Absuelven a un figurante que se presentó voluntario a una rueda de identificación en Girona
«Es increíble, pero ha ocurrido»
José Antonio GUerrero
Miércoles, 15 de enero 2020
En 38 años de profesión no había visto nunca esto. Es increíble, pero ha sucedido». Al otro lado del teléfono, el abogado penalista Carles Monguilod, ... de 61 años, todavía se sorprende cuando recuerda el caso de Francis, su cliente, para el que acaba de conseguir la libre absolución y su inmediata excarcelación. Francis ha permanecido un mes en prisión después de ser identificado erróneamente en una rueda de reconocimiento a la que se presentó como figurante de forma voluntaria.
Su calvario empezó el 19 de agosto de 2018 cuando los Mossos recibieron a las cinco de la madrugada el aviso de una pelea en el exterior de la discoteca Blow, en el centro de Girona. Cuando los agentes llegaron al lugar, arrestaron a tres sospechosos, todos hermanos. Según fuentes policiales, los detenidos habrían hecho tocamientos a una chica y, después, habrían golpeado a un joven que se había interpuesto para defenderla. Los Mossos les atribuyeron los delitos de lesiones y agresión sexual, y los tres pasaron a disposición del Juzgado de Instrucción 2 de Girona, en funciones de guardia.
Fue allí adonde acudió Francis para interesarse por sus hermanos. Entonces, los Mossos le propusieron participar como figurante en una rueda de reconocimiento, y el joven aceptó. El problema llegó cuando tanto la chica como su hermano lo reconocieron «sin ningún género de duda» como uno de los agresores. Pese a mantener que esa noche la había pasado durmiendo con su mujer en su casa, fue detenido y enviado a prisión, donde ha pasado un mes clamando por su inocencia.
«Cuando me reuní con la familia no podía creerme lo que me estaban contando. ¿Cómo es posible que te presentes de voluntario en una rueda de reconocimiento y acabes entre rejas. ¡Es inaudito!», exclama Carles Monguilod, director del bufete Monguilod Advocats, que presentó con urgencia un recurso de apelación ante la Audiencia de Girona, que no sólo le ha dado la razón poniendo en libertad a su cliente, sino que ha sido bastante explícita en una sentencia que habla de «despropósito difícil de explicar», de situación que «puede calificarse de kafkiana» y de «gravísimos defectos constructivos de la imputación». Es más, el tribunal quedó «abrumado y casi avergonzado» al escuchar en la vista oral en la Audiencia las declaraciones de Francis insistiendo en que aquella noche no salió de casa, manifestaciones que fueron corroboradas por su propia esposa y otros cuatro testigos más.
La sentencia cree que la confusión de las víctimas puede ser lógica, dado que Francis se parece mucho a uno de sus hermanos que sí participó en la pelea. Pero considera que, para el Juzgado, la identificación «no debería haber tenido ningún efecto» por «su condición de tercero». Monguilod va a esperar a que el fallo sea firme para reclamar la «correspondiente indemnización» por «mal funcionamiento de la Administración de Justicia». El letrado, que ayer no dejó de recibir llamadas de colegas incrédulos ante lo sucedido, recordó que su cliente perdió el trabajo por su ingreso en prisión, sin obviar que durante un mes no ha podido acompañar a su mujer, embarazada, y sin valorar la angustia de su defendido ante las graves acusaciones que pesaban sobre él y por las que solicitaban nada menos que 14 años de reclusión.
Jueces y fiscales consultados ayer para este reportaje también se mostraron «muy extrañados» por el hecho de que un voluntario en una rueda de reconocimiento acabara detenido, enjuiciado y encarcelado. Los hermanos de Francis, por cierto, también han sido absueltos, al considerar la Audiencia que no hubo agresión sexual y que todo se trató de una simple pelea.
El caso de Francis pone en el escaparate las ruedas de reconocimiento y sus 'protagonistas', los figurantes, esos ciudadanos con similares características físicas a las del 'malo' a identificar. Películas como 'Sospechosos habituales' (1995) acercaron aún más este procedimiento al gran público, si bien su presencia ya era corriente en las series policiales del siglo pasado.
Lo que seguramente es bastante menos conocido son las dificultades que encuentran jueces y fiscales para localizar a gente que no ponga reparos a compartir pared con un presunto delincuente para esclarecer un robo con violencia o una agresión sexual, que son los dos ilícitos penales en los que más se utiliza esta diligencia.
Un registro con ciudadanos dispuestos a colaborar, con rasgos dispares (altos, bajos, delgados, gruesos, rubios, morenos, pelirrojos, calvos, velludos, con gafas, sin ellas...), facilitaría mucho las cosas. Pero no; de momento, no hay ningún 'book' de 'modelos' que agilice la conformación de las ruedas de reconocimiento, que generalmente necesitan cinco o seis individuos. Estas pruebas se celebran en un espacio reservado del edificio judicial, alejado a propósito del trasiego de los justiciables.
En las grandes urbes no hay tanto problema como en los juzgados de capitales de tamaño medio, por no hablar de lo que sucede en otros núcleos más pequeños, donde hay que echar mano del primero que pasa por allí como figurante, incluidos los propios funcionarios de los juzgados, el personal de vigilancia y limpieza, cuando no de los letrados e incluso de algún fiscal. «Yo he tenido que hacer alguna vez de figurante», contaba el penalista Monguilod. «Hace muchos años participé en alguna rueda de reconocimiento», coincidía el fiscal Valentín Ruiz, que lleva 31 años ejerciendo en Granada.
Precisamente en Granada, sus señorías tiraban de los presos de la cercana cárcel de Albolote cuando no encontraban candidatos, hasta que algunos internos empezaron a negarse porque, según argumentaban, las idas y venidas les interrumpían sus talleres penitenciarios. Desde entonces, esta diligencia, una prueba más que se aporta en la fase de instrucción «y que no es definitiva, porque los que vienen pueden alterar deliberadamente su aspecto», se ha reducido considerablemente en los juzgados granadinos. Ruiz apunta, no obstante, que siempre hay algún preso dispuesto a que le den un paseo hasta la ciudad para ver más allá de los muros de la prisión.
Tampoco está contemplado recompensar con alguna cantidad de dinero a quien se presente voluntario, así que, en ocasiones, hay que salir a la calle y 'cazar a lazo' al primero que pase, siempre y cuando quiera y reúna unas características físicas semejantes al presunto autor de los hechos delictivos. Si, por ejemplo, el sospechoso es un hombre con rasgos eslavos, no basta con que la fisonomía del figurante sea europea, porque el abogado puede impugnar la prueba.
Joaquín Gadea Francés, magistrado en comisión de servicios en la Audiencia Nacional y exjuez decano de Tarragona, recuerda las dificultades que debía vencer en la ciudad catalana para encontrar figurantes después de que el director del centro penitenciario local se negara a excarcelar a internos para acudir a las ruedas, por razones de seguridad y también de logística. «Los juzgados de instrucción le mandaban a diario oficios para pedirle personas que parecieran árabes, senegaleses, del Este...». Ese trasiego de presos acabó por cerrar las puertas de la cárcel para las ruedas. «Ahí se empezaron a complicar la cosa –apunta el magistrado Gadea, que se vio en la necesidad de recurrir a los trabajadores de su juzgado–. He tenido a funcionarios metidos en la rueda de reconocimiento, e incluso he tenido que decir directamente al policía que estaba vigilando la puerta que intentara buscar a alguien por la calle, al primero que viera de 1,80 de altura, morenito, de entre 30 y 40 años... En fin, auténticas chapuzas».
En Cataluña, desde hace unos años, son los Mossos los que se encargan de buscar figurantes, pero tampoco disponen de tiempo para localizar a gente idónea. «Cuando estuve de decano –precisa–, exploré la posibilidad de que lo hicieran los condenados que hacían algún trabajo para la comunidad, pero había que elaborar una base de datos con sus características y al final no se llegó a hacer».
Las ruedas (en las que está presente el juez, el secretario del Juzgado, el abogado defensor, el fiscal y la víctima) tienen también una parte dura para ésta última. El fiscal Víctor Castells, que ejerce en Barcelona, asegura que, a pesar de todas las medidas de seguridad, la identificación de su agresor puede resultar más que estresante para la víctima. «Volver a ver la cara y los ojos de esa persona puede crear una tensión muy violenta», dice. Hay quien se ha caído redondo de la silla.
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