El anciano del trozo de cartón

Al poco tiempo de empezar el encuentro llegó el equipo juvenil de División de Honor de la UD Almería. Acababa de jugar en Sevilla ante Los Tomares, venciendo por 0-3, y aprovechó para ver a los de Soriano en acción. Los jugadores llenaron los pocos huecos dispersos, incluidos los que había a ambos lados de este señor mayor. Fue al cabo de los minutos cuando el hombre empezó a hablar con el juvenil de su derecha. El acento del deportista dejaba claro que no era almeriense.

Tras un rato charlando con el jugador, se llevó su temblorosa mano al bolsillo frontal de la camisa. Ese bolsillo aparentemente inútil y obsoleto, pero que nuestros mayores siguen empleando para guardar cosas. De él, el anciano sacó, con mimo y orgullo, un cartón plastificado, de considerable tamaño, en blanco y negro, con el escudo de la Agrupación Deportiva Almería y su foto, cuando las canas aún no poblaban su cabeza. «Vivo en el Puerto de Santamaría, pero llevo toda la vida siguiendo al equipo de mi ciudad», le oí decirle al jugador, que escuchaba con atención, mostrando un respeto admirable hacia el hombre.

Sin querer, el veterano aficionado le dio una valiosa lección a ese juvenil. Le enseñó que el fútbol va más allá del césped. Le dejó claro que, aunque el Almería sea un club pequeño, en pleno corazón de Cádiz hay un anciano que, mientras pueda, seguirá desviviéndose por su equipo. Aunque nadie le acompañe, salvo ese vetusto trocito de cartón que, aún hoy, sigue visitando estadios.