador hizo un gesto a su equipo y a los profesores para cortar el acto.
Ya se sabía que no habría preguntas al alcalde en ese acto, que convocaría a los medios más tarde y se especulaba con la posibilidad de que Olivares entrara en la secretaría general o en el registro para depositar su renuncia a las competencias. De todo ello tomó nota el edil de Unidas Podemos Francisco Puentedura, que se asomó al salón de plenos. Luego llegó Antonio Cambril. Fueron los dos únicos de la oposición –antes de la ruptura– que pasaron por la segunda planta del Ayuntamiento.
Allí estaba Olivares, que no se dejó ver y amagó con convocar a los medios en varias ocasiones –barajó dos horas distintas– y acabó por aplazar hasta mañana miércoles su pronunciamiento. Entre rumores hubo un cruce en las escaleras: un concejal que bajaba, José Antonio Huertas, de Ciudadanos, y dos que subían, Francisco Fuentes y Eva Martín, del PP. Cosas de la perspectiva, detrás de la imagen quedan los títulos de la ciudad: «Muy noble, muy leal, nombrada, grande, celebérrima y heroica ciudad de Granada». «Y espartana», añadió con sorna un cámara.
Asalto a la secretaría
A los pocos minutos, el pasillo entre prensa y la secretaría parecía la subida de Méndez Nuñez en una mañana de lunes. Los del PP desfilaron por el corredor de alcaldía –entre pinturas históricas y sillones señoriales– con su renuncia en la mano. Atravesaron el recibidor y dejaron la zona noble para 'asaltar' la secretaría previo paso por el espacio de prensa, donde aguardan los periodistas y también los concejales de Unidas Podemos, a quienes saludaron. Luis González –el 'alcaldable' de los populares– se paró con Puentedura.
Algunos acababan de firmar sus últimos decretos para dejar atados compromisos de cierta relevancia en sus áreas. La avalancha de cámaras y concejales sorprendió a secretario y vicesecretario, que con sonoros golpes de sello, como el martillo del juez en las películas americanas, sentenciaron la salida de los populares;la ruptura del gobierno de la capital. «Suerte, que vaya todo bien», desearon a los ediles.
Casi no les dio tiempo a dejar los sellos encima de la mesa cuando se presentaron allí Manuel Olivares y Lucía Garrido con sendos folios en términos idénticos. Sobre estas renuncias quedaba todavía alguna duda que se disipó en diez minutos –poco más de lo que se tardaba en cruzar el pasillo–. Dos sellos que retumbaron y camino de vuelta:«Que haya suerte», repitió el secretario.
El alcalde iba a entrar en la sala de prensa a las 12.30 y a poco que Olivares y Garrido acabaran tarde, se habrían cruzado sin posibilidad de evitarse. Olivares no iba a hablar, pero habló. Quizá no le hubiera quedado otro remedio, con una quincena de cámaras y el doble de periodistas apostados a un metro. Atendieron a sus palabras el personal de confianza de su –desde ese momento– exgrupo político, y también algunos curiosos de otras formaciones.
Acabaron a tiempo, y el alcalde llegó junto a Huertas algo tarde. Encajaron los tiempos. Quedaron junto a la sala de prensa algunos trabajadores del Ayuntamiento y los 'ojeadores' de otras formaciones, testigos de su postura 'espartana'.
¿Había vida en otro lugar el edificio? Sí, silenciosa y atenta a las palabras del regidor. El patio ya estaba desierto y la fuente hacía más ruido que el ajetreo en el registro. El majestuoso pasillo de alcaldía quedó enmudecido. Y en el salón de plenos, donde había un examen, apenas si zumbaban los autobuses de Reyes Católicos.
Solo en algunos puntos se escuchaba de fondo la comparecencia del alcalde. Por ejemplo, en el grupo municipal del PP. O a la entrada de la primera dependencia del PSOE. En la segunda optaron por los auriculares: Eduardo Castillo, Miguel Ángel Fernández Madrid y Nuria Gutiérrez estaban pegados al monitor como el que se entrega a Netflix en una noche de viernes pandémico.
A la una y media Salvador garantizaba normalidad en un gobierno con dos concejales mientras la actividad en la plaza del Carmen se empezaba a diluir. Dos empleadas quisieron 'escapar' por el lugar en el que comparecía el alcalde, vieron el ajetreo y se dieron la vuelta. Pero regresaron a los pocos segundos y tuvieron que regatear a plumillas y curiosos para acabar su jornada. El pasillo en el que ayer pareció caber todo el Ayuntamiento no tiene salida.
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