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Valery Gergiev dirige a la Orquesta del Mariinsky durante el concierto de anoche. RAMÓN L. PÉREZ
La Orquesta del Teatro Mariinsky de San Petersburgo marca las diferencias

La Orquesta del Teatro Mariinsky de San Petersburgo marca las diferencias

Valery Gergiev, brillante y seguro director con Glinka y Rimski-Korsakov en el fascinante marco de la Alhambra

JOSÉ ANTONIO LACÁRCEL

GRANADA.

Domingo, 1 de julio 2018, 17:59

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Está claro que la Alhambra ejerce una fascinación increíble en todo aquel que visita Granada. La Alhambra, nuestro primer monumento, se erigió anoche en protagonista no sólo porque en su recinto se celebran las sesiones del Festival, sino también porque el orientalismo romántico, soñado por grandes compositores de todas las épocas, mucho tiene que ver con la visión, con el carisma, con el carácter único de este singular regalo que es todo el recinto alhambrino. Y ningún otro sitio tan adecuado para que sonaran las hermosas melodías de Sherezade como el Patio del Palacio de Carlos V, tan próximo, tan cercano, al milagro de los dos más hermosos patios árabes: el de los Arrayanes y el de los Leones, que se intuyen, se añoran, en la noche del Festival. Y hasta aquí, a disfrutar de la música y del marco, se acercaron anoche, entre otras personalidades, el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, José Antonio Montilla, y el exministro de Cultura y exportavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo.

Pero dejando aparte consideraciones extramusicales tenemos que centrarnos en un programa de un interés y de una belleza incuestionable. Músicos rusos, director ruso y programa enteramente ruso. De un lado Glinka, cuyo interés por España le llevó a visitar nuestro país y concretamente también visitó Granada. La estancia española de Glinka se traduce en varias de sus creaciones, pero tienen un interés especial las oberturas españolas que anoche iniciaban la sesión del Festival. La famosa Jota Aragonesa es un verdadero alarde de belleza, calidad, sentimiento y sincero acercamiento a uno de los aspectos más importantes de nuestra música popular.

Y tras Glinka, el Capricho Español y Sherezade, esa maravilla de orquestación, esa preciosa obra llena de melodías bellísimas, de momentos sugerentes, con un orientalismo muy en la línea de los compositores que precedieron a Rimski-Korsakov. El ruso toma como punto de partida, como base para crear esta obra, las narraciones de las Mil y un noches y consigue recrear un ambiente un tanto oriental, pero sobre todo, destaca la exquisitez de una composición que sin ser del todo música descriptiva sí obedece a algunos episodios de la famosa serie de cuentos. El tratamiento de la cuerda es de una delicadeza absoluta, el tratamiento de los vientos contribuyen a crear un clima y un ambiente y hace que la percusión, muy nutrida (caja, pandereta, triángulo, platillos y bombo y timbales) sirva para acentuar el carácter un tanto pintoresco, un tanto irreal, como de sueño, de la obra que llama la atención también por una orquestación de gran altura, por una orquestación que consigue llevarnos a saborear la belleza de una creación que, desde su estreno, cuenta con el favor y con el fervor del público. Y con toda justicia.

Porque Sherezade ha sido el gran final de la noche de presentación de la Orquesta del Teatro Mariinsky de San Petersburgo en el Festival granadino, conducida por un eficiente, austero y brillante director como es Valery Gergiev. Sherezade ha sido el brillante punto final a una noche plena de aciertos. Porque la orquesta rusa ha marcado claramente las diferencias, demostrado que es una orquesta que puede codearse con tantas otras, de gran categoría, de indudable envergadura, que han sido invitadas por el Festival a lo largo de los años. La orquesta del famoso, legendario, teatro de San Petersburgo es un elenco francamente bueno. Una cuerda excelente, plena, cálida, con sonido perfecto, brillante y mórbido. Unos vientos plenos, afinados, musicales. Una percusión siempre mesurada y acertada. La orquesta tiene un gran sonido, un hermoso sonido y las distintas familias instrumentales, ofrecen un todo que resulta brillante y tremendamente eficaz.

Extraordinaria solvencia

Al frente de tan espléndido elenco un director de una extraordinaria solvencia. Seguro, con autoridad, sabiendo sacar lo mejor de los músicos a sus órdenes. Sobrio en el gesto pero tremendamente eficaz en todo momento. Su aportación a las dos obras de Glinka, las dos oberturas de resonancias españolas -Jota aragonesa y Recuerdo de una noche de verano en Madrid- han constituido toda una delicia y han supuesto un grato adelanto de lo mucho y bueno que nos quedaba por oír. Una primera toma de contacto orquesta público que ha sido altamente positiva. Después, en el Capricho Español, de Rimski-Korsakov, Valery Gergiev ha dado toda una espléndida lección de cómo aprovechar los recursos tímbricos, ha ofrecido una visión espléndida de una orquesta que estaba en estado de gracia. En todo momento ha gustado sobre todo en la vibrante alborada y en el hermoso y brillante Fandango Asturiano.

Y para completar el programa la antes aludida Sherezade. Formidable lectura la que ha hecho Gergiev, fielmente seguido por una orquesta disciplinada, pletórica. A destacar la formidable labor que ha realizado la concertino, plena de musicalidad, virtuosística. Y con ella toda la orquesta. Vuelvo a repetir, cuerda de bellísimo sonido, buenas maderas, buenos metales y acertada percusión. Y al frente, una gran músico: Valery Gergiev.

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