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Opinión

Honduras democrática

La imparable tensión abierta en Honduras entre el presidente del país, Manuel Zelaya, y el Ejército se resolvió ayer con la intolerable detención y expulsión por la fuerza del jefe del Gobierno, impedido así para celebrar el plebiscito que había convocado sobre su objetivo de reformar la Constitución con la oposición no sólo de los militares, sino también del Congreso, la Corte Suprema de Justicia y el Tribunal Supremo Electoral

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Miércoles, 8 de julio 2009, 14:38

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La imparable tensión abierta en Honduras entre el presidente del país, Manuel Zelaya, y el Ejército se resolvió ayer con la intolerable detención y expulsión por la fuerza del jefe del Gobierno, impedido así para celebrar el plebiscito que había convocado sobre su objetivo de reformar la Constitución con la oposición no sólo de los militares, sino también del Congreso, la Corte Suprema de Justicia y el Tribunal Supremo Electoral. La decisión de Zelaya de desoír el rechazo de los otros poderes del Estado a un cambio de marco legislativo que permitiría al presidente renovar su mandato, para el que fue elegido en 2005, pese a que lo impide el propio texto constitucional no justifica de ningún modo el golpe protagonizado ayer por el Ejército. Un Ejército que ha optado por tutelar de manera inaceptable los designios del país, después de llevar varios días amagando con la asonada tras la destitución no consumada de su máximo responsable, el general Romeo Vásquez, convertido en el principal antagonista del presidente. La unánime condena de la comunidad internacional al golpe militar ha de acompañarse de una rápida y efectiva movilización diplomática que permita la restitución tanto del presidente ilegalmente removido de su cargo, como de la legalidad constitucional en todos sus extremos a fin de evitar cualquier desenlace sangriento.

La grave crisis en que han desembocado los difíciles equilibrios de poder internos advierte de la fragilidad democrática de un Estado sumido en la inestabilidad política y condenado por una pobreza endémica. El descarado intento de Hugo Chávez de patrimonializar la respuesta al levantamiento militar, alentando sospechas contra EE UU y advirtiendo de que considerará un «acto de guerra» las agresiones contra sus diplomáticos en Honduras, refleja no sólo la insidiosa tendencia del presidente venezolano a aprovechar cualquier conflicto en la región a beneficio del "polo chavista" que encabeza y que viene actuando como un contrapoder de las democracias latinoamericanas más homologables. También demuestra que la estrafalaria deriva populista de Zelaya aleja a su país del sosiego institucional que precisa para hacer frente a las graves carencias de todo orden que soporta la maltratada población. El Ejército hondureño debe retirar los tanques de las calles y permitir el regreso con plena legitimidad de su presidente, quien debería superponer a sus proclamas el compromiso de constreñir sus propósitos a la legalidad constitucional vulnerada ahora por las Fuerzas Armadas.

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