Baño de realidad del PSG al Real Madrid

Después de que los triunfos cosechados en octavos de final frente a la Juventus y en cuartos ante el Borussia Dortmund disparasen la ilusión del Real Madrid, el PSG bajó a la tierra a los blancos y les recordó a quién pertenece por derecho propio la corona de un imperio que amenaza con extender sus fronteras.

Un doblete de Fabián y un tanto de Dembélé dejaron visto para sentencia antes del descanso un pleito que abrochó Gonçalo Ramos en la segunda mitad y que permite al PSG citarse el domingo con el Chelsea en una final del Mundial de Clubes que se erigirá en una especie de Supercopa de Europa, aunque modificada, al medir al vigente monarca del Viejo Continente con el actual rey de la Conference League.

Por el camino se quedó el sueño de sentar sus posaderas en el trono planetario del Real Madrid, que ha ofrecido motivos para la esperanza en los albores de la nueva era que empieza bajo la égida de Xabi Alonso pero debe mejorar aún en numerosas facetas para estar en condiciones de volver a formar parte de una aristocracia futbolística que, hoy por hoy, tiene como indiscutible referente al PSG de Luis Enrique, lo que aumenta la penitencia de los blancos.

Las bajas de Huijsen y de Trent obligaron a Xabi Alonso a buscar una carta de navegación alternativa para surcar las embravecidas aguas del PSG. Sin el central, sancionado, ni el lateral, afectado de molestias musculares, el tolosarra situó a Asencio como pareja de baile de Rüdiger en el eje de la retaguardia y reubicó a Valverde como ortopédico carrilero diestro. Arriba regresó Mbappé al once pero se mantuvo Gonzalo, tirado esta vez al costado derecho, con Vinicius completando el tridente en el flanco izquierdo.

Tenía colgado el partido el cartel de final anticipada, pero dos errores groseros de los centrales del Real Madrid abortaron de entrada cualquier amago de pelea. Falló primero Asencio, al que Dembelé le robó la cartera en una acción que acabó con Fabián mandando la bola a la red, y erró a renglón seguido Rüdiger, cuyo despeje al aire permitió que el propio Dembélé fusilase a Courtois sin oposición alguna. Para entonces, el cancerbero belga había evitado otros dos tantos cantados, pero hasta su repertorio de milagros es finito.

Lo peor para el Real Madrid, con todo, es que el carácter accidental de esas dos dianas tuvo un tono anecdótico porque la superioridad física y táctica del PSG resultaba tan abrumadora que todos los caminos conducían a Courtois. Incapaz de armarse en torno a la pelota a consecuencia de la agresiva presión del PSG y la ausencia de sus dos zagueros mejor dotados para ofrecer una salida limpia desde atrás, el Real Madrid tampoco manejaba los tiempos en la presión, cayendo una y otra vez en la emboscada que le planteaba el PSG al hacerse demasiado largo en busca del robo, lo que le dejaba constantemente expuesto a las eléctricas transiciones del cuadro parisino. Así llegó el tercero, de Fabián, como pudo llegar también un cuarto, de Kvaratskhelia, que mandó fuera una ocasión pintiparada en la recta final de una primera parte catastrófica del Real Madrid.

Aunque mejoraron algo sus prestaciones los blancos tras el paso por la caseta, en ningún momento vio peligrar su contundente victoria el PSG, que incluso aumentó el castigo aprovechando el escenario que se le abría para lanzarse a la contra. El regreso a la acción de Militao y de Carvajal, tras pasar ocho y nueve meses en el dique seco, respectivamente, fueron las únicas buenas noticias para el Real Madrid en la última aparición con la elástica blanca de Modric y de Lucas Vázquez. Atendió Xabi Alonso al deber de ofrecer el necesario reconocimiento al croata y al gallego por los servicios prestados. Ambos hicieron historia. También Xabi, pero la suya aún tiene muchas páginas por escribir.