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Melania Trump: una primera dama sin nada que ocultar

Melania Trump: una primera dama sin nada que ocultar

A la exmodelo, nacida en Eslovenia, todavía se le echan en cara sus desnudos casi pornográficos y el plagio del discurso de su antecesora en la Casa Blanca, Michelle Obama

iñaki juez

Miércoles, 9 de noviembre 2016, 12:33

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Melania Trump, la reina del copy-paste tras plagiar el discurso electoral de Michelle Obama, se ha convertido esta madrugada en la primera dama de EE UU, todo un logro teniendo en cuenta su origen esloveno y, más importante aún en una sociedad tan conservadora como la estadounidense, su pasado pornográfico. El comprometido curriculum de la exmodelo de 46 años parece no haber restado un solo voto a su marido. Todo lo contrario. Su perfil bajo durante la campaña electoral, donde se ha limitado a sonreír metida en su papel de mujer florero con una sola intervención en un mitin, ha despertado las simpatías de un sector de la población femenina que se ha podido ver reflejada en ella en comparación con el elevado nivel intelectual de Hillary Clinton, la derrotada adversaria de su marido.

Melanija Knavs, su verdadero nombre, nació en la ciudad industrial de Sevnica el 26 de abril de 1970, bajo el régimen comunista de la antigua Yugoslavia del mariscal Tito que siempre repudió. Su padre, Viktor Knavs, era vendedor de coches, además de miembro del Partido Comunista esloveno, y su madre, Amalia, trabajaba en una fábrica textil. La familia vivía en un modesto edificio de apartamentos pegado a la escuela de Primaria donde todavía hoy la recuerdan como una buena estudiante que desde muy pequeña soñaba con dedicarse al mundo de la moda.

A los 16 años, se mudó a Liubliana, la capital eslovena, para iniciar sus estudios de Secundaria hasta que un día el fotógrafo Stane Jerko la descubrió. Nacía su carrera como modelo, que trató de compatibilizar con sus estudios. Misión imposible. Finalmente, sólo estudió un año de la carrera de Arquitectura. Su escultural cuerpo de 1,80 metros de altura y sus hermosos ojos azules la convirtieron en una de las top-model más cotizadas de la época, asidua de las pasarelas de París o Milán, por lo que en 1996 decidió abandonar su país natal para irse a vivir a Nueva York, con un visado de trabajo, en busca de su particular sueño americano, apareciendo en portadas de revistas de moda tan prestigiosas como 'Vanity Fair', 'Vogue' y 'Elle'.

Prendado de su belleza

En 1998, Trump la conoció en una fiesta en Manhattan y quedó prendado de su belleza, por lo que desde ese momento el multimillonario, recién separado, decidió que debía convertirse en su tercera esposa pese a tener 24 años menos que él. Y todo ello pese a que fue rechazado tras pedirle el teléfono ya que, según contó la exmodelo en una entrevista, el empresario estaba con otra mujer en esos momentos. Dio igual. Trump siempre consigue todo lo que quiere y comenzaron a salir.

No se sabe si Melania no veía mucho futuro en la relación porque, en el año 2000, se atrevía a posar desnuda para la revista 'GQ' del Reino Unido. Curiosamente, la sesión de fotos se hizo en el jet privado del millonario estadounidense, una polémica decisión que, por lo que se ve, no impidió que el magnate pidiese en 2004 su mano a sus padres en el restaurante del hotel Gran Toplice Bled, un establecimiento de lujo situado en los Alpes Julianos, al noroeste de Eslovenia.

Boda de lujo

Se terminaron casando el 22 de enero de 2005 en una gran boda celebrada en Florida a la que acudió, quién lo iba a decir, la mismísima Hillary Clinton, acompañada de su marido. La novia lució un vestido de Dior valorado en 200.000 dólares. Un año después, nacía su hijo en común, Barron Trump que ahora tiene 10 años.

Melania apoyó de forma incondicional a su marido cuando se lanzó a la carrera hacia la Casa Blanca. Desde noviembre del año pasado, se convirtió en su sombra, aunque no dudó en cederle el protagonismo mediático a Ivanka, hija del primer matrimonio del multimillonario y una de sus principales asesoras. Por su parte, Trump, de 69 años, siempre hizo todo lo posible para aparecer en multitud de actos electorales con su hermosa mujer, que ha sabido sacar provecho de su pasado sobre la pasarela. Y ella siempre le respondía con alabanzas como cuando dijo, con un acento extranjero que no ha podido domar: «Será el mejor presidente de la historia ¡Te quiero!».

Todo iba bien para la exmodelo hasta que, en un fatídico 18 de julio del 2016, leyó en plena convención republicana un discurso plagiado en su mayor parte al que pronunció Michelle Obama en la convención demócrata de 2008. El escándalo estaba servido. Sin embargo, la reacción de la pareja, bromeando sobre el asunto y quitándole importancia, despertó la simpatía de los estadounidenses. «Michelle Obama pronuncia un discurso y todo el mundo lo elogia. Es fantástico, piensan que es absolutamente impresionante. Mi esposa da exactamente el mismo discurso y la gente la critica. No entiendo», afirmó el candidato republicano y muchos perdonaron el copy-paste de la que sería su futura primera dama, que habla con fluidez alemán, francés, italiano y serbocroata. Y es que, según aseguran las personas de su entorno más cercano, Melania es una mujer mucho más preparada de lo que pudiera dar la sensación.

Defensa a ultranza de su marido

Pese al error de bulto de su plagio, Melania fue vital a la hora de defender a su marido de las acusaciones de trato grosero y obsceno hacia las mujeres (más de una decena acusaron a Trump de acoso sexual e incluso de asalto). No en vano, la primera dama lleva 18 años casada con él, una respetable cifra en una sociedad como la estadounidense, poco acostumbrada a la estabilidad matrimonial debido a la proliferación de divorcios varios. «Mi marido fue incitado a hacer comentarios lascivos», «mi marido es amable y un caballero», ha dicho. Y América la ha creído.

En ese sentido, Melania, que se ha manifestado admiradora de Reagan, representa a una parte muy importante de la sociedad estadounidense: las amas de casa que no trabajan y que se dedican en cuerpo y alma a sus familias. No en vano, su marido dijo años atrás que «tener una esposa que trabaje es muy mala idea, porque si yo llego a casa y no está la cena pongo el grito en el cielo» o «nunca he cambiado un pañal, eso es cosa de mujeres». Todo parece indicar que la primera dama cumple a la perfección ese perfil, sobre todo cuando ahora se dice defensora de la moralidad y buenas costumbres, al mismo tiempo que promete dedicarse a causas solidarias con los más necesitados. «Es una madre impresionante, una mujer increíble», dice de ella el nuevo presidente de EE UU.

El caso es que Melania se ha convertido en la segunda dama extranjera de EE UU tras la británica Louisa Adams, esposa del presidente de Estados Unidos John Adams (1825-1829). Asimismo, es la primera en haberse criado en un país con régimen comunista y en haber sido fotografiada desnuda. Nada de eso importa ya. La mujer de Trump deberá ahora hacer olvidar el increíble carisma de Michelle Obama, que brilló con luz propia durante todos los años del mandato de su marido. Aunque, después de plagiar su discurso, parece que no va a tener ninguna oportunidad de hacerle sombra en su puesto de la mujer del hombre más poderoso del planeta.

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