El Alcorcón tenía todo el derecho a competir durante su penúltimo partido en Liga de Fútbol Profesional a pesar de su situación. El Alcorcón podía ... meter la pierna al límite como si fueran ellos los que se jugaran un ascenso a Primera. El Alcorcón debía protestar al árbitro cada acción como si les fuera la vida en ello.
Entiendo, comprendo y comparto que los alfareros no regalaran ni el saque inicial. Y lo celebro, porque más mérito hubiese tenido la victoria que finalmente no se produjo. Y eso sí es dignificar la competición. Batirse en cobre, sin trampas y a pecho descubierto. Sea cuales sean las circunstancias.
Dicho lo cual, perder tiempo en el minuto 10 de partido estando descendidos hace semanas es canallesco. Dicho lo cual, encararte con el rival a las primeras de cambio es provocar. Dicho lo cual, la actitud de Gio Zarfino en su golazo no es justificable, proporcionada ni respetable. Y su actuación ante los micrófonos, digna de Óscar a la mejor actuación.
Con ventaja en el marcador, entiendo que te tires, que chilles y que no se juegue a nada porque ya lo tienes en el bolsillo aunque no te valga para un carajo pero, descendidos, no puedes limar al reloj. Tampoco, siendo almeriense y de la casa, te puedes levantar de la que fue tu sala de prensa sin desear suerte al equipo de tu ciudad.
Dijeron –ellos– que estábamos de fiesta sin disputar el partido. Mentira. Confiábamos en la victoria –con humildad– por las veinticuatro victorias, el mes y medio invictos y los cuatro triunfos seguidos. Nosotros no tenemos que justificarnos sino ellos. Que no nos vendan milongas y, lo más importante, que no nos las creamos porque alguno hay que se está flagelando más de la cuenta y no tiene motivos.
Cabeza alta.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión