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Una mujer revisa el etiquetado de un producto en un supermercado. REUTERS
Ojo al semáforo que vas a tener que leer en las etiquetas de lo que compras

Ojo al semáforo que vas a tener que leer en las etiquetas de lo que compras

Seis multinacionales han anunciado que comercializarán sus productos con un nuevo diseño de etiquetado nutricional. El modelo, basado en un código de colores, no convence. «Puede llevar a tomar decisiones erróneas», dicen los expertos

SUSANA ZAMORA

Viernes, 1 de diciembre 2017, 00:12

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El anuncio de seis grandes multinacionales de empezar a comercializar sus productos en Europa con el semáforo nutricional ha levantado polvareda en la industria alimentaria. Ha abierto el debate sobre el impacto y la utilidad del actual etiquetado obligatorio, sobre la conveniencia de recurrir a diseños complementarios que lo hagan más comprensible, y sobre cuál deberían escoger mayoritariamente los fabricantes para que el criterio común facilitase la comparación del producto al consumidor. El semáforo nutricional es sólo una opción más entre otras alternativas que pueden adoptar voluntariamente las empresas, pero por la que han decidido apostar ahora Nestle, Coca-Cola, Pepsico, Mars, Mondelez y Cadbury para mostrar con más claridad la composición de sus productos.

Se trata de un código de colores que asigna el rojo, el amarillo o el verde a cada uno de los nutrientes (calorías, azúcares, grasas, grasas saturadas y sal) del alimento con el objetivo de facilitar al consumidor la lectura rápida de la etiqueta nutricional (obligatoria desde el 13 de diciembre de 2016) y para que, de un vistazo, pueda tener un idea clara de cómo de sano y recomendable es ese producto para su dieta.

Sin embargo, se trata de un sistema de etiquetado controvertido, porque detrás de sus aparentes ventajas existen dudas sobre si es el más idóneo para que el consumidor sepa elegir el producto más saludable. Lo que para unos es sencillo y clarificador, para otros es ambiguo y tendencioso. Luis Jiménez, químico y especialista en la composición de los alimentos, lo tiene claro: «La gente no elige los productos ni por los semáforos ni por los valores nutricionales, sino que lo hace por el envoltorio. Lo que realmente funciona es el marketing, todo lo demás es hacer lo mismo para no hacer nada», lamenta Jiménez, autor del libro 'La guerra contra el sobrepeso'.

Desde hace un año, todos los fabricantes están obligados a mostrar la información nutricional del producto en la etiqueta por 100 gramos o por 100 mililitros, de acuerdo al Reglamento europeo 1169/2011. Les permite además que, de forma complementaria y voluntaria, puedan mostrarla «en porciones y utilizando otras formas de expresión (pictogramas o símbolos, como el semáforo nutricional), siempre y cuando cumplan con ciertos criterios: deben ser comprensibles para los consumidores y no obstaculizar la libre circulación de mercancías», tal y como advierte la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan).

En España, la cadena de supermercados Eroski fue pionera a la hora de ofrecer todos los productos de su marca con el semáforo nutricional. En 2006, decidió implantarlo después de escuchar a los consumidores. «Nos decían que no entendían bien las etiquetas. Durante meses analizamos qué sistemas se estaban utilizando en Europa e hicimos una encuesta en las 17 regiones españolas (500 personas de forma presencial, más 5.000 por internet) con distintas opciones y, al final, la tasa de aceptación del semáforo nutricional fue superior al 80%, al considerarlo más claro, más útil y más rápido a la hora de elegir», explica Alejandro Martínez, director de Salud y Sostenibilidad de Eroski.

La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) se muestra firme defensora, junto con la asociación de consumidores europeos (BEUC), de este sistema de semáforos nutricionales «porque creemos que ayuda a los consumidores a elegir los alimentos más saludables en un momento en que la obesidad es ya un enorme problema de salud pública», argumenta Enrique García, portavoz de la organización. Sin embargo, considera un gran obstáculo para alcanzar ese objetivo que las empresas elijan expresar los semáforos nutricionales por porción, en lugar de los 100gr/ml. «Si la porción no está estandarizada y cada fabricante elige la que le conviene, el consumidor tendrá muchas dificultades para poder comparar. Nos parece adecuado este modelo de etiquetado, siempre que esté bien calculado y fuera común a todos»», expresa García.

Uso en beneficio propio

Los expertos temen que, al final, el productor use el semáforo nutricional para su propio beneficio, de forma que pueda ajustar las cantidades que asigna a las porciones para que salga verde en los nutrientes que quiere que salga verde. «Por ejemplo, podríamos encontrar el caso de un paquete de galletas con casi todos los indicadores en verde cuando en realidad muchos de ellos deberían estar en amarillo o rojo. El truco está en la cantidad que el fabricante entiende como una ración. Si supone que una ración son solamente tres galletas, obtendrá ese semáforo tan saludable», advierte Miguel A. Lurueña, doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos. Pese a admitir que sería «bueno» una directriz de la Administración «sobre la que nos plegáramos todos para que no hubiera ambigüedad», el director de Salud y Sostenibilidad de Eroski se defiende de las críticas: «Nosotros calculamos las raciones con independencia del color que vaya a salir; tendrá que ser el consumidor quien, responsablemente, ajuste su ingesta de calorías tras comprobar las que tiene el alimento que va a comprar».

En la misma línea se manifiesta Nestlé, que ultima la salida al mercado de todos sus productos con el semáforo nutricional, «aunque sin fecha concreta», asegura Alberto Vega, director de Relaciones Institucionales del gigante suizo. En marzo comenzaron a trabajar en él y, «a falta de una directriz europea común, hemos definido las porciones de acuerdo a criterios científicos y siempre desde la transparencia. Está en juego nuestra credibilidad; si nos quedamos cortos en las porciones, se puede pensar que es para que el semáforo salga verde, y si nos pasamos, nos pueden criticar por promover el consumo de un producto no recomendable. Por eso, tenemos que ser honestos y ofrecer porciones de acuerdo a consumos reales y moderados», aclara.

Para los especialistas, la clave está ahí, en definir el tamaño de la porción y los valores que marcan los límites entre un color y otro, según el nutriente de que se trate y el alimento en cuestión. Luis Jiménez plantea una reflexión: «Un semáforo nutricional son tres colores que se asignan a cada nutriente; si al final cada uno tiene un color, ¿con cuál se queda el consumidor para valorar si el alimento es sano o no? La gente quiere que el fabricante le diga si es bueno o malo, de ahí que en estudios recientes los consumidores prefieran el etiquetado de estrellas (asigna una o varias de ellas en función de lo sano que es el alimento), al ser más explícito».

Precisamente, uno de los grandes problemas que tiene el etiquetado 'semáforo' y que más dudas suscita en Beatriz Robles, consultora y tecnóloga de los alimentos, es el hecho de fijarse en los nutrientes por separado y no en el alimento en su conjunto. En su opinión, se podría dar la enorme contradicción de etiquetar en rojo 100 ml de aceite de oliva o un paquete de nueces al considerarlos productos altos en grasas, y en verde una botella de refresco light por contener pocos azúcares. Por eso, España siempre se ha mostrado contraria frente a sus socios europeos de aplicar, como lo hace Reino Unido, este sistema. Para el Ministerio de Agricultura, puede dar lugar a una «distorsión» de la realidad. «Por su importante contenido en grasas, el aceite de oliva puede llegar a recibir una etiqueta que no le corresponde, cuando están científicamente probadas sus bondades para la salud», expresó la ministra Isabel García Tejerina en la reunión que el pasado año mantuvo el Consejo Europeo sobre este asunto, a petición de Italia y con el apoyo de España, Grecia, Portugal, Eslovenia, Chipre y Croacia, que se oponen a este sistema de etiquetado por el perjuicio que puede conllevar para productos clave de la dieta mediterránea.

En principio, está previsto que el 7 de diciembre se reúna la Comisión Europea para presentar un informe al Parlamento y al Consejo sobre el uso de estos modelos adicionales de presentación del etiquetado. El objetivo es ver si requiere una armonización en todos los países o si alguno de ellos está interfiriendo en el mercado interior, dificultando el comercio. Para el portavoz de Eroski, «todo un papelón» para la Comisión, que «tendrá que marcar líneas generales para todos los países, con situaciones dispares y con 'lobbies' que presionarán si están en contra de un modelo de etiqueta».

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