El Almería, de las cenizas al vuelo
El conjunto de Rubi recompone su identidad y vuelve a mirar hacia la cima de la clasificación
Renacer no es empezar de cero, sino recordar quién se es. Y eso es lo que ha hecho la UD Almería al llegar a la ... novena jornada. Después de un arranque lleno de dudas –encajando mucho y no acertando cara a portería rival–, el conjunto de Rubi ha encontrado la velocidad de crucero que exige la categoría y que predijo el técnico, aunque aún sea pronto para ejercer juicios de valor. Diez de los últimos doce puntos y 18 goles repartidos a lo largo de los nueve partidos disputados resumen el presente de un equipo que ha recuperado su fe, su ambición y su voz.
Con una plantilla reconstruida –los cuatro defensas titulares fueron fichados en julio, un mediocampo en reajuste y una delantera que se recompone sin Luis Javier Suárez–, el equipo rojiblanco se ha reinventado sin perder su esencia. El UD Almería Stadium vuelve a encenderse porque el equipo vuelve a competir. No hay nostalgia del pasado, sino hambre de regreso. Este Almería ha vuelto a levantar el vuelo en el momento preciso, casi como en la pasada temporada. Entonces, a partir de la jornada décima encadenó una racha que le puso como líder de la competición al término de la primera vuelta. Ahora, son cuatro partidos con notable rendimiento y de ellos sólo uno acabó en tablas y encima frente a un Dépor que era líder y que no había encajado ni un solo gol en el Abanca Riazor, 'lunar' que se lo puso el conjunto indálico en la octava jornada.
Despertar
Toda reacción comienza en un punto de inflexión. La UD Almería lo encontró cuando comprendió que el talento no bastaba, había que competir con hambre en los duelos programados. Desde entonces, cada partido ha sido una afirmación de carácter. Los resultados recientes –ha sumado diez de los últimos doce puntos disputados– no son casualidad, sino una clara consecuencia. El equipo ha ganado en ritmo, en concentración y en pegada. Y lo más importante, ha encontrado una identidad reconocible, una forma de jugar que combina ambición con equilibrio. Además, ha 'aprendido a leer' los partidos para salir airoso de ellos.
Rubi ha logrado que sus futbolistas vuelvan a disfrutar del balón, pero también del esfuerzo. La presión es más coordinada, las líneas se mueven al unísono y el grupo ya no se descompone en la adversidad. Esa transformación mental ha sido tan decisiva como la táctica. El Almería vuelve a competir con la energía de quien sabe que su sitio está más arriba.
Huella
Nueve partidos, nueve encuentros viendo portería rival, puede que menos de lo que mereciera. Esa estadística es la firma de la nueva UDA, la prueba de que su ataque funciona por convicción más que por inspiración. El equipo ha aprendido a generar peligro de distintas maneras, bien desde la circulación paciente o desde el contragolpe vertiginoso. El gol ya no depende de un nombre propio, pese a que Embarba iguala los números del colombiano Luis Javier Suárez en esta racha de inicio de competición. Ver portería es una dinámica colectiva en la que cada pieza tiene su momento.
Sin el delantero colombiano como referencia atacante, el resto ha dado un paso adelante. Los interiores llegan con frecuencia, los extremos desbordan y los laterales aparecen por sorpresa –Álex Muñoz, que no podrá jugar en Córdoba por cumplir ciclo de tarjetas, es el segundo máximo asistente de los indálicos, tras un Sergio Arribas que ya firma cuatro–. Adrián Embarba se ha convertido en un referente de oficio y pausa; su capacidad para interpretar los partidos ha permitido que los jóvenes se expresen con libertad. El Almería ataca como un bloque, es coral, reconocible y temible.
Reconstrucción
Pocos equipos pueden presumir de haber mutado tanto en tan poco tiempo. De los nueve defensores con los que cuenta el equipo, seis fueron fichados en julio y los titulares de los últimos partidos son nuevos; una medular en constante reajuste y una segunda línea en pleno proceso de adaptación porque hay que creerse capaces de hacer lo que antes hacía un solo jugador. El Almería se ha rehecho sin traicionar su idea. La defensa, que necesitó semanas de rodaje, transmite ahora seguridad y coordinación; los nuevos se han integrado con rapidez y carácter.
En el centro del campo, Guedes se ha convertido en el eje sobre el que gira el equipo, mientras Dion Lopy, Iddrisu Baba y André Horta alternan apariciones y mantienen la competencia viva. Esa rotación no ha restado solidez, sino que ha enriquecido el repertorio. Cada partido muestra un matiz distinto, una variante más en el laboratorio de Rubi. Y en ataque, la ausencia del colombiano Luis Javier Suárez ha revelado que el grupo tiene más recursos de los que parecía. Nadie ha llenado su vacío por completo, pero entre todos lo han disimulado con eficacia.
Rubi
El técnico ha vuelto a demostrar que su sello no es una moda, sino una convicción. Rubi cree en el balón, pero también en la estructura;en la paciencia, pero sin renunciar a la verticalidad. Ha sabido traducir la ambición en disciplina y la posesión en propósito. El equipo es reconocible porque tiene plan, porque interpreta los momentos, se mueve con sentido.
Su mérito no reside sólo en el juego, sino también en la gestión. Ha equilibrado la plantilla, ha devuelto confianza a quienes habían perdido protagonismo y ha creado un vestuario donde la competencia no divide, sino que multiplica. Cada jornada parece una lección aprendida, una mejora imperceptible que se convierte en puntos. Rubi ha tejido un equipo que vuelve a creer en sí mismo.
Carácter
Hay algo intangible que explica el presente del conjunto rojiblanco y que no es otra cosa que la fe. La plantilla indálica ha asumido el reto del ascenso a Primera División con una mezcla de orgullo y serenidad. El descenso de la temporada 2023/24 fue una herida que no terminó de cerrarse el curso pasado y que se pagó caro, pero ahora, aquel descenso ya es una vacuna. Hoy el grupo juega con hambre, sin miedo al error –que sigue habiéndolo como se demostró en los dos goles encajados ante el Real Zaragoza– y con una ambición que se percibe incluso en los detalles. Nadie se esconde, todos participan, todos empujan.
Esa mentalidad se refleja en los partidos. El Almería sabe sufrir, sabe cuándo atacar y cuándo esperar. Ha ganado en gestión emocional, ya no se precipita, ni se apaga tras un golpe. La respuesta es inmediata. La racha de resultados es la consecuencia natural de esa madurez colectiva que se respira en cada acción. Hay química, hay unión y, sobre todo, hay convicción.
Aliento
La comunión con la grada ha regresado. El UD Almería Stadium vuelve a sonar, a empujar, a creer. La afición, que padeció la caída y la frustración, se reconoce ahora en el esfuerzo de su equipo. Cada gol se celebra como un desahogo, cada victoria como una recuperación de orgullo. El vínculo emocional se ha reactivado.
Ese ambiente también se traslada al césped. El jugador se siente protegido, respaldado. Rubi lo sabe. Tiene claro que sin esa energía colectiva el ascenso sería una quimera. El Almería no sólo compite, también contagia. Vuelve a ser un equipo que moviliza a su gente y que representa algo más que una posición en la tabla. Vuelve a ser identidad.
Camino
La Segunda no premia los destellos, sino la continuidad. El reto ahora es mantener la inercia, sostener la intensidad y seguir creciendo sin perder el hambre. Rubi insiste en no mirar la clasificación, sino el proceso. Pero el proceso ya da señales de destino. Si el Almería mantiene esta versión, no tardará en instalarse entre los candidatos que pelean por volver a la élite.
Este tramo de campeonato ha servido para algo más que sumar puntos, ha devuelto certezas. El equipo se ha reconstruido, se ha expresado y ha aprendido a competir. Cuando un grupo con talento se convence de que puede, el ascenso deja de ser un sueño. Se convierte, poco a poco, en una consecuencia inevitable.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión