Guía para interactuar con las personas ciegas

Para evitar situaciones incómodas y aclarar las dudas que cualquiera pueda tener al respecto, la ONCE acaba de publicar el folleto 'Mira', una guía con viñetas humorísticas realizadas por Álvaro Núñez que recoge realidades de la vida cotidiana protagonizadas por personas con algún tipo de discapacidad visual, y cómo hacerlas fáciles para ellas sin 'meter la pata'.

La premisa clave es preguntar siempre antes de ayudar y actuar con naturalidad. «Si en algún momento nos rechazan la ayuda no hay que desanimarse. A veces necesitamos encontrar ciertos puntos de referencia o preferimos hacer algo solos. Es más, en una misma situación, puede que una persona ciega no necesite ayuda, pero otra sí; o que la misma persona necesite ayuda en un momento dado y en otro no», dice González. Y pone un ejemplo para aclararlo: «Puede que yo a las ocho de la mañana no necesite a nadie para cruzar un paso de peatones cuyo semáforo cuenta con una señal acústica. Sin embargo, a las siete quizás sí, pues a esa hora la señal acústica todavía no está activa y no suena».

Asimismo, destaca la importancia de preguntar antes de acariciar a un perro guía: «Estos animales están trabajando y si se los distrae se puede poner en riesgo nuestra seguridad».

«Las fachadas de los edificios son nuestra mejor referencia», afirma González. «Por eso, cuando hay motos o patinetes aparcados en la acera de mala manera es horrible, porque muchas veces el bastón pasa por debajo de ellos e acabas chocándote con ellos».

Igual de incómodos son los cubos de basura y otros objetos que se tiran al suelo o no se recogen, como cartones resbaladizos o las cacas de los perros.

Otras formas de mejorar la convivencia son: «avisar de aquellas circunstancias que no pueden controlar (manchas de su ropa, descosidos, botón desabrochado...) y colocar los rótulos en un lugar visible –mejor a la altura de los ojos– para que puedan detectarlos con más facilidad las personas que tienen restos de visión», sugiere el libro de la ONCE.

Al guiar a una persona ciega, «sitúate delante de ella y ofrécele tu brazo para que se agarre. Camina a un ritmo adecuado para que pueda seguirte. Si pasáis por un lugar estrecho (obras, aceras estrechas, puertas, pasillos, etc.), dirige tu brazo hacia atrás o indícaselo verbalmente, para que se sitúe detrás de ti. Si prefiere no cogerse del brazo porque solo tiene baja visión, bastará con que te coloques delante», detalla un apartado del libro.

Y destaca: «Tan importante como guiarla, es dejarla en el lugar que nos ha indicado (no en el que nosotros creamos que es mejor para ella), que sea seguro y facilite su orientación».

En muchos casos, nuestra forma de dar explicaciones es poco concreta. Utilizamos muchos adverbios de lugar como 'aquí', 'ahí', 'allí', que a las personas ciegas no les dicen nada. En su lugar, el libro 'Mira' recomienda proporcionar referencias espaciales adecuadas como 'está a tu derecha y hacia delante'. Las indicaciones con gestos tendrán menos significado todavía, por lo que conviene no utilizarlas.

González pone un ejemplo: «Es común que en los medios de transporte nos digan, 'ahí tiene un asiento' o 'aquí hay una barra para que se agarre'. Si yo busco la barra o el asiento por mi mismo es probable que le acabe arreando a alguien en la cara. Lo más útil es que te cojan la mano y te la pongan en el respaldo de la silla o sobre la barra».

La tecnología ha permitido realizar actividades que eran impensables a las personas con discapacidad visual, pero también ha generado nuevas problemáticas. Por ejemplo, el uso de códigos QR en los restaurantes es muy práctico, pero habrá que indicar dónde están colocados para que puedan encontrarlos. Lo mismo que con otras máquinas de gestión automáticas que han sustituido la presencia humana en muchos sectores.

Igualmente, las aplicaciones móviles para realizar gestiones online deberían ser accesibles.