Un piso contra los estigmas del trastorno
La comunidad terapéutica ha puesto en marcha un proyecto pionero de convivencia previa al alta
Dani, Francisco Javier e Isaac acaban de estrenar piso. Apenas unos diez metros les separan de la que hasta antes de Semana Santa fue su ... casa: la comunidad terapéutica del Virgen de las Nieves. La cafetería del antiguo manicomio, rehabilitada como vivienda con motivo de este proyecto pionero en Andalucía, es ahora su hogar. El objetivo es que vivan una experiencia de convivencia controlada antes de recibir el alta del centro.
La vivienda, que se extiende en planta baja, dispone de cocina, un par de cuartos de baño, sala de estar y dos habitaciones. Nada más entrar, captan la atención un tablón en el que se distribuyen las tareas y las actividades de ocio, y un futbolín 'callejero' junto a la tele que, una vez restaurado, podrán utilizar. Los inquilinos han colocado cuidadosamente bebidas y aperitivos para recibir a la 'plana mayor' de la comunidad terapéutica y el complejo Virgen de las Nieves, que visitan este piso y saludan a sus moradores.
El coordinador de la unidad terapéutica, Juan Jesús López, subraya que esta experiencia que se limita de momento a tres inquilinos -en breve llegará un cuarto- que entrenarán las «habilidades sociales» en un «entorno intermedio entre la comunidad y la calle». Se trata de que sean «más independientes y autónomos a la hora del alta definitiva» para que puedan así «reintegrarse en la sociedad». En principio, cuando abandonen el complejo sanitario ubicado entre la Diputación de Granada y la Facultad de Bellas Artes no regresarán con sus familias, sino que tratarán de comenzar una nueva vida de forma independiente.
Entre tres y seis meses
Hasta que reciban el alta pasarán entre tres y seis meses en el piso, en función de su progreso. Conforme abandonen la vivienda podrán 'mudarse' a la misma otros pacientes ingresados en la comunidad terapéutica. Propone Juan Jesús López el símil del estudiante universitario que pasa el primer año en una residencia hasta que se adapta, luego comparte piso y, finalmente, marcha a vivir solo. «La idea es que ellos se hagan cargo de su vida, con los apoyos que hagan falta», señala el psiquiatra.
Los tres compañeros de piso tienen esquizofrenia, un trastorno mental grave. «La recuperación tiene que ver con los propios poderes de la persona, con que sean artífices de sus propias decisiones», destaca María Angustias Ramos, directora de la unidad de Salud Mental del Virgen de las Nieves. Con el piso, como con el resto de actividades propuestas en la comunidad terapéutica, tratan de que haya «algo más, que la enfermedad no sea toda su vida, que tengan intereses, relaciones de trabajo...»
Perros e informática
Sobre la mesa del salón, frente a la tele y el futbolín, hay un diario deportivo y una enciclopedia canina. Una 'biblia' para Dani, un chico de 29 años amante de los perros y los tatuajes: presume de los que luce en su piel y anuncia que se grabará el nombre de sus sobrinos en los brazos. «Desde que estoy en el piso prefiero no ir a la comunidad», cuenta. Entre sus actividades de ocio, trabaja como voluntario en la Sociedad Protectora de Animales. Allí acude una vez en semana a echar una mano: «Ayudo al veterinario, a limpiar, a jugar con los perros...»
La convivencia, hasta el momento, es llevadera: «Se ponen de acuerdo y se están adaptando, no ha habido ningún conflicto. Aunque siempre hay alguno más remolón que otro...», bromea López Castillo. Asegura Dani que se llevan bien -y así lo parece- y que el paso siguiente será cocinar.
«Limpiamos, fregamos los platos, nos lo repartimos... Estamos contentos», resume Isaac, con 32 años. Su afición es la informática, y practica los miércoles y viernes, además de acudir a las actividades de la asociación Sapame, declarada de utilidad pública, impulsada por los propios usuarios de Salud Mental y con sede en Granada.
«Nos sentimos afortunados por estar en el piso, no todo el mundo tiene esta oportunidad e intentamos llevarlo lo mejor posible», prosigue Francisco, de 50 años. La conversación con ellos es fluida -salvo algún gesto lógico de timidez ante la cámara- y no podría distinguirse en ellos ningún rasgo de los que el ciudadano de a pie suele asociar a la esquizofrenia. Los estigmas. «Ahora se puede hablar con ellos, pero cuando llegaron aquí tenían delirios, no tomaban su medicación...», apunta Ramos.
Este hogar es pionero, una avanzadilla en Andalucía en lo relativo a salud mental. Pero son cientos de miles los hogares granadinos en los que, como sucede en este caso, hay personas que padecen una enfermedad mental. Una de cada cuatro personas sufre este tipo de trastornos al menos una vez a lo largo de su vida. El 40% de ellos son crónicos. Prevalece la depresión, que según las estimaciones de los expertos en psiquiatría y salud pública será la primera causa de enfermedad en el mundo desarrollado de aquí a un par de años. Según datos de la Asociación Mundial de Psiquiatría, el 83% de la población desconoce qué es la esquizofrenia, la enfermedad que comparten los alojados en esta pequeña casa junto al parque Almunia. Más que un inmueble es un piso piloto contra el estigma de la enfermedad mental.
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