El cartel que levantaron para un año y pronto cumplirá un siglo

Hollywood se convirtió en la capital mundial del cine y el cartel de Hollywoodland se elevó a la categoría de símbolo, pero no todo el mundo estaba contento con él: a mediados de los 40, muchos vecinos apostaban por retirar de una vez esas letras deterioradas por la lluvia y el viento. En 1949 se le practicó una buena reparación, se desinstaló el viejo sistema de bombillas que lo iluminaba y, sí, se retiraron las cuatro últimas letras para dejar solo Hollywood. En 1973, la actriz Gloria Swanson pagó de su bolsillo otra restauración del cartel. Y, a finales de los 70, las autoridades decidieron que había llegado la hora de sustituir las vetustas letras, comidas por las termitas y hechas polvo en general: una o se había desplomado ladera abajo y unos incendiarios habían prendido fuego a la base de una ele. Los caracteres originales se reemplazaron por otros, de 13,7 metros y con estructura de acero, y nueve 'celebrities' apoquinaron 27.778 dólares por barba para sufragar cada uno de ellos. Entre ellos destaca Hugh Hefner, el fundador de 'Playboy', que fue el gran dinamizador de la operación, pero también el cantante heavy Alice Cooper, que hizo su donación en nombre del recién fallecido Groucho Marx. Esta vez, en vez de mulas y tractores como en 1923, se emplearon helicópteros.

Esos son los hitos de lo que podríamos llamar la historia oficial, pero el cartel ha sido escenario de numerosos sucesos, a veces cómicos y a veces trágicos. Se cuenta que, a principios de los 40, el encargado de mantenimiento se cargó la hache al estamparse contra ella con su coche, cuando conducía en estado de embriaguez, aunque el 'trust' que gestiona actualmente el recinto niega esa versión y asegura que el culpable fue un vendaval. En 1932, la actriz Peg Entwistle se suicidó arrojándose desde lo alto de la hache y, con ello, se convirtió tambien en símbolo: en su caso, de las decepciones que se escondían bajo el brillo de Hollywood. A Peg le había ido bien en Broadway, pero la fortuna le volvió la espalda cuando se mudó a la meca del cine. Circula la leyenda de que, al día siguiente de su muerte, le llegó una carta ofreciéndole un buen papel: era un personaje que terminaba quitándose la vida.

La fama del cartel de Hollywood ha dado lugar a decenas de imitaciones (como las letras que anuncian la comunidad canadiense de Dildo, muy orgullosa de ese nombre que en inglés designa a un consolador) y también ha inspirado el parque Dollywood de la cantante Dolly Parton. Y, por supuesto, ha sido objeto de incontables intervenciones y sabotajes que trataban de rentabilizar su visibilidad mundial: lo han modificado para que diga cosas como Hollyweed (por 'weed', hierba, marihuana) o, en febrero de este mismo año, Hollyboob (por 'boob', teta), para protestar así contra la censura en las redes sociales.