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Ramajo, capitana de la Real Sociedad, alza la Copa de la Reina, ante el aplauso de doña Letizia y el resto del palco de Los Cármenes.

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Ramajo, capitana de la Real Sociedad, alza la Copa de la Reina, ante el aplauso de doña Letizia y el resto del palco de Los Cármenes. PEPE MARÍN
Copa de la Reina

La Real hace historia en Granada

Logra su primera Copa de la Reina ante el Atleti, vigente campeón de Liga | Los goles de Palacios y Nahikari anulan el tanto inicial de la granadina Esther. La portera 'txuri-urdin' Quiñones fue la heroína del encuentro

Rafael Lamelas

GRANADA

Sábado, 11 de mayo 2019

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La Real Sociedad hizo historia en Los Cármenes y alzó la Copa de la Reina, el primer título desde la fundación de la sección femenina del equipo vasco. Las donostiarras lograron el triunfo remontando al Atlético de Madrid, vigente campeón de Liga, que se adelantó en el partido por mediación de la granadina Esther.

Atlético de Madrid

Gallardo; Robles (Calligaris, m. 79), Aleixandri, Tounkara, Menayo (Falcón m. 69); Ángela Sosa, Meseguer (Olga García, m. 86), Amanda Sampedro, Esther (Dolores, m. 89); Hermoso; y Ludmila.

1

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Real Sociedad

Quiñones; Iraia, N. Mendoza, Chini, Beltrán (Soldevila, m. 79), Etxezarreta; Baños, Cardona (Manu, m. 69), Eizagirre (Bautista, m. 86); Palacios, Nahikari y Chini.

  • GOLES 1-0, m. 15: Esther; 2-0, m. 18: Palacios; 1-2, m. 60: Nahikari.

  • ÁRBITRA María Dolores Martínez Madrona. Amonestó a Tounkara (m. 28), Chini (m. 51) y Iraia (m. 84).

  • INCIDENCIAS 17.550 espectadores en Los Cármenes (cifra oficial).

Las vascas reaccionaron con rapidez con el tanto de Palacio y ya en la segunda parte las puso en ventaja Nahikari, una pesadilla para la zaga colchonera. La portera 'txuri-urdin' Quiñones fue la heroína del encuentro, deteniendo todas las llegadas rojiblancas, que se estrellaron contra un muro. La reina Letizia, presente en la velada, entregó la Copa a las jóvenes jugadoras de la Real, que impidieron el doblete del Atleti.

Ambas escuadras afrontaron el encuentro con sus mejores mimbres disponibles. El presagio de la primera parte llegó a pocos segundos, cuando Tounkara mandó un balón atrás y forzó una salida de Lola Gallardo a despejar. La portera empezó ahí una tarde de nervios crecientes. Antes del punto de inflexión del acto inicial, las colchoneras se apoderaron del balón con cierta suficiencia, moviéndolo con dinamismo y tratando de romper, con movimientos inteligentes, la bien pertrechada zaga donostiarra. La Real mantenía el tipo y aguardaba con paciencia sus opciones, mientras las colchoneras acampaban en los alrededores de Quiñones.

Ángela Sosa fue la primera en intentar sortear la maleza, aunque el mejor aviso fue del Ludmila, la potentísima delantera brasileña, que chutó con dureza, al fondo copado por seguidores vascos. Jenni Hermoso examinó las prestaciones de la arquera de la Real, que intentaba espolear a sus compañeras para que no cedieran en su atención.

Al ataque colchonero faltaba por sumarse la que jugaba en casa. Esther probó una acrobática chilena pero no pudo conectar bien con el esférico, bien marcada. No daría otra oportunidad para la réplica. Tras un robo de Meseguer con pase a Robles, la lateral metió un centro fantástico con una rúbrica de artillera en las botas de la granadina. La volea entró a la red y cargó de felicidad a la nacida de Huéscar. Quería ser profeta en su tierra y al menos dejó una muesca. Sin embargo, acabaría triste el encuentro, sustituida antes del final, acalambrada por el ingente esfuerzo para intentar cambiar el signo final, irreversible.

Antes de que se cocinara la tragedia colchonera, las rojiblancas se gustaron con la pelota, trenzando y percutiendo sin descanso en vanguardia, confiadas en que el equipo contrario caería ante su rodillo paciente, pero Palacios tenía algo que decir ante eso. En una escapada sin aparente incidencia, a cierta distancia del marco, sacó un obús que se complicó en su caída y ante el que Gallardo puso manos blandas. Fue curioso: recordó a aquel error de Luis Arconada en la Eurocopa del 84, cuando se le escurrió la bola frente a Platini. El hermano de aquel meta es el actual entrenador de la Real femenina. Carambolas del destino.

Nada fue igual desde entonces. Aunque el Atlético no le perdió la cara al encuentro y mantuvo su fútbol asociativo, Gallardo entró en pánico desde entonces, demasiado pendiente de su fallo, pesándole en el recuerdo. Ludmila quiso cambiar las cosas con un remate de cabeza y Esther se enrabietó en busca de otro disparo ganador. Le asistió Hermoso en un balón pasado pero tampoco acertó a rematar. La oscense le había hecho un 'hat-trick' hace una semana en la despedida de la Liga y la Real parecía haber estudiado todos sus movimientos. Cada reanudación era un toque de corneta de Esther, obsesionada con el gol, pero sin encontrar una veta.

Lola Gallardo seguía hecha un flan y empezó a errar hasta cuando le tocó devolver la pelota con los pies. Dejó un esférico rendido en las botas de Eizaguirre, pero en lugar de encararla, la de Tolosa buscó la gloria con una vaselina que le frustró la sevillana. Poco a poco, el plan realista se imponía. Aguantaba bien atrás y sembraba inquietud arriba. Todas las dudas de Gallardo se alejaban de Quiñones. Ambas pugnan por la titularidad en la Selección y si Jorge Vilda tuviera que evaluar por esta cita, se decantaría seguro por la de Hondarribia. Lo detuvo todo. Lo fácil, lo complicado y lo imposible.

El Atleti salió con brío del descanso, sin torcer ni un ápice su fútbol, esperando derribar el portón 'txuri-urdin'. Quiñones lució los guantes, ágil y bien colocada, con el convencimiento de que ningún esférico iba a superarla. En la Real, Eizaguirre y Nahikari iban desconcertando a la retaguardia colchonera, hasta que surgió el fogonazo que lo desequilibró todo. La estadounidense Kiana Palacios bombeó un envío que Baños tocó para que Nahikari reventara la bola y dejara impávida a Gallardo. Una futbolista genial, que quizás se acabe marchando de la Real en busca de un destino más opulento, pero que si cerró su etapa, lo hizo con su mejor servicio.

Se cumplía la hora de partido y el mazazo no desmoralizó al Atlético, que atacó con reiteración, pero Quiñones convirtió sus brazos en tentáculos, pegajosos y elásticos. Un monstruo marino para las delanteras del Atlético. Otras veces tuvo el santo de cara, como una aproximación que controló Ludmila y que desaprovechó en su tiro aunque, en honor a la verdad, tocó en Beltrán. No hubo córner.

La rueda de cambios siguió sin trastocar el destino realista, que parecía grabado a fuego. El palo evitó que Ludmila empatara y sólo en la prolongación volvió a erigirse Quiñones en la gran protagonista. Llegó el final y el éxtasis en el equipo vasco. Dicen que todo es posible en Granada y la Real lo comprobó. Nunca olvidará aquel caluroso día que acabó en fiesta.

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