Al diablo con las esculturas
El Templo Satánico ha construido una estatua para «contrarrestar» el monumento a los Diez Mandamientos del Capitolio de Oklahoma. Pero parece que, al final, allí no se exhibirá ninguna de las dos obras
carlos benito
Lunes, 6 de julio 2015, 00:39
Desde hace un par de años, los jardines del Capitolio de Oklahoma se han convertido en el escenario de una batalla de proporciones bíblicas. Lo ... cierto es que siempre han sido un entorno un poco raro, porque cuentan con sus propios pozos petrolíferos, que no son una instalación muy habitual en una sede parlamentaria, pero lo que más está llamando la atención de un tiempo a esta parte son los monumentos. Uno se exhibe allí desde 2012, cerca de la entrada norte: son unas Tablas de la Ley de metro ochenta, talladas en granito, que sufragó con 10.000 dólares la familia del parlamentario republicano Mike Mintze. Desde el primer momento se revelaron controvertidas: más allá de las dos erratas que se detectaron en la ortografía de los Diez Mandamientos, el principal problema que planteaban era su simple presencia en terreno público, que llevó a la Unión Americana de Libertades Civiles a interponer una querella.
Voces de Satán
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más protagonistas
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En octubre del año pasado, un joven estampó su coche contra el monumento a los diez mandamientos del Capitolio de Oklahoma. Explicó que Satán le había ordenado que lo hiciese. Las Tablas de la Ley se partieron en dos, pero se construyó una réplica que se colocó en enero de este año.
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Otros aspirantes. También un líder hinduista, un grupo de activistas en favor de los derechos de los animales y la iglesia satírica del Flying Spaghetti Monster han pedido colocar sus monumentos en el Capitolio estatal.
Otros, igualmente molestos, eligieron un camino menos ortodoxo, pero también más divertido. Eso nos lleva al otro protagonista de este insólito duelo de esculturas: el Templo Satánico organizó una suscripción pública con la que logró recaudar algo más de 28.000 dólares, destinados a encargar una estatua para «contrarrestar» el efecto de los mandamientos. Eligieron un diseño que «homenajease al Satán histórico y literario», pero también sirviese como «objeto de juego para los niños» e incluso como asiento, a modo de regazo acogedor que propiciase «la inspiración y la contemplación». En rigor, la imagen corresponde a Bafomet, un ser antropomorfo, alado, con cabeza y pezuñas de cabra, que sirve de comodín a distintas ramas del ocultismo y ha quedado ligado a la iconografía satánica. Una niña y un niño, situados a cada lado de la figura principal, miran hacia arriba con veneración. «Si han abierto la puerta para uno, la han abierto para todos», argumentaban los portavoces del Templo Satánico.
Por mucho que el nombre de la organización y el aspecto de la escultura sugieran vaharadas con olor a azufre y aquelarres en torno a un macho cabrío, el Templo Satánico es un empeño más sofisticado, que utiliza al demonio de manera alegórica: «Simboliza al rebelde eterno, opuesto a la autoridad arbitraria y defensor de la soberanía personal», aclaran. Los miembros del Templo no creen en un Satán personal, ni mucho menos lo adoran, pero se sirven de él como emblema para reivindicar la libertad individual y el pensamiento crítico. Se definen como una religión no sobrenatural, y eso les permite plantear inesperadas demandas en igualdad de condiciones con otras confesiones. Las pasadas navidades, por ejemplo, consiguieron el permiso para colocar en el Capitolio de Florida la imagen de un ángel cayendo a un pozo en llamas: dado que se había cedido espacio público para belenes, sus abogados amenazaron con demandar al Estado por discriminación religiosa si no les dejaban exponer también lo suyo.
Barbarie arcaica
En esa misma línea, algunos ya se imaginaban la chocante imagen del Chivo saludando a los visitantes del Capitolio de Oklahoma, como un estrafalario padre de la nación. El Templo Satánico difundió la semana pasada las primeras fotos de la escultura terminada: está fabricada en bronce, mide algo menos de tres metros de altura y pesa una tonelada. «Es ya la obra de arte más controvertida y con mayor carga política del mundo», han afirmado sus promotores, además de referirse a ella, de manera bastante discutible, como «una obra maestra escultórica» y «un triunfo artístico sin parangón». Pero, de manera casi simultánea, ha saltado la sorpresa: el Tribunal Supremo de Oklahoma ha dictaminado que el monumento a los Diez Mandamientos debe retirarse del suelo público, porque «su naturaleza es obviamente religiosa» y contraviene la constitución estatal. Varios parlamentarios republicanos han deplorado el fallo, al que se refieren como «puro y simple bullying judicial».
El Templo Satánico, en cambio, lo ha celebrado como un triunfo rotundo en la separación de Estado y religión, aunque eso les deja con una figura de mil kilos entre manos. De momento, tienen previsto presentar la pieza en «una noche de caos, ruido y desenfreno», es decir, una fiesta loca que se celebrará el día 25 de este mes, con entradas vip que permitirán acomodarse un rato en los muslos del Señor Oscuro. ¿Y, después, qué? Como ha declarado uno de los fundadores del Templo al Washington Post, Estados Unidos está lleno de «tributos a la arcaica barbarie abrahámica». Varios capitolios cuentan con esculturas de los Diez Mandamientos, a modo de referente teológico de su tarea legislativa, así que a lo mejor el Bafomet amigo de los niños acaba encontrando un hogar.
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