Nos da igual
Partir un melón puede salir bien o mal, pero nunca peor. Este, el de Soriano, lleva meses podrido. Y, pese a todo, pretenden que sigamos comiéndonoslo
césar vargas
Miércoles, 22 de febrero 2017, 10:24
En las últimas semanas se están escuchando muchas teorías que intentan explicar por qué Alfonso García sigue manteniendo a Soriano en el banquillo de la ... UD Almería: que el presidente no quiere gastar dinero en un nuevo técnico, que se siente responsable de la situación, que le da remordimiento echar a aquel al que obligó a colgar las botas o que, simplemente, es una apuesta personal ante el baile de técnicos que hubo la pasada temporada. Yo no sé por qué Soriano sigue dirigiendo los entrenamientos esta semana. Tampoco me importa lo más mínimo.
Tras 26 jornadas insufribles nos da absolutamente igual que el maño insista en seguir porque se vea capacitado. O que necesite más semanas para que los refuerzos de invierno adquieran la forma. O que su dimisión le suponga no volver a sentarse en un banquillo nunca más, ante su inexperiencia. Que no, que ya no nos importa.
15 partidos de 26 sin marcar gol. 18 jornadas en descenso. 3 puntos a domicilio de 42 posibles. 4 de los últimos 24 en liga. 8 de los últimos 33. 25 de 78 en toda la temporada. Colistas. Números terroríficos a los que se suman las indescriptibles sensaciones que genera el ver a un equipo sin patrón de juego, sin alma y sin orden táctico. Por si esto fuera poco, hay jugadores apartados, otros que fueron forzados a marcharse del club y algunos que dieron la talla a principio de temporada y que se han visto perjudicados por un entrenador que cortó su progresión con suplencias absurdas. Otros necesitaron meses para degustar el banquillo.
Nos dan igual ya todas las historias en torno a la continuidad de Soriano. Y me permito el lujo de hablar en plural porque me rodeo de mucha gente que sigue a este club, que ama este escudo y que está harta, como se verá este domingo hasta el minuto 12. Ganarle al UCAM será alargar una historia que no cambiará. Perder, abrir un horizonte de cambio. Partir un melón que puede salir bien o mal, pero nunca peor. Este, el de Soriano, lleva meses podrido. Y, pese a todo, pretenden que sigamos comiéndonoslo.
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