Rubi, el técnico del Almería, es el 'viejo zorro' de Segunda
El rojiblanco es el segundo técnico con más partidos en la LFP de los 20 confirmados; falta saber quiénes entrenarán a Mirandés –se habla de Fran Justo– y Valladolid –se dice que Aldama–
En un campeonato donde cada temporada se reinician los proyectos, los banquillos cambian de dueño como si fueran asientos calientes y el vértigo se impone a la planificación, la figura de Rubi emerge como una rareza. No es el entrenador con más edad de la Segunda, pero sí uno de los que más ha dirigido. Su nombre no aparece en las listas de tendencias ni en los debates de plató, pero es el técnico con más peso específico en una categoría que a menudo desprecia la experiencia. Y el dato está ahí. Rubi ha dirigido 371 partidos en Liga de Fútbol Profesional (LFP), lo que lo convierte en el segundo entrenador con más recorrido de todos los que afrontarán la temporada 2025/26. Sólo Luis García, con 401 encuentros, lo supera.
Rubi es el entrenador con más partidos en Primera y Segunda de entre los que estarán en la categoría el próximo curso, salvo el técnico de Las Palmas. Detrás quedan nombres como Gaizka Garitano (318), Asier Garitano (309) y más atrás José Alberto López (220), Paco López (196), Pacheta (183) o Sergio Pellicer (132). Pero más allá de las cifras, lo que lo distingue no es sólo su kilometraje, sino la manera en que lo ha acumulado. El de Vilassar de Mar ha entrenado a todo tipo de equipos, en entornos muy distintos, con exigencias cambiantes y siempre con la sensación de que sus equipos sabían a lo que jugaban. Girona, Huesca, Valladolid, Sporting, Espanyol, Levante, Betis y, por supuesto, la UDA. En todos dejó cosas fudamentales como orden, idea y competitividad.
Apuestas
En una categoría en la que esta próxima temporada cinco clubes han apostado por técnicos que son debutantes absolutos en el fútbol profesional -Ceuta, Huesca, Cultural Leonesa, Sanse y Andorra-, Rubi representa la otra orilla. Mientras unos comienzan su camino, él sigue caminando. Y no por inercia. Lo hace con intención. Su regreso al Almería fue una declaración de principios. Podía haberse reservado, podía haber dicho que no, pero volvió. Volvió al lugar del que salió por la puerta grande, tras lograr una permanencia en Primera con más obstáculos de los que se suelen contar -puede que precisamente esos obstáculos fueran los que forzaron su salida, cerrada tras certificar la salvación en Cornellà-. En 2021 había construido el ascenso consumado al final de la Liga. Y después, el proyecto se desmoronó tan pronto como él se marchó.
El club estaba herido. Venía de un descenso doloroso y de una temporada para el olvido. Había perdido el alma, el criterio y también el sentido común. Rubi aceptó el reto de devolverle al Almería lo que nunca debió perder: una identidad. Y lo está consiguiendo. Sin aspavientos, sin marketing, sin escudos de humo. Sólo con fútbol.
Compite
El Almería ha sido un equipo que compite. Un bloque que ha recuperado algo tan básico como la solidez. No ha sido siempre brillante, pero sí reconocible. Ha pasado de ser un grupo sin alma a un equipo con respuesta táctica, que se mantuvo vivo hasta las últimas jornadas. No le dio para lograr la meta pero estuvo en la pelea. No desentonó. No se deshizo. Y eso ya es decir mucho. El mejor ejemplo fue ante el Racing, uno de los equipos más sólidos del campeonato. El Almería lo desactivó con un plan claro, un equipo compacto y una lectura táctica impecable, que se instaló como máxima. A eso juega Rubi, a entender el partido, reducir el margen de error y construir desde el orden.
En un fútbol cada vez más entregado a las modas tácticas, Rubi ha optado por seguir siendo él mismo. Sus equipos no son de posesión estéril ni de transiciones suicidas. No juega a impresionar, sino a ganar. Sabe cuándo correr, cuándo frenar, cuándo presionar y cuándo juntar líneas. Ha entrenado a equipos con balón y sin él, a proyectos ricos y a clubes modestos. Sabe manejar vestuarios, proteger al futbolista y hacerlo crecer. Y, sobre todo, no vende humo. Si su equipo gana es porque lo ha trabajado. Si pierde, no se esconde.
Estabilizador
A nivel interno, su figura ha sido un estabilizador. En un club donde se hablaba más de lo que pasaba fuera que dentro del campo, su presencia ha devuelto el foco al balón. No hay fuegos artificiales en las ruedas de prensa, ni polémicas gratuitas. Incluso cuando ha hablado –como en la última rueda de prensa, criticando con lógica un calendario que le dejaba sin internacionales–, lo ha hecho desde el sentido común. La respuesta sin cabeza de Tebas no desvió el foco. Rubi habla poco y entrena mucho. Y eso, en una categoría tan contaminada por el ruido, vale oro.
Está en su segundo año de contrato de esta segunda etapa. Firmó por tres temporadas en el verano de 2024, ha completado la primera y tiene dos por delante. No es un parche. No es un técnico provisional. El club apostó por él no para salir del paso, sino para reconstruir con tiempo. Y Rubi aceptó el reto con la profesionalidad que siempre ha demostrado. No tiene prisa, no parece incómodo, no necesita convencer a nadie. Sabe que el club aún no está donde debe, pero también que el camino ya está abierto. Y esa es la diferencia con tantos proyectos de Segunda, hay alguien al volante.
Futuro
Esa continuidad, ese proyecto con cara y ojos, es ahora una de las grandes fortalezas del Almería. Mientras muchos rivales comenzarán de cero, Rubi ya tiene parte del trabajo hecho. Le toca hacer una plantilla a su medida —para eso están Mohamed El Assy y Joao Gonçalves—, con un modelo ya en marcha y un cuerpo técnico que lo acompaña desde el inicio. Sus 371 partidos hablan por él.
No se trata de endiosarlo. Rubi también ha fallado, como todos. Ha tomado decisiones discutibles, ha perdido partidos clave, ha vivido altibajos. Pero siempre ha vuelto. Nunca se ha escudado. No se ha despegado del suelo. Y cuando ha tenido que empezar de nuevo, lo ha hecho desde abajo. Porque Rubi no le teme al barro.
Con la temporada ya finalizada y la mirada puesta en el próximo curso, su figura cobra más sentido que nunca. Ha devuelto al Almería la competitividad y lo ha hecho sin atajos, con un equipo en transición y desde el primer día de trabajo. La próxima campaña no será de arranque, sino de consolidación. Y en una categoría tan exigente, eso es una ventaja inmensa.
La UDA tiene algo más que un entrenador: tiene una dirección. Con Rubi al mando, el club ha recuperado el sentido del proyecto, la estabilidad en el banquillo y una idea de juego reconocible. No ha sido una temporada redonda, pero sí una temporada con estructura. Al frente, un técnico con 371 partidos de experiencia en el fútbol profesional, que no necesita vender humo ni disfrazar los resultados. Y, sobre todo, alguien que sabe lo difícil que es ganar en Segunda y lo fácil que es perderse en ella. Rubi no da pasos en falso. Rubi sabe. Y esa diferencia ya se nota.
Así, mientras media Segunda empieza de cero, Rubi construye con base. Mientras unos prueban, él confirma. Mientras algunos prometen, él entrega. Esa es la gran ventaja competitiva de la UDA, tener en el banquillo a uno de los entrenadores más sólidos, con contrato, compromiso, experiencia… y ganas. Eso no se compra. Eso se gana. Y hoy, el Almería lo tiene.
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