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Una 'familia' unida. Jaime es el hijo de Carlos y Osane. la perra guía. :: RAMÓN L. PÉREZ
El sentido de la Alhambra
granada | cultura

El sentido de la Alhambra

Un invidente y su perro guía ponen a prueba las medidas de accesibilidad de los palacios nazaríes | La construcción de la imagen se basa en la temperatura, la amplitud de los espacios y el eco, los olores, y todo lo que da de sí el tacto sobre los nuevos paneles táctiles

JAVIER F. BARRERA

Jueves, 5 de septiembre 2013, 02:35

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Fresquito, sombra y agua, en agosto aquí en el Sur, Reino de Granada en su Milenio, forman un buen pedazo del paraíso. Es la Alhambra y sus poderes de seducción. Nada que ver con la ciudad cementada y asfaltada, con la rutina del trabajo y la supervivencia de la ciudad.

Aquí son olores, unos sabores, los ruidos armónicos que suben y bajan, el tacto que te lleva la Alhambra por la piel. Se disfruta la belleza pero contar la majestuosidad de los palacios nazaríes sin verlos solo es posible desde los detalles, los que, uno a uno, logran hacer comprender el sentido a la Alhambra.

Hombre y máquina. Evolución. Hombre y animal. Naturaleza. Eterno retorno a las esencias. A los principios. Carlos y Osane. Un invidente de la ONCE, 43 años y su maravillosa perra guía, Osane, blanca y peluda, inquieta y obediente, la mejor guía de la Alhambra. Relación piel con piel, los dedos de la mano izquierda de Carlos sostienen una correa larga de cuero bueno que se entrelaza entre sus dedos. Ahí se encuentra el conocimiento y la supervivencia, mejor; la superación.

«No creo que un ciego venga nunca solo a la Alhambra». Pero él lo ha hecho. Ahora es posible porque la visita está completamente acondicionada y porque merece la pena. La Alhambra es un monumento accesible y pese a tener unos protocolos de conservación que limitan todo tipo de acciones que deterioren el monumento, cuenta con una normativa para permitir la accesibilidad a cualquier persona con minusvalía.

Es el caso de Carlos Martín, que sube tan campante en taxi, sale acompañado por Osane. Va cruzando las puertas y las rampas. Le abren de hecho la Puerta del Príncipe, que está cosida a un lateral del Patio de los Arrayanes. «Mira qué fresquito». Acaba de llegar una brisa suave y lenta que eriza el vello.

Es como si viniera del mar para recordar que desde la Alhambra un día se dominaba el mundo y que ahora tiende a desaparecer y hay que proteger. Es la belleza del débil, la grandeza del que oculta para permanecer.

Carlos no padece la borrachera, la intoxicación visual de belleza, el colapso de la capacidad de seguir degustando por quedar embriagado de una arquitectura, entorno y atmósfera únicos, reconocidos, envidiados. La visión que él tiene de la Alhambra potencia todos los restantes sentidos al carecer de la mirada directa. Cobra protagonismo el olfato, el oído y ahora el tacto, en un entorno monumental donde hasta ayer estaba prohibido tocar y que ahora se permite y se potencia.

El Patronato de la Alhambra y el Generalife ha estrenado este verano unos paneles táctiles que, con diversos materiales y dibujos, trasladan la experiencia del tacto a la visita a los palacios nazaríes.

Carlos lo explica con cierta parsimonia mientras sus yemas recorren el mármol. «Está frío, tiene un dibujo de una flor, con sus volutas y se entiende el dibujo a la perfección». «Te das cuenta de que los árabes plantar no sé si plantarían, pero se hinchaban de dibujarlas por todas partes».

Saltan sus dedos al siguiente panel táctil que simula uno de los coloridos azulejos que adornan las paredes alhambreñas. Es un dibujo sencillo como de dos formas que quedan unidas y Carlos, que ha recibido las explicaciones pertinentes, todo está escrito en Braille, decide que «está será más colorida y bonita, pero a nosotros nos aporta mucha menos información que el mármol anterior, porque los objetos son rudimentarios y apenas podemos construir el dibujo con la punta de los dedos».

Son, una vez más, los detalles, ínfimos a los ojos pero gigantes en la piel de esta Alhambra que siempre se ha dejado querer y ahora tocar.

-¿Cómo sientes la Alhambra?

-Se lo piensa. Siento su majestuosidad. Englobo dentro de mi cabeza cada detalle, la imaginación entonces empieza a dar vueltas y se compone su imagen. En cada sala parece que algo ha sucedido a lo algo de la historia, de los años. Puedes pensar en los propios cuentos. La imaginación es entonces mucha. Se excita.

-Comentas siempre que la visión de la Alhambra se construye desde los detalles.

-Claro. A uno le explican el entorno y cómo está formada la Alhambra. Su arquitectura. Sus partes que la componen. Pero es el detalle lo que hace que cobre vida. Aquella pared tiene estos frisos; estas maderas, en una celosía; estos yesos, lo vas colocando en tu puzzle mental y la vas reconstruyendo. Aunque yo ya la vi (Carlos es ciego por accidente) lo que ahora hago es matizarla, voy perfeccionando su propia imagen dentro de mi cabeza.

-Qué elementos utilizas par construir esta imagen de la Alhambra?

-La temperatura, responde sin dudar. La sensación que da de cobijo cada parte en la que estás. En los Jardines del Partal estamos por ejemplo al aire libre, con verde y agua. Es una zona cómoda, es el reflejo que me da a mí en la cabeza respecto a la imagen que me creo cuando pienso en un jardín. Si hubiera eco, el suelo será de mármol, la estancia con paredes de piedra. El empaque que hace el sonido en cada uno de los momentos es lo que más me determina la construcción de cada imagen.

-¿Cómo le explicarías la Alhambra a un ciego?

-La mejor forma es desde el principio. Recurrir a la Historia y explicar con base en qué fue construida. Si primero como fortaleza, luego como muralla de entrada a la ciudad. Los materiales para las defensas y los palacios, el uso de la piedra, yeso y madera. Los pequeños detalles, porque los constructores de la Alhambra son muy detallistas. (Y brota el humor) Si no es porque sabemos que lo han hecho los árabes diríamos que es un trabajo de chinos. Hay tiempo en todo esto de la Alhambra, continúa su reflexión. Y se disfruta. Cada uno de los sonidos, el olor, las corrientes que entran, cómo pasas de un patio a otro, que son amplios, por pasillos estrechos con curvas en zig zag de noventa grados. El sonido te marca el espacio cuando andas y los cruzas.

Y de repente brota el sentido de la Alhambra en la cabeza de Carlos, en sus palabras, en sus explicaciones: «Lo monumental en sí es más importante que los propios colores, para nosotros. Resalta mucho lo florido, los verdes, pero los mármoles blancos tipo Macael o los grises de Sierra Elvira, o el tono apagado de las maderas, no las veo, pero las imagino, si las puedo tocar. También tengo mi referente con el eco, por ejemplo, cuando hay mucho eco es piedra». Es importante la actitud, la superación de las limitaciones: «Te conviertes en un tipo meticuloso para fijar en tu cabeza cada detalle que te explican lo que percibes».

Camino del Generalife Carlos y su hijo Jaime dejan los Jardines del Partal: «Huele a campo, potente, recio y el ambiente está seco». «Si fuera primavera, cambia. Huele a jardín, pero depende de la hora y de si han regado».

Sopla de nuevo la brisa que ya en mediodía sigue fresca como un chorro de agua cristalina que recorre uno de los mil canales a la velocidad de la luz y cuyo rumor llega limpia y contundente al oído de Carlos, que toca entonces, de nuevo, la Alhambra, con la punta de sus dedos.

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