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Christian Zacharias hizo sentirse muy seguros a los músicos de la Joven Orquesta Nacional de España.
La versión germana de la JONDE

La versión germana de la JONDE

La orquesta del porvenir supera con maestría el reto de un programa basado en Schumann, Brahms y Widmann

JOSÉ ANTONIO LACÁRCEL

Miércoles, 29 de junio 2016, 02:26

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Volvió a Granada la Joven Orquesta Nacional de España, conocida siempre como la JONDE. La orquesta del porvenir, la orquesta que sirve de vivero a tantos y tantos instrumentistas que después pasarán a engrosar las filas, los atriles, de las principales orquestas que hay en España, y muchos de ellos llegarán a la Orquesta Nacional que tiene en su haber un historial realmente importante, desde que empezara con Bartolomé Pérez Casas, continuando con el mítico Ataúlfo Argenta y pasando después una etapa también muy brillante, contando en el podium con Rafael Frühbeck de Burgos que llevó a cabo una gran tarea, con el difícil trance de tener que suceder a un mito como fue Argenta y gozando entonces de una esplendorosa juventud. Después, otros, entre los que destaca Jesús López Cobos.

Nuestra JONDE es sin duda el gran vivero, donde se terminan de formar los jóvenes valores. Y a lo largo de los años nos viene demostrando que podemos confiar en ella, que debemos apoyarla, alentarla, sentirla como algo muy nuestro. Por eso su presencia en el Palacio de Carlos V es motivo de alegría y de interés, para poder apreciar cómo está en estos momentos, cómo podemos albergar serias esperanzas de que siga cumpliendo la alta misión que tiene encomendada y cómo podemos sentir que seguirán creciendo nuestras orquestas,

La JONDE tenía un importante reto en el escenario del Festival, donde hace años había actuado, pues no es la primera vez que tenemos la suerte de contar con el concurso de esta orquesta. Se había preparado un programa comprometido, muy serio, nada fácil. Un programa que unía una vez más los nombres de Schumann y de Brahms. Era un verdadero reto que supo solventar adecuadamente la JONDE, en una noche calurosísima y en la que el público aplaudió con entusiasmo y en una ocasión intempestivamente, pero a eso ya estamos acostumbrados.

Sonó bien la JONDE porque tiene muy buenos elementos. La cuerda es compacta y presenta un buen sonido general. Tiene una adecuada afinación y esa cualidad de coherencia, de adecuada unión entre los distintos elementos instrumentales. Unos espléndidos violonchelos, violines con buen sonido, contrabajos excelentes así como las violas. Las obras interpretadas requerían una cuerda muy homogénea y de generoso sonido y la verdad es que los jóvenes músicos estuvieron a buena altura. Y en cuanto a los vientos tenemos que congratularnos de que siga la tradición de una excelente madera y un no menos convincente metal. Las trompas, que tantas veces han dado que hablar en numerosos programas de otras orquestas, sonaron muy ajustadas estando siempre a punto y con una afinación envidiable. La madera tuvo la suficiente morbidez, el encanto de un sonido tan bello como el de los clarinetes, los oboes, las flautas. En general una madera plena de musicalidad y de elegancia interpretativa. Y no puedo ni debo dejar de mencionar la seguridad de la percusión, atenta en todo momento.

Zacharias, convincente

Al frente estuvo Christian Zacharias, muy convincente tanto en su faceta de pianista como en la comprometida de dirección, sabiendo dotar a su trabajo de la suficiente personalidad como para ser seguido con disciplina por los jóvenes instrumentistas que parecieron sentirse muy seguros bajo la dirección de Zacharias. Desde el primer momento se pudo advertir que había simbiosis, que había complicidad entre el podio y los atriles. Con la bonita y no siempre conocida Obertura de Mandred con la que se empezaba a rendir homenaje a la figura de Schumann que volvió a estar presente en su concierto para piano y orquesta en la menor. Ahí destaca y mucho la doble faceta de Zacharías tanto como pianista, tuvo una actuación afortunada, como en la de director, atento a las reacciones de los jóvenes músicos, sin perder en ningún momento la autoridad de regidor, de conductor de una orquesta que se enfrentaba a una partitura que no es excesivamente fácil.

Y tras Schumann, Brahms como consecuencia natural, como discurrir lógico de acuerdo con la historia de la música. Se eligió la Tercera Sinfonía, una de las obras más hermosas y acabadas de Brahms. Sonó bien, tocaron con gusto, supieron transmitir ese hermoso mensaje estético que se desprende de la escritura del compositor de Hamburgo. Vuelvo a insistir en la seguridad que transmitieron los instrumentistas de viento metal, con muy buen sonido, con una correctísima afinación , con seguridad y con el empaque suficiente que la partitura requiere. La madera con la misma musicalidad que advertimos desde el primer momento y segura la percusión con unos timbales que buscaron siempre la colaboración con el resto de la orquesta. La cuerda estuvo segura y musical. Una interesante versión de esta obra de Brahms.

Y al principio de la segunda parte Aria fur Streicher, de Jörg Widmann, compositor nacido en el año 1973. La obra, muy breve, apenas cinco o seis minutos, da pie a que se luzcan los dos solistas de cuerda así como varios instrumentos de cuerda , pero hubiera encajado mejor en otro programa más ecléctico que éste que reclamaba el protagonismo de los dos grandes alemanes: Schumann y Brahms.

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