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La magia de la danza vuelve al Generalife

La magia de la danza vuelve al Generalife

Con 'Tras los pasos de Nureyev' por el Wiener Staatsballet, el público revive por momentos las brillantes actuaciones que la danza ha dado a lo largo de los años de Festival

JOSÉ ANTONIO LACÁRCEL

Martes, 23 de junio 2015, 02:30

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La verdad es que titular un espectáculo como Tras los pasos de Nureyev obliga a mucho. Siempre y en cualquier lugar, pero todavía mucho más en el Generalife que fue escenario de excepción del arte inigualable del bailarín ruso cuando, junto con Margot Fonteyn y el Royal Ballet de Londres, estuvo presente en la mítica y, para mí tan nostálgica, edición del año 1968. Nureyev era, como se dice ahora, de otra galaxia. Tenía la extraña dimensión de los genios, de los que están tocados por la vara mágica de la excepcionalidad. Desgraciadamente Nureyev nos dejó, pero queda el legado como pobre premio de consolación de esos DVD donde podemos disfrutar de su arte incomparable, de su exquisitez y genialidad como bailarín y de su talento como coreógrafo. De ahí que empiece esta modesta reseña diciendo que el título obliga a mucho, quizá a demasiado.

Y lo primero que tenemos que decir que la huella se ha seguido ofreciendo como final de la primera parte, la interesante y más que plástica coreografía que hiciera el propio Nureyev basándose en una anterior de Petipa, en torno a La Bayadera, con música de Minkus. Ha estado presente el espíritu del gran bailarín y coreógrafo ruso que, en cierto modo, ha vuelto a presidir, durante un breve rato, no más de quince minutos, la danza en el Generalife. Han estado bien los solistas y el resto de intérpretes, las tres sombras, demostrando empaste, unión, seguridad en los movimientos. Sin llegar a alcanzar una excepcional brillantez, sí hemos podido admirar lo que es un buen hacer en estos fragmentos, o extractos como ustedes quieran, que nos ha ofrecido el elenco de Wiener Staatsballet.

Los amantes de la tradición en la danza se habrán sentido especialmente satisfechos con esta visión tan clásica y tan perfecta que ha tenido la respuesta de fuertes ovaciones tanto al final como entre los distintos momentos de pausa.

También dentro de la línea de la ortodoxia y la tradición ha estado el Paso a dos, basado en la música de Donizett. Posiblemente haya sido el momento más brillante y conseguido de toda la noche. Tanto el convincente vestuario muy tradicional de Cécile Christy, como la excelente actuación de la pareja solista Kiyoka Hashimoto y Davide Dato han hecho que los aplausos hayan sido los más fuertes de toda la noche. La coreografía, a mi juicio sumamente atractiva y lograda, era del propio director de la compañía, Manuel Legris, y todo ha contribuido a que el público haya pasado un rato feliz, pareciendo que revivían en el Generalife las brillantes actuaciones que la danza ha dado a lo largo de los años de Festival. El público ha demostrado su satisfacción con fuertes aplausos.

Previamente, con música de Mozart, concretamente tres adagios de otros tantos conciertos para piano y orquesta, hemos podido admirar una coreografía más atrevida, más en la línea actual, aunque sin llegar a rupturas. En este caso nos estamos refiriendo al trabajo realizado por Thierry Malandain que ha ofrecido tres pasos a dos, donde el interés estribaba en cierta audacia de la composición coreográfica. Se ha cumplido adecuadamente, sin llegar a cotas especialmente memorables, pero contando siempre con un equilibrio, con una digna capacidad de transmitir un mensaje artístico más actual. Y algo parecido puede decirse de la coreografía de Bubenicek sobre música de Pachelbel. Tres buenos bailarines han ofrecido un trabajo sobrio pero lleno de seguridad.

La segunda parte ha seguido en la misma línea, con una buena versión, colorista e interesante, del Concierto para violín de Chaikovski, con acertada coreografía de Bana. Y terminar con el homenaje a Bach, según la coreografía de David Dawson, coreografía interesante y bien desarrollada por los bailarines que han demostrado profesionalidad.

En resumen, hemos podido ver evolucionar sobre el escenario del Generalife a un conjunto digno, sin grandes momentos, pero con cierta solvencia. Como ese guiño a Elgar final, creemos que los vieneses han hecho pasar un rato agradable, con sencillez y sin que podamos sentirnos ni defraudados ni entusiasmados. El equilibrio, un tanto mediocre, el buen gusto y la solvencia interpretativa han sido las características de esa noche de danza.

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