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Esperanza Aguirre y José María Aznar.
La penúltima de Aznar

La penúltima de Aznar

La presidenta de Madrid ha sido la única dirigente del PP que se ha atrevido a desafiar el liderazgo de Mariano Rajoy

Ramón Gorriarán

Domingo, 14 de febrero 2016, 16:12

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Esperanza Aguirre es a los presidentes autonómicos lo que José Mourinho a los entrenadores de fútbol. Querida con pasión por los suyos y odiada sin mesura por los rivales; con actuaciones que no dejan indiferente a nadie; es una fábrica de perlas informativas y anécdotas hilarantes; las meteduras de pata, reconocidas sin empacho por ella misma, dan para una antología. Es «una descarada», suele decir un muy estrecho colaborador suyo hasta hace unos meses. Es, sin duda, el gobernante de comunidad autónoma más conocido fuera de sus confines.

Mujer de fuertes convicciones, al punto de que no le importa quedar en minoría dentro del PP cuando se trata de defender su punto de vista. Dos ejemplos de los últimos años: se quedó sola dentro del PP, junto a Jaime Mayor Oreja, en las críticas al ministro del Interior por la concesión del tercer grado penitenciario al etarra, ahora fallecido, Josu Uribetxebarria Bolinaga, y brindó su respaldo a la concejal socialista Olvido Hormigos ante la difusión de aquel vídeo íntimo, antes de que ésta se metiera en varios realitys y se hiciera tan televisiva.

En todo caso, siempre heterodoxa, populista y con un pellizco de chulería. Pero en ningún caso incauta; es de las políticas que nunca dan puntada sin hilo.

Lleva tres décadas largas en la actividad política. En 1979 entró en el Ministerio de Cultura como jefa del gabinete técnico del director general del libro, pero fue a partir de 1983 cuando empezó a adquirir notoriedad pública. Aquel año fue elegida concejal del Ayuntamiento de Madrid por un pequeño partido liberal integrado en la Coalición Popular que lideraba AP, formación que abrazó cuatro años después.

Su proyección nacional llegó con José María Aznar. Aún hoy se declara "aznarista" de los pies a la cabeza. Se hizo cargo de la cartera de Cultura en 1996, año en el que fue la senadora más votada de España. Dejó el ministerio tres años después para ser la primera mujer que presidió el Senado. A petición de Aznar dejó la Cámara alta para presentarse a las elecciones en la Comunidad de Madrid en 2002. Ganó, aunque se quedó a un escaño de la mayoría absoluta, pero Tamayo vino a verle. La deserción de dos diputados del PSOE dejó a los socialistas con la miel en los labios y en la repetición de los comicios sacó la mayoría absoluta. Ahí nació la "lideresa", término que no está claro quién acuñó, pero que le encanta. Es la única dirigente política a la que se aplica semejante pirueta lingüística.

Desde ahí se hizo un hueco, y no pequeño, en el PP y en la política nacional. No dudó en mostrar su malestar por la decisión de Aznar de nombrar sucesor a Mariano Rajoy en detrimento de Rodrigo Rato, el favorito de casi todo el PP. No tardó en mostrar su desapego hacia el hoy presidente del Gobierno, y en 2008, tras la segunda derrota a manos de Zapatero, organizó un virulento e inusitado motín en toda regla contra Rajoy. La revuelta no cuajó. Dudó de si tirarse a la piscina y disputar el liderazgo del PP, pero al comprobar, días antes del congreso en Valencia, que no había agua, regresó a sus cuarteles en la Puerta del Sol.

"Pepito grillo"

No por ello dejó de ser el "pepito grillo", y algo más, de Rajoy. Se opuso a que su íntimo enemigo, el alcalde madrileño Alberto Ruiz-Gallardón, fuese en las listas al Congreso. Ella no podía por incompatibilidad con su cargo de presidenta autonómica, y dobló el brazo de Rajoy. Cuatro años más tarde renunció a dar esa batalla. Ya estaba en horas bajas, tanto por su cáncer de mama como por su pérdida de influencia dentro del partido, un retroceso lento, pero inexorable desde que hiciera tambalear el liderazgo interno del presidente.

La enfermedad y el crecimiento de su familia con la llegada de los nietos hicieron que bajara el pistón laboral hace unos años -siempre se jactó de trabajar de sol a sol-, pero su jornada mantuvo todavía horarios agotadores. No en vano, su lema preferido es «pico y pala». Dijo adiós pero volvió. Con más fuerza aún. En 2015 optó a la alcaldía de Madrid, precisamente donde inició su trayectoria política, pero no fue posible. En junio de ese mismo año anunció que no se presentaría a la reelección como presidenta del PP de Madrid.

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