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Luis Suárez no es simplemente el delantero más destacado del Almería. Su impacto va mucho más allá de los goles; es la esencia que da vida al conjunto rojiblanco. En una temporada marcada por altibajos, el delantero colombiano se ha convertido en el pilar central sobre el cual se sostiene el proyecto del equipo. Cada vez que Suárez pisa el césped y marca, el Almería encuentra una inyección de energía y confianza que, sin duda, le permite competir. Por el contrario, cuando su presencia se ve disminuida, la incertidumbre y la falta de soluciones ofensivas se hacen patentes.
El hecho de que Suárez haya marcado 22 de los 57 goles que porta el equipo es una cifra que no deja lugar a dudas sobre su impacto. Esta proporción, que equivale a casi el 40% del total anotado, muestra la magnitud de su responsabilidad. En comparación, el resto de la plantilla reparte los goles de manera muy desigual. Así, Leo Baptistao ha contribuido con 8 goles, Sergio Arribas ha anotado 6 goles, Nico Melamed ha sumado 5 goles, Gonzalo Melero ha marcado 3 goles, Centelles, Édgar y Alejandro Pozo aportan 2 goles cada uno y Largie Ramazani, Rachad Fettal, Dion Lopy, Robertone, Marc Pubill, Arnau Puigmal y Álex Pastor (Málaga CF) han marcado 1 gol cada uno.
Esta distribución evidencia la brillante actuación de Suárez, pero también la carencia de alternativas de peso en el reparto goleador. Cuando el Almería se ve privado de la creatividad y eficacia de su delantero estrella, el resto del equipo no logra suplir esa ausencia con la misma contundencia, generando una dependencia que puede resultar peligrosa. Marezi, que llegó como un goleador a años vista, no termina de demostrar todo lo que se había atisbado cuando llegó.
Impacto multifacético
El papel de Luis Suárez va más allá de lo evidente en las estadísticas. Su capacidad para arrastrar defensas, romper líneas y generar espacios ha convertido su presencia en el campo en un factor determinante para desequilibrar al rival. Su actuación influye en la manera en que el equipo se posiciona y ejecuta el ataque, permitiendo a sus compañeros encontrar huecos y aprovechar oportunidades. Esta cualidad lo convierte en un verdadero referente, ya que no sólo es el encargado de empujar el balón a la red, sino también de impulsar el juego colectivo del equipo.
Sin embargo, cuando Suárez no logra estar en sintonía o se ve imposibilitado de rendir al máximo, se desata una serie de problemas que evidencian la falta de un plan alternativo. El equipo se queda sin esa chispa innovadora que solo su capacidad de juego consigue ofrecer, y los demás jugadores, como Leo Baptistao, Sergio Arribas o Nico Melamed, a pesar de ser efectivos en términos individuales, no consiguen reproducir la misma influencia global en el ataque.
Arma de doble filo
La dependencia extrema en torno a un solo jugador plantea riesgos significativos para el Almería. La responsabilidad de 22 goles no es algo que cualquier equipo pueda asumir sin consecuencias. Si bien la cifra es motivo de orgullo y demuestra la calidad y compromiso de Suárez, también sitúa al equipo en una situación vulnerable. Cada ausencia —ya sea por lesión, sanción— se traduce en una crisis ofensiva que se ve reflejada en un rendimiento inferior y, a menudo, en partidos perdidos.
El reparto desigual de goles evidencia la magnitud del problema. Con Leo Baptistao aportando 8 goles, Sergio Arribas 6 y Nico Melamed 5, se puede observar que la producción ofensiva se concentra de manera alarmante en lo que haga el cafetero. Los jugadores que han contribuido en menor medida, desde quienes han anotado 3 goles (Gonzalo Melero y Álex) hasta los que han sumado 1 gol (Largie Ramazani, Rachad Fettal, Dion Lopy, Robertone y Arnau Puigmal, no pueden compensar la carga ofensiva que demanda un sistema tan centrado en un solo referente.
Esta falta de equilibrio representa un arma de doble filo. Por un lado, contar con un delantero de la talla de Luis Suárez es una ventaja indiscutible; por otro, la estrategia del equipo se ve limitada y predecible, haciendo que su rendimiento se polarice en función de la forma y disponibilidad del protagonista.
Sin alternativas sólidas
La estrategia del Almería, a pesar de haber conseguido en varias ocasiones sacar adelante resultados gracias a Suárez, se enfrenta a una problemática que es la falta de un plan B. Este déficit en la estructura ofensiva se evidencia en la incapacidad del resto del equipo para asumir roles de liderazgo cuando la figura del delantero se ve limitada. Los extremos y mediapuntas han sido incapaces de proporcionar la continuidad y peligro necesarios para generar un ataque complementario. La falta de un sistema que funcione de manera efectiva tanto con Suárez como sin él deja al equipo expuesto a momentos críticos, donde cada partido se vive al borde del abismo.
La distribución goleadora, tan marcada en favor del delantero, hace que la estrategia ofensiva se centre casi exclusivamente en él. Este modelo, si bien ha sido efectivo en ciertas ocasiones, no es sostenible en el largo plazo. La temporada aún guarda desafíos por delante y la presión sobre el cuerpo técnico para encontrar un equilibrio que permita diversificar las opciones ofensivas se hace cada vez más evidente. La integración de un sistema que distribuya las responsabilidades de manera más equitativa puede ser el camino para mitigar el riesgo inherente a depender de un solo jugador.
Más equilibrio
El reto para el Almería consiste en transformar esa dependencia en una fortaleza colectiva. La visión debe orientarse a construir un esquema de juego en el que la figura de Suárez sea, sin duda, determinante, pero donde el resto de la plantilla tenga la capacidad y la responsabilidad de aportar en forma constante. Esto implicaría no solo una revisión táctica para potenciar las cualidades individuales de jugadores como Baptistao, Arribas o Melamed, sino también la búsqueda de alternativas que permitan al equipo adaptarse en situaciones adversas.
El futuro del equipo estará condicionado en gran parte por su capacidad para innovar y diversificar el ataque. La experiencia demuestra que el fútbol, en su esencia, es un deporte colectivo, y que la dependencia excesiva en un solo jugador se convierte en un factor de riesgo. Para que el Almería pueda avanzar con solidez, es imprescindible aprovechar el potencial que tiene toda la plantilla y evitar que cada partido dependa únicamente de que Suárez logre marcar la diferencia.
Incertidumbre
La temporada es larga y está llena de incertidumbres. La posibilidad de que el delantero se ausente por sanciones, lesiones o simplemente por baja forma es un factor que no se puede descartar. Por ello, el cuerpo técnico debe trabajar en estrategias que permitan al equipo sobreponerse a los momentos de crisis y encontrar en cada jugada elementos que sirvan para crear oportunidades ofensivas sin depender exclusivamente de un solo jugador. Solo así se podrá construir una identidad de equipo robusta y, sobre todo, competitiva en el mediano y largo plazo.
En conclusión, Luis Suárez es, sin duda, el referente indiscutible del ataque del Almería. Con 22 goles de los 57 del equipo, ha demostrado ser el eje fundamental que da vida al juego ofensivo del conjunto rojiblanco. Sin embargo, esa brillante actuación individual pone de relieve una necesidad urgente: diversificar el ataque y apostar por la creación de un sistema que funcione tanto con él como sin él. El éxito del Almería dependerá, en gran medida, de su capacidad para adaptarse, innovar y transformar esa dependencia en una fortaleza colectiva que permita al equipo ser competitivo en cualquier circunstancia.
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