«La desinformación es una enfermedad crónica, pero su incidencia puede ser corregida»

Ignacio Jiménez ha señalado que «la desinformación no es un problema actual, pero sí tiene una magnitud desproporcionada que es un factor de desestabilización muy importante». «Es un fenómeno a escala masiva», recalcó. «Se ha avanzando mucho gracias a las nuevas tecnologías, pero hay que ponerle freno a la información no veraz que tanto impacto tiene en la economía, la sociedad y la reputación». «Es una enfermedad crónica, pero su incidencia puede ser corregida», ha afirmado Ignacio Jiménez.

Gran parte de su explicación la basó en el modelo clásico de la comunicación, donde hay emisores, canales y mensajes. Respecto a los primeros, a los emisores, ha advertido de que el mensaje pudiera ser falso de forma intencionada, aunque también ha hablado del silencio como forma de desinformación. Después conviene tener en cuenta los intereses de los propietarios de los canales, a lo que habría que agregar los sesgos de los algoritmos para primar unos contenidos respecto a otros y a unos mensajes respecto a otros. Otro vector importante respecto al canal es, bajo su punto de vista, la influencia del ruido que hay en el entorno y que alimenta la falta de atención. Pero también el receptor contribuye a esa desinformación. Es una parte activa de todo el proceso. En el sentido de que comparte información sin contrastar su veracidad.

Ignacio Jiménez ha destacado el papel que están desempeñando las webs que se dedican a verificar qué hay de cierto en lo que recibimos a través de internet, aunque ha pedido prudencia respecto a qué intereses pueden tener los que estén detrás de ellas. ¿Que otras soluciones propone? Por una parte, el relativismo, el no asumir lo que nos llega como una verdad absoluta. También la tecnología puede ser una gran aliada. Y por último, no descuidar el valor del humanismo teniendo en cuenta la opinión de los expertos.