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Castellón impone su ley en un día marcado. El viernes santo, más sala de un partido, es un destino sellado en cada pase, en cada golpe. La victoria no es un respiro, sino una última oportunidad. La derrota, una condena sin redención, la caída al vacío de todo lo construido. En ese campo, cada acción pesa como un juicio final.
En el fútbol, como en la vida, hay temporadas que duelen más por lo que casi fue que por lo que realmente ocurrió. La UD Almería lo sabe. Ha aprendido, a fuerza de golpes, que a veces no basta con levantarse, hay que llegar. Que acariciar el playoff no es lo mismo que jugarlo. Y que cuando te marcan el ascenso como única meta, todo lo demás —incluido el esfuerzo— se vuelve invisible.
Mandato
El equipo arrastra un mandato tácito: volver. Y no volver de cualquier manera, sino con urgencia, con autoridad, con la etiqueta de favorito siempre cosida al escudo. Ese mandato lo imponen la historia reciente, el músculo económico y la mirada de una afición que ya ha probado el sabor de la élite. Todo lo que no sea el ascenso directo se percibe como un error de cálculo, y cualquier temporada que acabe sin celebración es un fracaso. Aunque el equipo haya peleado hasta el final. Aunque haya merecido más. Aunque haya crecido. Ese es el drama de estar obligado a ganar siempre, que ni siquiera los avances cuentan si no llegan a destino.
En las últimas jornadas, la UDA coquetea con el playoff. A ratos está dentro, a ratos lo ve desde fuera. Pero al final, la clasificación no miente. Y el calendario tampoco perdona. No importa que el equipo haya corregido errores, que haya recuperado fútbol, que haya sumado puntos claves. El relato es otro: no se logró el objetivo. Y lo que no se logra, parece no existir.
El árbigro por JOSÉ GABRIEL GUTIÉRREZ
Pérez Hernández: Dirige el encuentro el colegiado madrileño Ángel Pérez Hernández, de 35 años de edad y que debuta esta temporada en Segunda División. Antes del ascenso, en categoría nacional, estuvo varios años arbitrando en Tercera División y Segunda División B. En esta última, en el campeonato de Liga 2018/19, dirigió el partido disputado entre Talavera CF y UD Almería B, finalizado con victoria toledana (2-0).
Ojo a los penaltis: Tras tres campañas en Primera RFEF, dirigiendo 38 partidos –dos de playoff de ascenso a Segunda División–, le llegó su 'gran día', El de su debut en la misma en el encuentro entre Sporting de Gijón y CD Eldense (0-0). Desde entonces ha arbitrado 19, con ocho victorias locales, siete visitantes y cuatro empates. Lleva la media de 4,95 tarjetas amarillas, sacado dos rojas y pitado ocho penaltis.
Segundo a los dos: Al equipo almeriense le ha arbitrado un partido de Liga esta temporada, el disputado por los rojiblancos en el ilicitano campo Martínez Valero, con victoria de la UD Almería (0-2) ante el Elche CF. En lo referente al CD Castellón, es el primero que le dirige en lo que va de Liga, aunque ya lo hizo en uno de la actual Copa del Rey, el jugado en el campo El Rubial, contra el Águilas FC, con victoria blanquinegra (0-1).
López Toca en el VAR: Su principal 'ojo avizor' en el desarrollo del partido, desde la sala VAR, será el cántabro José Antonio López Toca, que analizará las imágenes, junto al canario Raúl Martín González Francés, que lo hará en el AVAR. Sobre el césped, Pérez Hernández tendrá como auxiliares de banda a Gonzalo López De la Calle, del colegio castellano-leonés, y a Sergio Rebollo Merino, adscrito al colegio arbitral madrileño.
¿Y el precio? El precio es alto. Lo paga la plantilla, que convive con la presión constante del «tienes que subir». Lo paga el cuerpo técnico, con evaluaciones que no entienden de contexto. Lo paga la afición, que a veces ya no sabe si ilusionarse o blindarse para no sufrir más. Y lo paga el propio club, que ve cómo una temporada entera puede desmoronarse en un par de semanas grises.
Hay que decirlo: vivir bajo la exigencia del ascenso permanente desfigura todo lo demás. El fútbol se vuelve cálculo, la pasión se convierte en ansiedad y cada partido se analiza como si fuera una sentencia. Ya no se disfruta un buen encuentro si no viene acompañado de victoria. Ya no se valora un empate trabajado si los rivales directos suman de tres. Todo gira en torno a un objetivo que se convierte en obsesión.
¿Quién gana?
Pero el fútbol no es una ciencia exacta. No gana siempre el que más invierte ni el que mejor juega. A veces el balón pega en el palo y sale. A veces el portero rival tiene su noche. A veces el equipo llega, llega y no marca. Y eso también es parte del juego, aunque cueste entenderlo en medio del ruido.
El problema aparece cuando ese margen de error desaparece. Cuando no hay red. Cuando la única narrativa aceptable es la del éxito. Ahí, cualquier caída se convierte en abismo. Cualquier fallo, en símbolo de decadencia. Y esa lógica es injusta, porque castiga incluso el intento.
La UD Almería está en ese limbo, el de los que pelean, pero no siempre vencen. El de los que buscan sin encontrar. El de los que tocan la puerta del playoff, pero no terminan de cruzarla. Y sin embargo, ahí están. Cada jornada. Jugando, corriendo, remando contra su propia historia y contra un relato que no les permite respirar si no es en Primera.
Pero, ¿y si el valor también estuviera en el intento? ¿Y si aprender a perder con dignidad también fuera parte del camino? ¿Y si reconocerse vulnerables –como equipo, como proyecto– fuera una forma de construir algo más sólido?
La victoria
Nadie gana siempre. Ni siquiera los grandes. Y obligar a ganar no es una estrategia, es una condena. A veces, para llegar de verdad hay que permitirse no llegar del todo. Aceptar que el ascenso no siempre es inmediato. Que el éxito, en un deporte tan caprichoso como el fútbol, también se cocina con paciencia.
Quizá ahí esté la verdadera victoria de la UD Almería, en no rendirse, en seguir intentándolo aunque duela. Aunque la tabla no lo refleje. Aunque los titulares hablen de decepción. Porque el fútbol, al final, es eso: una forma de creer, incluso cuando no se gana.
Para hoy puede que con algún cambio porque el Castellón promete guerra, pero es necesario encontrar el triunfo, aunque sea difícil. Es, aunque se juegue menos, ganar más. Y toca hacerlo para que no haya 'cristales rotos'. Dadas las características del duelo, la intención es que no sea un partido loco y tener el balón es una obligación. Ya ante el Cartagena, que coincide con el Castellón sólo en el color de las camisetas, se hicieron 85 minutos notables, aunque con menos gol del deseado.
Control
La novedad podría ser la aparición de Bruno Langa por la banda izquierda, pero por delante de un Álex Centelles que jugó un buen partido ante el Cartagena, fabricando el primer gol de los rojiblancos. Con Luis Maximiano baló palos, la defensa está hecha porque tampoco hay mucho más para elegir. Marc Pubill va sobrado como lateral diestro, con Édgar y Aleksandar Radovanovic por el centro.
Aunque haya jugadores marcados por las tarjetas –Lopy, Luis Suárez, Centelles, Puigmal y Robertone están a una de la suspensión–, el Almería está obligado a no dejar a nadie en el banquillo. Por eso se apunta a un centro del campo con Dion Lopy y Gonzalo Melero, con Leo Baptistao y Sergio Arribas, con Langa, y Luis Suárez en punta.
Salvarse
El Castellón está en fase de vulnerabilidad por estar en una pugna diferente a la de la primera vuelta. Tiene peligro, como lo demuestra su capacidad de gol, pero se ha metido en problemas por su endeblez defensiva. Llega tras empatar en El Sardinero con resultado inferior en goles a lo merecido, como el Almería ante el Cartagena. Por lo hecho esta temporada y por lo logrado ante el Racing, un rival al que tenerle cuidado.
Llega el Castellón con la baja segura de Douglas Aurélio. Además, las molestias físicas que arrastran Kenneth Mamah y Salva Ruiz les deberían sacar del once titular.
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