Aquella niñita de la coleta
En la infancia tuvo que buscar comida en contenedores y protegerse de las ratas. Viola Davis, primera actriz negra que gana el Emmy como protagonista de una serie dramática, soñó durante años con «una cama limpia»
carlos benito
Jueves, 24 de septiembre 2015, 00:26
Cada vez que le preguntan por su oficio, Viola Davis emplea la misma expresión para explicar en qué consiste: los actores, dice, son «creadores de ... seres humanos». La intérprete estadounidense siente un rechazo visceral por los guiones que dibujan a un personaje de manera unidimensional, como una tonta marioneta de guiñol infantil, y más aún si esa simpleza del estereotipo se aplica a una mujer negra, un vicio muy extendido en la industria audiovisual. Por eso, en su discurso tras recibir el Emmy como mejor protagonista de una serie dramática, ha planteado la reivindicación profesional más importante para ella: «Lo único que separa a las mujeres de color del resto es la oportunidad. No puedes ganar un Emmy con papeles que simplemente no existen».
En ese sentido, ella ha tenido suerte. Se ha convertido en la primera actriz negra que obtiene este premio gracias a su interpretación de Annalise Keating, la «sexual, problemática y misteriosa» protagonista de Cómo defender a un asesino, una profesora de Derecho que perfectamente habría podido ser blanca. Durante buena parte de sus tres décadas en el negocio, Viola Davis tuvo que vivir como «una obrera de la interpretación», experta en intervenciones breves, y pudo comprobar una y otra vez el encasillamiento de las actrices negras, sobre todo las que, como ella, tienen un tono de piel más oscuro. «La prueba de la bolsa de papel sigue funcionando explicó este verano a The Wrap. Si eres más oscura que una bolsa de papel, entonces no eres sexy, no eres una mujer, no estás incluida entre lo que los hombres deben desear. En la historia de la televisión e incluso del cine, nunca he visto un personaje como Annalise Keating interpretado por alguien con mi aspecto. Alguien de mi edad, mi tono de piel y mi sexo». Las actrices con presencia similar a la suya, concluía en aquella entrevista, suelen aparecer más bien «como adictas al crack y prostitutas».
Más datos
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Su vida personal. Viola Davis está casada con el actor Julius Tennon. Tienen una hija adoptada, Genesis, de 5 años. Además, Julius es padre de dos hijos de relaciones anteriores.
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Otros pioneros. El primer actor negro que ganó un Emmy como protagonista fue Bill Cosby, por I Spy. Entre 1966 y 1968, Cosby enlazó tres premios consecutivos en el apartado de serie dramática. En el de serie cómica, el honor correspondió a Robert Guillaume, que se impuso en 1985 por Benson. Entre las actrices, Isabel Sanford fue la primera y sigue siendo la única que se llevó un Emmy como protagonista de una serie cómica, en 1981, por The Jeffersons.
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La edición de este año. La gran triunfadora de la 67ª edición de los Emmy ha sido Juego de tronos, que ha batido récords con sus doce galardones. Entre ellos están los de mejor serie dramática, mejor guion y mejor secundario para Peter Dinklage. Veep, con cinco trofeos, se ha impuesto como mejor comedia y ha roto la racha de Modern Family, invicta desde 2010. Jon Hamm se ha llevado por fin el premio al mejor protagonista de serie dramática, como recompensa a su interpretación de Don Draper en Mad Men, mientras que Jeffrey Tambor ha obtenido el correspondiente a la comedia por su papel en Transparent. La miniserie de cuatro capítulos Olive Kitteridge se ha llevado cinco galardones.
Igual que esos personajes complejos que le gusta encarnar, ella misma es un ser humano que carga con sus luchas internas y sus cicatrices en el ánimo. Aunque nació en una granja de Carolina del Sur, su infancia transcurrió en el entorno industrial de Central Falls, una pequeña ciudad de Rhode Island donde no residía ninguna otra familia negra. La madre conseguía empleos esporádicos en las fábricas y el padre era mozo de cuadras en un hipódromo, pero no les llegaba para sacar a sus cinco hijos de lo que Viola ha descrito como «una pobreza miserable». El municipio les permitió vivir sin pagar renta en el 128 de Washington Street, una casa condenada al derribo donde todavía hoy transcurren las pesadillas de la actriz: por las noches, las hermanas se apretaban en la litera más alta y se envolvían el cuello con ropa para protegerse de los mordiscos de las ratas que infestaban el edificio. Cuando Viola tenía 8 años, las niñas ganaron un concurso de interpretación y recibieron como obsequio un bate de plástico, que les sirvió para responder con más firmeza al acoso de los roedores.
Una inmensa vergüenza
Y, además, estaba el hambre. «Hice de todo para conseguir comida. He robado para comer. He saltado a contenedores enormes, llenos de gusanos, para buscar comida. Me he hecho amiga de vecinos porque sabía que sus madres preparaban tres comidas al día», ha reconocido. Aunque guarda «muchos recuerdos felices» de aquella época, siente que el hambre le hizo «sacrificar su infancia» y «crecer con una inmensa vergüenza». El acoso continuado en la calle, donde los hermanos eran objeto de insultos racistas lanzados desde los coches, se sumaba a su propia conciencia de ir sucios, desarreglados, siempre hambrientos. «Cuando creces pobre, sueñas con tener una casa y una cama limpia. Son un refugio», dice la actriz, que todavía hoy, a los 50 años, se asombra ante el hecho de poseer su propio automóvil.
Su carácter disciplinado y su gran talento interpretativo le sirvieron para estudiar con becas, primero en una universidad de Rhode Island y después en la prestigiosa Juilliard de Nueva York, donde los profesores la recuerdan como una joven apasionada por su arte. Pero todavía necesitaría unos cuantos años y mucho esfuerzo para superar los complejos incubados en su infancia. «Siempre me sigue aquella niñita de la coleta que buceaba en los contenedores», ha admitido. También le costó desprenderse de los condicionantes y los cánones impuestos por la industria sobre las actrices negras, que en determinada fase de su carrera la llevaron a tratar de encajar en moldes que no eran para ella.
Hoy, Viola Davis triunfa en su profesión suma ya dos premios Tony, el Emmy y una nominación al Oscar y da la cara por la organización contra el hambre Hunger Is, pero sobre todo aparece como una mujer fuerte, que ha sabido reivindicar su forma de ser del mismo modo que se esfuerza en dotar de hondura a sus papeles. Sabe que la fachada, esa «máscara que sonríe y miente», no basta para hacer a una persona ni a una actriz:«Yo hablo todo el tiempo sobre mi edad. Y, desde luego, no me he hecho ningún tipo de arreglo estético. No voy a ser nada más que lo que soy».
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