«El periodismo es un lacayo de la cultura de masas»

«Las letras, la cultura, la erudición libresca deben existir aunque sólo sea a título honorífico en un mundo cada vez más embrutecido y oscurantista. Yo mantengo la esperanza en esta actividad, sustancial a la existencia del pensamiento», defendió la finalista del Premio Planeta (2008), quien empleó los términos «papanatismo cultural» al referirse a la venta masiva de ciertos libros sólo por moda y tendencia.

«En España no soy optimista con el futuro, no tenemos tradición de masa de lectores ni de periodismo cultural. En otros países hay un músculo que mantiene muy vivo todo ese mundo, pero aquí no. Hemos progresado mucho durante un siglo que comenzó con la mayoría de la población analfabeta, pero no hemos andado a la par de nuestros vecinos», apostilló Vallvey.

Instrumentalización

Juan Manuel de Prada, ganador del Planeta en 1997 por 'La tempestad', recurrió a su propia experiencia como articulista durante años en el diario 'ABC' para denunciar un proceso de banalización e instrumentación ideológica de la literatura.

«Hoy día el periodismo cultural es un lacayo de la cultura de masas. Se editan libros muy interesantes y ningún medio repara en ellos; pero un tipo saca una biografía autorizada de Gabriel García Márquez y se publican páginas y páginas sobre un bodrio, además de que la vida de García Márquez no tiene ningún interés y que como escritor es bastante pelmazo. Da todo igual, lo que importa es que García Márquez es una marca, un referente emblemático de nuestro tiempo, como diría un cursi. Los periódicos como borreguitos le dedican páginas y páginas», sostuvo el ganador del Premio Primavera 2003 por 'La vida invisible'.

De Prada mostró su preocupación ante el aceleramiento en los últimos años de un proceso por el que los medios de comunicación piensan que la gente es «lela». «Creen que el público no tiene ningún interés por lo desconocido y se reparte la alfalfa para todo el mundo», insistió el escritor, que situó en el final de la Segunda Mundial el inicio de un sueño absurdo y «grotesco» de democratización de la cultura que perseguía que todo el mundo leyese y se convirtiese en melómano.