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JUAN LUIS TAPIA
Sábado, 2 de febrero 2013, 02:08
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Título: 'Mi padre y yo. Un western'.
Autor: Juan Manuel Gil.
Editorial: El Gaviero.
Páginas: 40.
Precio: 10 euros.
Yo: Papá, ¿cómo estás hoy? / Mi padre: Espera, que es tu madre la que lleva ese asunto. Te paso con ella. /... [Al teléfono]/ Mi padre: Juan, nada, que estoy aquí con la familia charlando de esto y aquello y queríamos preguntarte. ¿A que no pasa nada si me dejo tu libro a la mitad?». Esta es una de las muchas conversaciones padre e hijo que contiene 'Mi padre y yo. Un western' (Ed. El Gaviero), del almeriense Juan Manuel Gil, y que un día colgó en Facebook. «El libro es una recopilación de las conversaciones que mantenía con mi padre, y que trasladaba al Facebook», dice Gil. «Aquellas conversaciones tuvieron mucho éxito y me convertí en un cazador de las contestaciones de mi padre, unas charlas que eran como un duelo de western, de ahí el título del libro», comenta. 'Mi padre y yo' contiene la naturalidad y la espontaneidad de las conversaciones, pero sobre todo un humor que conduce a la reflexión. No ha sido una mera transcripción de los diálogos entre Juan Manuel y su padre, «porque debía crear el personaje, que a la vez es mi padre, recrear las situaciones que se describen, contextualizarlas», explica el autor.
El trabajo de creación literaria también se exhibe a través de «el diálogo intergeneracional de dos seres obligados a vivir cada uno en un momento determinado, en el que salen a la palestra una serie de historias que bien pueden constituir un relato, la confrontación de dos puntos de vista. Dicen que Juan Manuel Gil se encuadra en esa nueva generación de autores españoles con Luna Miguel, entre otros, a la cabeza, así como Camilo de Ory. Su literatura, afortunadamente en estos tiempos de etiquetas y narrativas previsibles, es inclasificable. "Mi padre y yo" va camino de convertirse en un libro de culto. Las razones las da el poeta granadino Antonio Mochón: «El autor da en la tecla exacta para retratar un mundo muy particular, el que se crea entre un padre nada convencional y su hijo, y lo hace mediante unos brevísimos e inspiradísimos diálogos que trazan un camino de aprendizaje donde el humor señala, en un puzzle que el lector enseguida reconoce y recompone, el camino hacia el amor».
«Este libro me pone en mi sitio. Me hace reír y pensar. Me obliga a estar despierto. Me sacude con una ternura absolutamente despiadada. Este libro no lo he escrito yo solo. Bueno, no lo he escrito yo. Mejor aún: seguirá escribiéndose. Aquí subrayo la idea principal: este libro es un extraño divertimento protagonizado por mi padre. Ese hombre que leía novelas del oeste», dice Gil. Ante tanta 'literhartura' llega este frescor que rompe la monotonía experiencial de la poesía, de los textos y recupera la rebeldía literaria. Juan Manuel Gil demuestra que la risa hace pensar, y que no duele.
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