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Con sobrepeso y miope: el héroe de los Juegos Olímpicos

Quedó el último y se convirtió en héroe: 30 años después vive de su proeza

Lunes, 26 de febrero 2018, 02:34

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La derrota tiene la dignidad que la victoria no conoce», dijo el lúcido Borges. «Lo mismo da triunfar que hacer gloriosa la derrota», fue aún ... más lejos Valle Inclán. Si no fuera por la diacronía de sus existencias con la de Michael Edwards (Cheltenham, 1963) se diría que ambos escritores, el argentino y el compostelano, hablaban sin sospecharlo del yesero británico que se metió a deportista de élite. La suya es la historia de un saltador de esquí incapacitado para el triunfo que, en contra de las fuerzas de la naturaleza (principalmente, de la suya propia), holló la cima del éxito sin cosechar una sola medalla. Ocurrió hace justo treinta años en los Juegos Olímpicos de Invierno de Calgary 1988. Allí firmó la peor marca, pero demostró que cualquier persona, al margen de su estatus social y económico, podía competir al nivel más alto. Por no rendirse ante sus propias limitaciones, por no sucumbir a la mofa de todo un país, y, sobre todo, por no estrellarse, Inglaterra le dispensa todavía hoy tratamiento de héroe entrañable.

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