Huéscar, frontera y nobleza obligan
Alfonso de Bustos, barón de Bellpuig, mantiene junto a sus hijos el vínculo con la tierra que heredaron de sus antepasados hace 500 años
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Domingo, 14 de septiembre 2008, 03:22
ÍÑIGO de Bustos Pardo Manuel de Villena. Así se llama y apellida este abogado de 47 años, con residencia fija en Madrid y atemporal en ... Huéscar, cuyos antepasados pisaron por primera vez esta comarca hace 500 años. Por familia, linaje y herencia genética, es un noble. También sus tres hermanos pero, sobre todo, su padre, Alfonso de Bustos y Bustos que heredó por primogenitura el título de barón de Bellpuig -uno de los tres más antiguos de España- y que, a sus 75 años, sigue transmitiendo a sus hijos la importancia del legado histórico del que son depositarios. Baste decir que esta familia custodió durante siglos, además de un importante archivo, el original de las Capitulaciones para la rendición de Granada que el bisabuelo de Íñigo, Alfonso de Bustos y Bustos, marqués de Corvera, donó al Ayuntamiento de la capital granadina en 1908.
En Huéscar la familia Bustos mantiene una Fundación -Nuestra Señora del Carmen- que, junto a la también Fundación Portillo de dicha localidad, han patrocinado y organizado con la Universidad CEU San Pablo de Madrid, el I Congreso Internacional de Historial Medieval que se ha celebrado este fin de semana en la localidad. El tema a tratar, la 'Identidad, conflicto y representación de la frontera en la España Medieval'. Nada casual, por cierto. Huéscar fue desde el siglo XIII al XV una tierra de frontera entre el reino nazarí de Granada y el reino de Castilla. Una particular tierra que lo mismo estaba en poder de musulmanes como de cristianos pero cuyas comunidades coexistían pacíficamente cuando las hostilidades cesaban de forma temporal.
Tierra y habitantes que cuando disminuía la tensión militar y se volvía a la normalidad fronteriza, reanudaban sus contactos, negociaciones, intercambios económicos y hasta liberaban a sus respectivos cautivos. Bien es verdad que era mucho lo que separaba a árabes y cristianos pero, también, es cierto que en estas zonas de frontera la convivencia y supervivencia diaria les llevaron a limar sus diferencias ideológicas y religiosas, cultivar el bilingüismo y hasta mantener un mestizaje cultural que no se daba en ningún otro territorio del reino.
«Un mundo que basculaba en lo militar y lo político entre la confrontación y la convivencia», en palabras de Emilio Molina López, catedrático de Historia del Islam de la Universidad de Granada.
La primera vez que Íñigo de Bustos visitó de Huéscar era sólo un niño. Todos los años su padre trasladaba a la familia a la finca La Losa, donde sus cuatro hijos vivían tres meses idílicos en pleno campo, libres, en contacto con la tierra, el agua, los animales. También volvían en Navidad, a la casa del siglo XVI que también poseen en la calle Mayor y en la que han acondicionado una zona como residencia pues el antiguo edificio no reúne condiciones de habitabilidad.
Pero habrían de pasar muchos años para que comprendiera y profundizara en el vínculo que mantenía su familia con esta tierra granadina, tan lejana y distante de otras ramas de su genealogía. Y fue así como, poco a poco, se sumergió en los archivos, bibliotecas, librerías 'de viejo' y en la investigación de especialistas medievales, durante el poco tiempo que le dejaba su ejercicio de la abogacía.
Se enorgulleció al saber que su familia pertenece a un largo linaje de nobles que se remonta nada menos que a Carlomagno, a través de la familia catalana Cardona que obtuvo el primer título de barón de Bellpuig. Seguirían después nuevos hallazgos. Conocer que la relación de su familia con Granada también se entronca con el príncipe nazarí Cidi Alnayar que, tras convertirse al cristianismo, tomó el nombre de Pedro Granada Venegas, dio origen al linaje de los marqueses de Campotéjar y, con el paso del tiempo, se emparentó con los Bustos, una familia que recibió la regiduría de Huéscar y Baza y varios mayorazgos por su colaboración en la conquista de Granada.
Familias, matrimonios, pérdida de apellidos por falta de varonías, enlaces con nuevas ramas y linajes por vía femenina... Todo un complejo entramado que arranca en 1495 cuando los Reyes Católicos vulneran las Capitulaciones de Huéscar -según la cual sería siempre villa real que no se entregaría a ningún señor- y se la ofrece como señorío al Condestable de Navarra, conde de Lerín, junto a Freila, Castilléjar, Puebla, Benamaurel, Zújar y los Vélez, pero con la condición de que a su muerte la villa volvería a la Corona y sus herederos perderían todos sus derechos. Nada más lejos de la realidad. La familia Lerín siguió manteniendo tierras en Huéscar que gobernaban a través de terceras personas pero que, al final, tuvieron que vender ante los continuos pleitos y demandas que interpusieron los vecinos por usurpaciones y abusos.
Presencia navarra
Fueron muchos los navarros quienes se asentaron en la zona norte de la provincia de Granada y, otros tantos, los que después regresaron a sus lugares de origen. Aún así, dejaron en estas tierras sus costumbres, numerosos apellidos pero, sobre todo, la devoción a las Santas Mártires Alodía y Nunilón en cuyo honor y por mandato de doña Leonor, esposa del Condestable y hermanastra del rey Fernando, se construyó una ermita.
Y la historia siguió, la Corona volvió a incumplir sus compromisos y Huéscar se la entregó como señorío a don Fadrique Álvarez de Toledo, segundo duque de Alba, a cuya casa estuvo vinculada parte de esta tierra hasta el siglo XVIII.
Nuevos matrimonios, más cruces genealógicos. La familia Bustos reaparece de nuevo en tierras granadinas con otro nombre propio, Rafael de Bustos y Castilla-Portugal, ministro de Fomento con Isabel II. Era el tatarabuelo de Íñigo, un hombre tan emprendedor como su nieto don Alfonso de Bustos que, además de pasar a la historia por su donación de las Capitulaciones a Granada, lo hizo por poner en marcha la primera hidroeléctrica de España que casi lo lleva a la ruina, «pues la sociedad española de mediados del siglo XIX aún no estaba preparada a ver y predecir el futuro de una bombilla».
Aunque don Alfonso se desprendió de muchas propiedades para afrontar las deudas de su pionera iniciativa, conservó algunas tierras en Huéscar. Entre ellas, la sierra de Marmolance, de unas 700 hectáreas y la finca La Losa, de 2.000 hectáreas que, actualmente, sus descendientes siguen manteniendo en productividad.
Tradición manda
Íñigo de Bustos se siente orgulloso de su familia, de sus antepasados y de lo que le han transmitido. Para él, ser noble, tener arraigado el sentimiento de nobleza, va más allá de la simple posesión de un título nobiliario. «Alfonso X El Sabio lo recogió muy bien en Las Partidas en donde se afirmaba que entre las cualidades que debían tener los hijosdalgos era la 'vergüenza', en el sentido de que poco servían las cualidades físicas o las pertenencias materiales si sólo se utilizaban en beneficio propio».
-¿Cuál ha sido el mejor legado que le han transmitido?
-Ni a mí ni a mis hermanos nos han transmitido nada explícitamente pero sí el ser gente de bien, con todos nuestros pecados. En cualquier caso, creo que el régimen señorial no debió ser tan malo cuando la palabra señor ha pasado a ser un calificativo honroso.
Ni él ni sus hermanos viven de las 'rentas', como muchos pueden pensar. Lo hacen de su trabajo. Su hermano mayor, Alfonso, -que como primogénito heredará el título de barón de Bellpuig- se encarga directamente de la explotación de la finca La Losa; Xavier, es economista y trabaja en un grupo empresarial de estaciones de servicio; él, Íñigo, ejerce -como ya dijimos- la abogacía y su hermana menor, Yolanda, está casada, es madre y ha hecho una opción personal por atender a su familia.
-¿Ser noble está en decadencia?
-Puede que los nobles sí, pero no la nobleza. Se publicitan los aspectos más decadentes de la institución pero no sus valores más intrínsecos como son que la naturaleza humana no es algo que nos excusa y absuelve, sino que nos exige y obliga, y un sentido trascendente de la vida.
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