Los trepas manejan el cotarro en esta vida moderna. Aquellos que matan con silenciador. Los que hablan en voz baja en círculos cerrados. Esos que ... sonríen a la cara y traicionan a la espalda. Cuidado. Hay a espuertas.
Un ejército dividido en dos batallones: los declarados y los tapados. Letales. Aunque al menos los primeros tienen el status del pedigrí y no necesitan un Padre Nuestro para expiar sus pecados y dormir por las noches, como los segundos. Ambos dominan el día a día y no precisamente por destrezas profesionales sino por habilidades personales. Tienen un gps para los atajos.
Contradictoriamente, los sometidos, realizan un trabajo sordo que no trasciende. Las galeras carecen de eco. Y cada remada se pierde en el infinito. El barco avanza por quien se esfuerza y no por quien presume que, al mismo tiempo, es quien más crece, todo hay que decirlo. Hay que orientar mejor el foco para ver realmente la relevancia de cada acción y sobre todo valorar a quien la hace y no a quien presume de hacerla.
En el fútbol haríamos bien en implantar la fórmula que en baloncesto se denomina 'Índice de Valoración' (puntos+rebotes+asistencias+robos+tapones.. etc) para darnos cuenta realmente de quién luce, quién figura y quién naufraga en un partido de fútbol. Lazo, por ejemplo, fue el huracán de las críticas en Ipurua tras un partido, defensivamente, espectacular. Su curro quedó en nada porque no hizo gol. Y eso no es justo. Con el mencionado ítem seríamos conscientes del lujo que es contar con un jugador como Sadiq. Debimos sacarlo a hombros. Un hat trick ya saben que es un gol con la zurda, un tanto con la derecha y otro con la cabeza; un Sadiq son dos asistencias, un gol a favor y una 'parada' vital. Es una bestia desatada. Una oda al delantero.
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