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El enorme valor de los libros del presidente Miterrand

El enorme valor de los libros del presidente Miterrand

Sus herederos subastan la biblioteca personal del expresidente francés, en la que atesoraba sus páginas literarias preferidas y manuscritos de valor histórico

FERNANDO ITURRIBARRÍA

Sábado, 3 de noviembre 2018, 02:07

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Francia pone precio al último tesoro secreto de François Mitterrand (1916-1996). La casa de subastas Piasa saca a la venta mañana y pasado la biblioteca personal de quien fue entre 1981 y 1995 el primer presidente socialista de la Quinta República. Son un millar de libros y manuscritos distribuidos en 683 lotes con una estimación global de salida de unos 450.000 euros que podrían duplicar su valor en la puja. Sin apenas poesía y abundante en novelas y textos históricos, la colección retrata la vida en prosa de un estadista bibliófilo, apasionado por la literatura, lector empedernido, cliente asiduo de las librerías y amigo de escritores no siempre de izquierdas que asumía sin complejos sus inclinaciones literarias por los autores conservadores, incluso de extrema derecha.

Hombre de letras cultivado, intelectual comprometido y escritor ocasional, Mitterrand siempre vivió rodeado de libros. Cuando llegó al poder posó para su retrato oficial en la biblioteca del Elíseo con un volumen abierto en las manos de los 'Ensayos' de Montaigne. En 1990 donó cerca de 20.000 ejemplares, la mitad con dedicatorias personales, a la mediateca de Nevers, en su feudo electoral del departamento de Nièvre. Anne y Mazarine Pingeot, amante e hija de su doble vida, se quedaron a su muerte con la colección de libros antiguos. Gilbert Mitterrand, su hijo pequeño, heredó de su madre, Danielle, los ejemplares preferidos del siglo XX que cubrían las paredes del hogar oficial en la calle Bièvres de París. De ellos se desprende ahora en «un acontecimiento inédito y espectacular», enfatiza el experto Jean-Baptiste de Proyart en el rico catálogo con 305 páginas de la venta que ha organizado.

La biblioteca que se subasta destaca por que la mayor parte de los libros corresponden a ediciones originales y están encuadernados, muchos de ellos por la propia Danielle Mitterrand, que aprendió este oficio artesano en el taller de Henri Mercher. La mayoría de las obras va acompañada por una ficha redactada amorosamente por su propietario en tinta azul con su pluma Waterman. En esos papeles verticales anotaba el nombre del autor, el título, el precio de compra, el nombre del librero donde la había encontrado, la fecha de adquisición y la identidad del encuadernador. La revista 'L'Express' se ha entretenido en calcular que en 1985 se gastó en libros y encuadernaciones 107.850 francos, lo que equivale a la cuarta parte de su remuneración anual como jefe del Estado.

Amistades literarias

Otro factor de interés es la considerable cantidad de envíos dedicados al presidente francés por parte de escritores como Léopold Sédar Senghor, Ernst Jünger, Graham Greene, Louis Aragon, Michel Tournier, Margueritte Duras o Françoise Sagan. Entre estos regalos personales figura la versión francesa de 'Cien años de soledad', «la novela más bella que América Latina ha producido desde la última guerra», como cuenta en su dietario 'La abeja y el arquitecto' que se la descubrió Pablo Neruda. Gabriel García Márquez, su autor, definió en su día a Mitterrand como «un hombre de letras en el sentido reverencial y ligeramente fatalista con que solamente los franceses lo entienden». El escritor colombiano, «maestro de un silencio como solo saben crearlo las selvas tropicales» en palabras del expresidente francés, formó parte con Octavio Paz y Carlos Fuentes de la delegación hispanoamericana que asistió a su investidura en 1981 y desde entonces permaneció en el círculo de sus amistades literarias.

«Teníamos que cambiar el curso de la historia y hemos comenzado a hacerlo», le escribió en ruso Mijaíl Gorbachov en sus 'Memorias'. Margaret Thatcher le trasmitió las suyas con una falta de ortografía en el apellido pues puso 'Mitterand' con una sola erre. Jean-Marie Le Clézio, Premio Nobel de Literatura en 2008, le remitió en 1985 'El buscador de oro' en «recuerdo de otro mundo porque amo su idea del futuro». Albert Camus le hizo llegar 'Los Justos' «en recuerdo de una justa causa», en alusión a su combate común en la resistencia a la ocupación nazi. «Con mi gran admiración y fidelidad» le llegó en 1990 'La Inmortalidad' de Milan Kundera, a quien había concedido la nacionalidad francesa al poco de llegar al poder. François Mauriac le envió su biografía de Charles de Gaulle pese a que «por supuesto no estará de acuerdo», guiño irónico a la histórica rivalidad entre ambos estadistas.

Un conjunto de manuscritos, documentos históricos y piezas autógrafas forma una interesante galería de curiosidades. Está la tarjeta de invitación de Salvador Allende a una recepción en el Palacio de la Moneda en honor a Fidel Castro dirigida en 1971 al entonces flamante secretario general del Partido Socialista francés, quien realizó su primer viaje a Chile. En una carta de 1974 Golda Meir pedía a su «querido camarada y amigo» que intercediera para sacar del Gulag a una militante sionista con ocasión de un próximo desplazamiento a la Unión Soviética. Miriam Makeba, trovadora de la lucha contra el 'apartheid', se presentaba en mayúsculas «preparada para la revolución» en una misiva remitida por la autora de 'Pata pata' en 1974. De 1976 es una tarjeta de visita en la que Mitterrand apuntó al dorso a modo de chuleta la genealogía de los Borbones de España.

El gusto literario del mandatario socialista se escoraba con nitidez del lado de los escritores de derechas. Hay numerosas obras del intelectual nacionalista e hispanófilo Maurice Barrès, de los colaboracionistas con los nazis Robert Brasillach, Drieu La Rochelle o su admirado paisano Jacques Chardonne y de conservadores como Henry de Montherlant, Emile Henriot o Jean d'Ormesson mientras brillan por su ausencia figuras de la izquierda intelectual de la talla de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. De Lucien Rebatet, autor de 'Las memorias de un fascista', se descubre que poseía el ejemplar número 3 de la edición original de 50 de 'Les Décombres', tremendo panfleto antisemita de gran éxito durante la ocupación alemana.

«La literatura es el lugar donde, para él, no hay distinción política», explica el escritor y académico Erik Orsena, que fue consejero cultural de Mitterrand de 1983 a 1986. «No estaba en absoluto de acuerdo con Chardonne ni tampoco con Céline, pero los admiraba. Y podía estar de acuerdo con un montón de gente de izquierdas de la que no le gustaba el estilo literario, lleno de buenos sentimientos», expone el Premio Goncourt por 'La exposición colonial' en el diario 'Le Figaro'.

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