El club tranquilo
Ese contraste de la moderación de Rubi, calmado cuando la furia colectiva aparece para apagarla con un suave soplido, frente a la grandilocuencia de nuestros dueños árabes, afónicos cuando más falta hace su voz, se presenta como la mejor medicina para calmar las almas compungidas de los aficionados
Javier Gómez Granados
Almería
Jueves, 18 de mayo 2023, 23:32
Lejos quedan aquellos aires de grandeza imperial que teníamos los seguidores de la UD Almería cuando Turki y los suyos prometieron bañarnos en oro. Convencidos, ... porque realmente nos convencieron, de que Europa y jamás Segunda era el destino natural de esta nueva UDA de petrodólares y 'Audis', nos subimos a lomos de nuestro jeque y empezamos a imaginar la liga desde arriba. Y, mira por dónde, un rato grande después estamos donde solíamos, mirando la liga desde abajo. Pero, mira que te diga, que ni tan mal. Que, asumida nuestra condición de almerienses, porque es lo que somos y a mucha honra, estar peleando por no descender de Primera es todo un lujazo que ojalá nos podamos permitir muchos años.
Con Turki evaporado de nuestras vidas desde hace muuuuuchos meses, con Mohamed puesto de perfil al más puro estilo del arte faraónico de Egipto, y el resto de directivos en modo avión, los rojiblancos de toda la vida nos vemos solos ante el peligro aunque, habituados a los 'spaghetti westerns' y a vivir en el alambre, no dejamos asomar complejo alguno por tener que batirnos en duelos sin retorno cada día, sin pensar en el mañana.
Por tanto, sin los líderes financieros visibles, sólo tenemos la referencia de Rubi, único líder de cuerpo y verbo presente en esta UDA menguante que, con un discurso de tipo inteligente, ha sabido adaptarse a la idiosincrasia del club, de la afición, del almeriense en general y del limitado potencial de su plantilla, para hablarnos con un tono calmado, conciliador, tranquilizador y sin alzar la voz en momentos en los que apetece mandar a tomar viento fresco a muchos futbolistas, especialmente a los laterales.
Ese contraste de la moderación de Rubi, calmado cuando la furia colectiva aparece para apagarla con un suave soplido, frente a la grandilocuencia de nuestros dueños árabes, afónicos cuando más falta hace su voz, se presenta como la mejor medicina para calmar las almas compungidas de los aficionados en este final de liga. Basta mirar a otras ciudades para comprobar lo mal que llevan estar peleando por respirar, totalmente inadaptados a un medio en el que flotan sin problemas dos clubes modestos y acostumbrados a vivir haciendo equilibrios, Cádiz y Almería. Los amarillos, con la calma chicha que dibuja su ADN, viviendo lo bueno de la vida hasta en la escasez más cruda. Los rojiblancos, recuperada su forma de ser humilde justo a tiempo, nos hemos bajado de forma tranquila de la alfombra voladora de Oriente que, visto lo visto, ha perdido su magia, evitando así caer a plomo y darnos de bruces con la realidad.
Así las cosas, sólo Cádiz y Almería están en condiciones de lidiar estos cuatro partidos finales con total naturalidad. Diría, incluso, que sólo la UDA porque los amarillos se han descentrado y tirado al barro buscando la suspensión temporal de la liga por la «negligente actuación arbitral» en su partido frente al Elche, en enero. Los demás, reclamando alineaciones indebidas (Getafe), negando cierres de campo que en justicia deberían producirse (Español), recusando árbitros (Valladolid) o murmurando persecuciones históricas (Valencia), están buscando de forma nerviosa alternativas de salvación a su deficitaria capacidad futbolística. La única verdad es que los seis equipos -ojo al Celta, también- están pringados hasta arriba y que dos de ellos van a caer junto al Elche. Mejor idea parece centrarse y mirar fijamente a la cegadora luz del túnel en el que todos andan metidos para afrontar con dignidad la transición a Segunda, llegado el momento. Así sea.
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